22 ene 2012

COMENTARIO A LAS LECTURAS DOMINICALES. El Evangelio comienza con una voz de alarma



P. Mario Ortega. Las tres lecturas de hoy coinciden en indicar la inminencia del momento de Dios. Me refiero con esta denominación al hecho de que Dios actúa en la tierra. Actúa para bien del hombre, para que el hombre no se crea dios sobre la tierra.

Jonás recibe el encargo divino de anunciar la conversión a Nínive, un pueblo depravado. Cristo comienza su predicación exhortando también a la conversión: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.” Es decir, que para creer en Él hay que convertirse, dejar la vida de pecado y cumplir los mandamientos. Así también, sólo cuando el pueblo ninivita cambió de vida, Dios le pudo bendecir. San Pablo, por su parte, también anuncia que el momento es apremiante y que la representación de este mundo se termina.

La conversión siempre antecede al Evangelio. No se puede conocer y seguir a Cristo si no se está dispuesto a cambiar y a encaminar la vida según Él nos indique. A aquellos pescadores galileos les indicó dejarlo todo. Se trata opción radical. El Evangelio no es como el maquillaje, que sólo hace cambiar la apariencia. El Evangelio exige una auténtica revolución interior de la persona.

Y si no hay Evangelio sin conversión, tampoco hay evangelizador auténtico que no predique la conversión. Esto no suele caer bien, ciertamente, pero es necesario. Ha causado mucha conmoción esta semana el hundimiento del crucero Costa Concordia. Varias personas han perdido la vida. La alarma se dio tarde; si se hubiera dado a tiempo, dicen los entendidos, se podrían haber salvado todos. Cristo da la voz de alarma, para que no nos hundamos en nuestros egoísmos y miserias, para que los afanes de este mundo que pasa no nos ahoguen y echemos a perder toda nuestra vida. Si el Señor nos llama, como a los apóstoles, a ser “pescadores de hombres” es para que vivamos esta experiencia de conversión y la anunciemos como introducción al Evangelio, como puerta para acoger la vida en Cristo.

Que estamos en crisis nadie lo niega, que este mundo no es el paraíso que quieren soñar algunos también parece innegable; como innegable también es que ni la ciencia ni el poder, ni el tener ni el placer producen felicidad duradera y definitiva. Tenemos necesidad de Cristo y su Evangelio.

La Iglesia escucha la llamada del Señor que la convierte en barca de pescadores; de pescadores de hombres, de anunciadores intrépidos del Amor de Dios manifestado en Cristo. Cada cristiano tiene esta misión encomendada por su Señor.

María Santísima nos guía y acompaña.
P. Mario Ortega

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