14 jul 2012

COMENTARIO A LAS LECTURAS DOMINICALES. Sólo bastón y sandalias



P. Mario Ortega. El Evangelio que acabamos de leer enumera las principales indicaciones que Jesús da a sus discípulos antes de enviarlos a anunciar el Reino en su nombre. Jesús no actúa sino a través de sus discípulos, a través de la Iglesia. Los discípulos no predican por sí mismos, sino en el nombre y con el poder de Jesús.

Admirable correlación entre Cristo y su Iglesia, que no es sino seguir la lógica del Dios que se ha hecho hombre, que nos salva a través de su humanidad. Así, la salvación nos llega a través de una mediación humana, como es la Iglesia.

Sin embargo, ¿cómo tienen que vivir y mostrarse estos discípulos si quieren ser de verdad portadores del Evangelio en medio del mundo? De todas las indicaciones que da el Señor, quedémonos con el “aparejo” (llamémoslo así) del discípulo. Debe llevar bastón y sandalias, pero ni pan, ni alforja, ni dinero, ni túnica de repuesto. ¿Qué sentido tiene esto? ¿Hemos de tomarlo en sentido literal? Ciertamente, hay discípulos que descubren una vocación a vivir la pobreza en un modo muy radical (órdenes mendicantes, por ejemplo), siguiendo casi al pie de la letra estas palabras del Señor. Pero teniendo en cuenta que discípulos enviados por el Señor somos todos, tenemos que ahondar en el sentido más profundo de estas palabras que son para todos sin excepción.

El bastón y las sandalias sirven para caminar, sólo para esto; mientras que el pan, la alforja, el dinero y la túnica de repuesto hacen referencia al deseo de asegurarse mínimamente un futuro, a la necesidad de sobrevivir. Luego, el Señor nos está diciendo a todos los cristianos que tenemos que preocuparnos de caminar, y caminar seguros, con el bastón y las sandalias, es decir, apoyados en la fe y protegidos de las piedras o dificultades del camino que nos dificultan avanzar. El bastón es el mismo Jesús, que nos dice en otro pasaje: “Venid a mí los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré”. Y las sandalias son todas y cada una de las virtudes, que nos permiten caminar con mayor facilidad y libertad; pensemos, por ejemplo en la virtud de la fortaleza o de la diligencia (lo contrario a la pereza) ¡Cuántas piedras del camino no nos dañan si somos tenemos un alma fuerte y diligente!

Sin embargo, el discípulo que es enviado a anunciar a Cristo, no debe preocuparse tanto del qué dirá o del cómo lo hará o de si van a faltarle las fuerzas. Esta preocupación por el futuro de su misión viene representada por el deseo de asegurarse pan, alforja, dinero y túnica de repuesto. No quiere decir que el cristiano se despreocupe irresponsablemente de su futuro, sobre todo cuando su vocación le lleva a tener la responsabilidad de cuidar del bien material de otros (pensemos en un padre de familia con sus hijos o en un empresario con sus trabajadores). La exhortación de Jesús habla, ante todo y para todos, de esa disposición primordial e interior de cada uno a fiarse completamente de Dios y a confiar a Él, responsablemente, todo su futuro; especialmente en todo lo que tiene que ver con su compromiso cristiano en este mundo.

P. Mario Ortega

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