7 jun 2014

ESPIRITUALIDAD CATÓLICA. El "martirio" de san Pascual Bailón


P. Jorge Teulón. El cuerpo incorrupto de Santa Juana de Lestonnac (15 de mayo) fue profanado durante la Revolución Francesa. El cuerpo incorrupto de San Andrés Bobola (16 de mayo) fue profanado por los bolcheviques durante el comunismo. El cuerpo incorrupto de San Pascual Bailón (17 de mayo) fue profanado y destruido por los milicianos durante la Segunda República española.

La carta colectiva

En un trabajo excelente del periodista e historiador Eduardo Palomar Baró, que puede consultarse en el nº 113 de Razón Española, afirma que la Carta colectiva de los obispos españoles a los de todo el mundo con motivo de la guerra de España es el documento más importante y significativo del magisterio episcopal español en lo referente a la guerra civil y a la persecución religiosa que se desencadenó con toda virulencia en la zona republicana a partir del 18 de julio de 1936. Se escribió en Pamplona en 1937, y se tradujo a 14 lenguas, con 36 ediciones.


Esta Carta colectiva la redactó el cardenal primado Isidro Gomá y Tomás, (en la fotografía en una procesión del Corpus de Toledo a su paso por la Plaza Juan de Mariana) a quien el alzamiento militar del 18 de julio de 1936 sorprendió en Tarazona, donde había acudido para la consagración episcopal de Gregorio Modrego y Casaus, que iba a ser su obispo auxiliar. La consagración fue aplazada hasta octubre y Gomá se trasladó a Pamplona, donde fue acogido por el obispo Marcelino Olaechea. Centenares de sacerdotes fueron igualmente acogidos y atendidos por la generosa hospitalidad del obispo Olaechea en la Casa de Ejercicios de las Esclavas de Cristo Rey de la capital navarra.

El cardenal Gomá siguió la guerra civil desde Navarra, en la que el conflicto se vivió no como un movimiento militar contra la República, sino como una auténtica “cruzada” contra el comunismo ateo y en defensa de la civilización cristiana.

Según se sabe el 12 de diciembre de 1936 el cardenal Gomá fue recibido por el papa Pío XI. Apenas regresó a España, el Cardenal pidió a Franco una entrevista, que se celebró el 29 de diciembre de 1936. Meses después, en marzo de 1937, Pío XI dejaba a Gomá libertad para proceder a la redacción de una carta colectiva, según su criterio.

El 8 de junio de 1937, Gomá anunció a Pacelli (más tarde Pío XII), haber llegado a la convicción de que era necesaria la carta pastoral colectiva. Él mismo redactó el borrador que, después de comunicado a la Santa Sede, se envió a todos los obispos el 14 de junio de 1937.

Este documento, sigue siendo muy discutido, según las opuestas tendencias y sobre todo porque comprometió a la Iglesia con el nuevo régimen; pero en aquellas circunstancias los obispos no podían hacer otra cosa, habida cuenta del holocausto provocado por la persecución.

La carta, que consta de nueve apartados, tuvo como objetivo “que se conozca la verdad de lo ocurrido en España para rectificar juicios extraviados”. Para ello analiza los hechos acaecidos en España y que condujeron a la sublevación, los caracteres de los movimientos enfrentados y la posición de la Iglesia española. Se detiene particularmente en las notas más llamativas de la revolución comunista, a la que aplica, justificándolos en concienzudos párrafos, los siguientes adjetivos: excepcional, premeditada, cruelísima, inhumana, bárbara, antiespañola y anticristiana.

En este artículo no pretendemos hacer un exhaustivo análisis del texto. El desconocimiento de los documentos y la libre opinión fragmenta muchas veces la capacidad para comprender la verdad de los hechos históricos. Debe quedar claro que la Iglesia no apoyó a Franco para levantarse en armas contra la República. Franco nunca pidió la ayuda a los Obispos. La Iglesia escribe en 1937 un documento denunciando la cruel persecución que ya había padecido prácticamente en su totalidad.

Tras esta larga introducción quiero dar paso a una parte del nº 6 de la Carta Colectiva. Fácilmente se puede encontrar y leer íntegra en internet. El texto que nos interesa dice lo siguiente:

“Contamos los mártires por millares; su testimonio es una esperanza para nuestra pobre patria; pero casi no hallaríamos en el Martirologio romano una forma de martirio no usada por el comunismo, sin exceptuar la crucifixión; y en cambio hay formas nuevas de tormento que han consentido las sustancias y máquinas modernas.

El odio a Jesucristo y a la Virgen ha llegado al paroxismo, y en los centenares de Crucifijos acuchillados, en las imágenes de la Virgen bestialmente profanadas, en los pasquines de Bilbao en que se blasfemaba sacrílegamente de la Madre de Dios, en la infame literatura de las trincheras rojas, en que se ridiculizan los divinos misterios, en la reiterada profanación de las Sagradas Formas, podemos adivinar el odio del infierno encarnado en nuestros infelices comunista. “-Tenía jurado vengarme de ti” - le decía uno de ellos al Señor encerrado en el Sagrario; y encañonado la pistola disparó contra él, diciendo: “-Ríndete a los rojos; ríndete al marxismo”.

Ha sido espantosa la profanación de las sagradas reliquias: han sido destrozados o quemados los cuerpos de San Narciso, San Pascual Bailón, la Beata Beatriz de Silva, San Bernardo Calvó y otros. Las formas de profanación son inverosímiles, y casi no se conciben sin subestación diabólica. Las campanas han sido destrozadas y fundidas. El culto, absolutamente suprimido en todo el territorio comunista, si se exceptúa una pequeña porción del norte. Gran número de templos. Entre ellos verdaderas joyas de arte, han sido totalmente arrasados: en esta obra inicua se ha obligado a trabajar a pobres sacerdotes. Famosas imágenes de veneración secular han desaparecido para siempre, destruidas o quemadas”.

San Pascual Bailón

Pascual nació el 16 mayo 1540 en Torrehermosa (Zaragoza). Desde los siete años tuvo que cuidar las cabras y las ovejas de su padre. Supo rodear de piedad su vida de pastoreo, piedad que aumentó sensiblemente desde el día en que recibió la primera comunión. Tendría unos 12 años cuando su padre le puso al servicio de un vecino llamado Martín García. Éste le ofreció con el tiempo sus rebaños, su hacienda y su propia hija; pero Pascual estaba firmemente decidido a seguir la vocación religiosa: llamó a las puertas del convento alcantarino de Monforte (Alicante) y vistió el hábito franciscano en Elche, el 2 de febrero de 1564.


A los pocos días volvió al convento de Nuestra Señora de Loreto, de Monforte. Pascual tenía una tierna devoción de la divina Eucaristía. Pasaba horas enteras, postrado ante el Tabernáculo.

De los ocho años de formación que pedía la Regla, siete los pasó en Monforte; el octavo, entre Elche y Villena. En 1573 pasó a Valencia, donde residió unos tres años, ocupándose del refectorio, de la portería, de la cocina y de pedir por los pueblos para la manutención de sus Hermanos y de los pobres. Su celo consiguió afamadas conversiones. No obstante, hubo de pasar por el crisol de las tentaciones y de la noche oscura. Más tarde le nombraron Maestro de novicios del convento de Almansa. Luego residió en Elche. De Elche pasó al convento de Jumilla, donde le eligieron Superior. Al hacerse precaria su salud, fue enviado a Ayora y, de allí, a la ciudad del Turia. De Valencia marchó a Játiva y, más tarde, al convento de Nuestra Señora del Rosario, en Villarreal (Castellón), donde, al cabo de tres años, murió el 17 mayo 1592.

A los seis meses de su muerte, se incoó la causa de canonización en el obispado de Tortosa. Acudieron testigos sin número y de toda condición. El 23 julio 1611 se comprobó que su cuerpo seguía incorrupto. Paulo V le beatificó el 19 octubre 1618 y Alejandro VIII le canonizó el 16 octubre 1690. León XIII dio al santo el título de Patrono particular de los Congresos eucarísticos y de todas las asociaciones eucarísticas en el Breve Providentissimus Deus, de 28 noviembre 1897


Profanación

Cuando los frailes alcantarinos se instalaron en la ermita del Rosario en 1578, éstos procedieron a la construcción de una iglesia para el convento. Este templo fue pasto de las llamas en agosto de 1936, en los primeros meses de la Guerra civil, por lo que ya no existe. Sobre los restos del incendio se construyó el nuevo “Templo Votivo Eucarístico Internacional”. La antigua iglesia conventual, de una nave con bóveda de arista y sin crucero, constaba de cuatro tramos. En el primero de ellos desde la puerta principal se encontraba un coro alto.

Era el 13 de agosto de 1936, se destruyó el sepulcro-relicario y su venerable cuerpo incorrupto, profanado y martirizado, para ser arrojado miserablemente por los milicianos republicanos en una hoguera.


Impresiones de mi tierra

“Impresiones de mi tierra” (1910) fue una de las primeras publicaciones del polifacético Carlos Sarthou Carreres. Editado en la imprenta Monreal de Burriana, población donde Sarthou ejercía de juez, el libro tenía más de 172 fotografías originales del autor. El libro tuvo una reimpresión facsimilar en 1984 (Ed. José Huguet, Valencia). Uno de los capítulos lo dedica a la capilla de San Pascual.

"La capilla de San Pascual, tal cual hoy la encontramos, es un precioso templo corintio con decoración de adornos y pinturas murales churriguerescas. Grandes cuadros al óleo, representando escenas de la vida del Santo, cubren las paredes de la capilla. De elevada cúpula pende un extraordinario pendón que hace más de dos siglos lució en la Basílica de San Pedro, cuando la canonización de San Pascual, regalándolo después Roma a Villarreal, siendo paseado por las calles de la villa durante las fiestas como lo fue por las calles de la Ciudad Santa.

Frente a la puerta de la capilla se halla un sepulcro de mármol blanco que guarda los restos mortales de Fray Diego Baylón, sobrino de San Pascual, que también moró y murió en su mismo convento, en loor de santidad. A los pies del templo aparece un gran escudo real, atestiguando el patronato de la corona. En el altar mayor, que es un gran retablo de madera labrada y dorada, descansan en el precioso sepulcro del nicho principal los restos mortales e incorruptos del Santo Pastor.

Por ambos lados hay escaleras que conducen al suntuoso y artístico camarín, verdadera maravilla del siglo XVII, en cuya ascua de oro se confunde el peregrino contemplando aquel primor de relieves y pinturas idealizadas por la melancólica luz de la vidriera multicolor de una gran reja. Más de cien angelitos de dorada talla adornan la estancia, desde la cual puede verse cómodamente de muy cerca la momia del Santo. Desde lo alto de la media naranja pende una rica lámpara de plata y oro, estilo plateresco, recientemente restaurada, que regaló la Excma. señora Duquesa de Vergara. El zócalo del camarín, como el de toda la capilla, sacristía y escaleras, es de antiquísimos y artísticos azulejos de gran valor, regalados por Su Majestad en 1801.

El cuerpo de San Pascual ha sido visitado por muchos monarcas y célebres personajes. Junto a la Real capilla del santo está el antiguo convento de Alcantarinos, hoy residencia de monjas y, por tanto, clausura; allí se conserva la celda donde murió San Pascual y otras curiosidades".

Hasta aquí la cita Sarthou.



El actual sepulcro

El 17 de mayo de 1992, con motivo del IV centenario de la muerte del santo, se inauguró la nueva Capilla Real, esculpida por Vicente Lloréns Poy (la última fotografía), y los restos del santo depositados en el nuevo sepulcro de plata que representa el cuerpo tendido de San Pascual. El sepulcro, es una estatua yacente del santo labrada en 300 kg de plata y con una base de granito con dos escalones y que permiten a los fieles acercarse al mismo. La escultura se encuentra delante de la antigua celda del santo y está inspirada en el cuerpo incorrupto que se veneraba antes del incendio del 1936.

 Publicado en Religión en Libertad.

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