(viene de 'La Epopeya de La Vendée III')
Lo que finalmente desencadenó una resistencia generalizada entre los campesinos católicos de la Vendée fue que la Asamblea nacional ordenó a comienzos de 1793 que 300.000 hombres fueran reclutados para el ejército nacional. Esto fue el colmo: les obligaban a unirse a las tropas para que fueran a la caza de sus sacerdotes.
El ejército Vandeano fue llamado en ese tiempo el “Ejército del Sagrado Corazón”. La nobleza de la Vendée había prácticamente desaparecido en 1793, entonces los campesinos fueron convocados en su mayoría por ex oficiales y soldados de carrera para conducirlos a la batalla. Estas pintorescas características incluyeron a Charette, un oficial veterano de la Revolución Americana, y al Marqués de Bonchamps, un oficial formado en la India. Tales experimentados soldados sabían que se enfrentaban a mínimas probabilidades, pero los valerosos campesinos respondieron a la convocatoria. En un determinado momento, llegaron a dirigir a cerca de 35.000 campesinos en la batalla, muchos de ellos pobremente equipados. En su auge en 1793, el ejército católico derrotó a los Mayençais, una fuerza de 20.000 veteranos que nunca había retrocedido antes en ninguna batalla en Europa.
http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=25593
Estos caudillos eran unos caballeros. El Marqués de Bonchamps, por ejemplo, pidió como último deseo antes de morir a los 33 años, que fuesen liberados los soldados gubernamentales que habían sido capturados. Cerca de 5.000 prisioneros fueron liberados, mientras que por el lado del gobierno, 29 carros de prisioneros católicos fueron ahogados en el depósito de Vihiers.
Era difícil para el ejército católico acatar un código de honra frente a las incesantes atrocidades de sus enemigos. Los prisioneros liberados por Bonchamps devastaron La Chapelle, donde habitaban en aquél entonces ancianos, mujeres y niños. Entre las muchas atrocidades cometidas contra los católicos vandeanos se encuentra la masacre de un hospital cerca de Yzernay, donde 2.000 soldados heridos, ancianos, mujeres y niños fueron masacrados.
Una Capilla para honrar a esos mártires fue levantada en el lugar. Hubo también la masacre de 6.000 prisioneros católicos, muchos de ellos mujeres, después de la batalla de Savenay.
También están los Mártires de Avrillé, la mitad de ellos mujeres -beatificados por san Juan Pablo II- quienes fueron sacados de la ciudad en lotes de 400, 50 fueron puestos en línea frente a una zanja y fusilados. También fueron ahogados 5.000 en el río Loira en Nantes -sacerdotes, ancianos, mujeres y niños. Y 3.000 mujeres católicas fueron asesinadas ahogándolas en Pont-au-Baux. Los ahogamientos se transformaron en entrenamiento para los soldados. A los ahogamientos les pusieron nombres burlescos como “matrimonios republicanos” donde jóvenes y jovencitas católicos fueron atados desnudos de en dos y lanzados al agua. También lo llamaban “deportación vertical en la bañera nacional” y “bautismo patriótico”.
Aquellos que dirigieron dichas atrocidades fueron obviamente fanáticos en su odio al catolicismo, pero eran ellos los que acusaban al catolicismo de “fanatismo”. Para ser considerado culpable del supuesto “crimen” de fanatismo, bastaba que el católico ocultase a un sacerdote, escuchara Misa en secreto, o rezara el Rosario. Cuando las guillotinas no daban más a vasto con el número de “fanáticos” condenados, la legislación atea buscó métodos más eficientes para matar a las multitudes.
Así deliberaron intoxicarlos en pozos con arsénico e inventaron “gases tóxicos”. Sólo faltaba la tecnología, ya que la voluntad existía, tanto es así que Auschwitz no superó a 1790. Fue un hecho sin precedentes hasta el advenimiento de Stalin e Hitler.
Continuará...
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El ejército Vandeano fue llamado en ese tiempo el “Ejército del Sagrado Corazón”. La nobleza de la Vendée había prácticamente desaparecido en 1793, entonces los campesinos fueron convocados en su mayoría por ex oficiales y soldados de carrera para conducirlos a la batalla. Estas pintorescas características incluyeron a Charette, un oficial veterano de la Revolución Americana, y al Marqués de Bonchamps, un oficial formado en la India. Tales experimentados soldados sabían que se enfrentaban a mínimas probabilidades, pero los valerosos campesinos respondieron a la convocatoria. En un determinado momento, llegaron a dirigir a cerca de 35.000 campesinos en la batalla, muchos de ellos pobremente equipados. En su auge en 1793, el ejército católico derrotó a los Mayençais, una fuerza de 20.000 veteranos que nunca había retrocedido antes en ninguna batalla en Europa.
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Estos caudillos eran unos caballeros. El Marqués de Bonchamps, por ejemplo, pidió como último deseo antes de morir a los 33 años, que fuesen liberados los soldados gubernamentales que habían sido capturados. Cerca de 5.000 prisioneros fueron liberados, mientras que por el lado del gobierno, 29 carros de prisioneros católicos fueron ahogados en el depósito de Vihiers.
Era difícil para el ejército católico acatar un código de honra frente a las incesantes atrocidades de sus enemigos. Los prisioneros liberados por Bonchamps devastaron La Chapelle, donde habitaban en aquél entonces ancianos, mujeres y niños. Entre las muchas atrocidades cometidas contra los católicos vandeanos se encuentra la masacre de un hospital cerca de Yzernay, donde 2.000 soldados heridos, ancianos, mujeres y niños fueron masacrados.
Una Capilla para honrar a esos mártires fue levantada en el lugar. Hubo también la masacre de 6.000 prisioneros católicos, muchos de ellos mujeres, después de la batalla de Savenay.
También están los Mártires de Avrillé, la mitad de ellos mujeres -beatificados por san Juan Pablo II- quienes fueron sacados de la ciudad en lotes de 400, 50 fueron puestos en línea frente a una zanja y fusilados. También fueron ahogados 5.000 en el río Loira en Nantes -sacerdotes, ancianos, mujeres y niños. Y 3.000 mujeres católicas fueron asesinadas ahogándolas en Pont-au-Baux. Los ahogamientos se transformaron en entrenamiento para los soldados. A los ahogamientos les pusieron nombres burlescos como “matrimonios republicanos” donde jóvenes y jovencitas católicos fueron atados desnudos de en dos y lanzados al agua. También lo llamaban “deportación vertical en la bañera nacional” y “bautismo patriótico”.
Aquellos que dirigieron dichas atrocidades fueron obviamente fanáticos en su odio al catolicismo, pero eran ellos los que acusaban al catolicismo de “fanatismo”. Para ser considerado culpable del supuesto “crimen” de fanatismo, bastaba que el católico ocultase a un sacerdote, escuchara Misa en secreto, o rezara el Rosario. Cuando las guillotinas no daban más a vasto con el número de “fanáticos” condenados, la legislación atea buscó métodos más eficientes para matar a las multitudes.
Así deliberaron intoxicarlos en pozos con arsénico e inventaron “gases tóxicos”. Sólo faltaba la tecnología, ya que la voluntad existía, tanto es así que Auschwitz no superó a 1790. Fue un hecho sin precedentes hasta el advenimiento de Stalin e Hitler.
Continuará...
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