OPINIÓN. Fray Tuk. Se ha extendido entre la mayoría de los docentes de Europa y América una visión desfigurada y masoquista de la historia que acusa de modo más o menos acentuado a la Iglesia Católica de las mayores atrocidades de la humanidad. Desde primaria hasta la universidad, los alumnos tienen que deglutir sin poder masticar la doctrina oficial de occidente, con los típicos rancios clichés: cruzadas, inquisición, caso Galileo...
El hecho de que gran parte de los profesores de historia (y de otras materias) desde Tierra del Fuego hasta Noruega estén ciegos para reconocer la evidencia de que las raíces cristianas de América y Europa son un factor determinante de su desarrollo superior a otras regiones del mundo, habla por sí mismo sobre la decadencia cultural de occidente, donde las aguas vivas del saber se han quedado estancadas en los charcos fangosos de la repetición de fórmulas resentidas, falaces y acusatorias contra el cristianismo.
La Iglesia Católica transmite fielmente el mensaje de Jesucristo: la dignidad del hombre, llamado a ser hijo de Dios, urgido a amar incluso a los enemigos. Los errores que se hayan cometido en la historia se deben a la debilidad humana, no a la enseñanza de la fe, debilidad que parecen ignorar quienes pretenden convencernos de que el hombre es santo por naturaleza. Estos nuevos fariseos anti-católicos olvidan las verdaderas atrocidades extendidas a lo largo de la historia que han sido purificadas por la fe en Cristo: esclavismo, canibalismo (era parte, por poner un ejemplo, de la religión de los guaraníes), sacrificios humanos...
Capítulo aparte merecerían dos grandes fuerzas "culturales" actuales, que parecen no existir para estos historiadores justicieros: el marxismo-leninismo (presente en el llamado "socialismo del siglo XXI"), que cuenta las víctimas de sus exterminios por millones, y el islamismo radical, que, entre otras cosas, quiere castigar con la muerte a los que se convierten de la fe de Mahoma al cristianismo, como en el caso de Mohammed al-Sayyid al-Moussaoui.
Escandalizarse de que los cristianos no lo hayan hecho todo bien a lo largo de los siglos es vivir ajeno al mundo real, por ignorar la inclinación del hombre al pecado. Es sólo con una sana y equilibrada visión de la historia, acudiendo a las fuentes, entendiendo los hechos en su contexto, y comparando "culturas" con culturas, como se puede apreciar la grandeza de la labor de la Iglesia Católica a favor de la humanidad.
«Cuando vio Cortés que ya estaban asegurados y contentos, comenzó a predicarles la fe de Cristo. Mandó al intérprete que llevaba, que les dijese que les quería dar otro mejor Dios que el que tenían... Estando allí Cortés nunca sacrificaron hombres, que lo solían hacer cada día». Prudencio de Sandoval, Historia de la vida y hechos del Emperador Carlos V, 1603.
Fray Tuk.
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