COMENTARIOS A LAS LECTURAS DOMINICALES
P. Mario Ortega. Secundum Scripturas – según las Escrituras – es una fórmula que aparece repetidas veces en el Nuevo Testamento. La repetimos en el Credo ya que es el sello que garantiza que lo sucedido con Cristo, su muerte y resurrección, no es sino el designio de Dios para nuestra salvación. “Según” significa “conforme” a las Escrituras, a lo que estaba escrito, conforme a la Palabra de Dios.
“Todo lo sucedido respecto a Él es el cumplimiento de la Escritura. Sólo se lo puede comprender basándose en la Escritura, en el Antiguo Testamento. Por lo que se refiere a la muerte de Jesús en la cruz, significa que esta muerte no es una casualidad. Entra en el contexto de la historia de Dios con su pueblo; de ella recibe su lógica y su significado. Es un acontecimiento en el que se cumplen las palabras de la Escritura, un acontecimiento que comporta un logos, una lógica; es un acontecimiento que proviene de la Palabra y retorna a la Palabra, la confirma y la cumple” (Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, volumen II, p. 294).
El testimonio apostólico sobre la resurrección insiste en el cumplimiento del designio divino: “Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; fue sepultado y resucitó al tercer día, según las Escrituras” (I Cor 15 3-4) La Pasión, muerte y resurrección de Cristo, nos dice hoy igualmente San Pedro, sucedió “conforme al designio previsto y sancionado por Dios”.
Y Jesús mismo recordó a los de Emaús “lo que anunciaron los profetas”. Estaba escrito: el Mesías tenía que padecer mucho y morir en cruz, para resucitar al tercer día. Secundum scripturas. Y como estaba escrito, llama necios y torpes a estos discípulos, que no han sabido descubrir el designio de Dios, al haberse replegado en su tristeza y desencanto. Recorriendo con ellos el camino que conducía a su aldea, Jesús Resucitado les fue abriendo el entendimiento, recorriendo con ellos otro camino, el de la Escritura, para conducirlos a la fe. Les fue explicando lo que se refería a Él en toda la Escritura.
La relación entre Escritura y Eucaristía aparece muy clara en este episodio de Emaús, ya que los discípulos reconocen finalmente al Maestro en la fracción del Pan. Pero han sido previamente preparados por la explicación que han recibido de la Escritura. Así, cuando participamos en la Misa, la Liturgia de la Palabra nos prepara para la Liturgia de la Eucaristía. Estamos llamados a participar del Cuerpo y la Sangre de Cristo los que previamente hemos recibido el “ardor” de su Palabra.
Por ello - entre paréntesis - no se entiende muy bien por qué nos hemos acostumbrado a llamar a la Misa sólo “Eucaristía”, porque es Palabra de Dios también, además de Eucaristía. Pero al margen de esto, démosle gracias a Dios, porque cumple siempre su Palabra, porque sus palabras son Vida Eterna. Lo que sucedió, sucedió por su Palabra, y lo que sucede y sucederá será igualmente “según las Escrituras”.
Con María.
El testimonio apostólico sobre la resurrección insiste en el cumplimiento del designio divino: “Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; fue sepultado y resucitó al tercer día, según las Escrituras” (I Cor 15 3-4) La Pasión, muerte y resurrección de Cristo, nos dice hoy igualmente San Pedro, sucedió “conforme al designio previsto y sancionado por Dios”.
Y Jesús mismo recordó a los de Emaús “lo que anunciaron los profetas”. Estaba escrito: el Mesías tenía que padecer mucho y morir en cruz, para resucitar al tercer día. Secundum scripturas. Y como estaba escrito, llama necios y torpes a estos discípulos, que no han sabido descubrir el designio de Dios, al haberse replegado en su tristeza y desencanto. Recorriendo con ellos el camino que conducía a su aldea, Jesús Resucitado les fue abriendo el entendimiento, recorriendo con ellos otro camino, el de la Escritura, para conducirlos a la fe. Les fue explicando lo que se refería a Él en toda la Escritura.
La relación entre Escritura y Eucaristía aparece muy clara en este episodio de Emaús, ya que los discípulos reconocen finalmente al Maestro en la fracción del Pan. Pero han sido previamente preparados por la explicación que han recibido de la Escritura. Así, cuando participamos en la Misa, la Liturgia de la Palabra nos prepara para la Liturgia de la Eucaristía. Estamos llamados a participar del Cuerpo y la Sangre de Cristo los que previamente hemos recibido el “ardor” de su Palabra.
Por ello - entre paréntesis - no se entiende muy bien por qué nos hemos acostumbrado a llamar a la Misa sólo “Eucaristía”, porque es Palabra de Dios también, además de Eucaristía. Pero al margen de esto, démosle gracias a Dios, porque cumple siempre su Palabra, porque sus palabras son Vida Eterna. Lo que sucedió, sucedió por su Palabra, y lo que sucede y sucederá será igualmente “según las Escrituras”.
Con María.
P. Mario Ortega
Publicado en La Gaceta de la Iglesia
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