COMENTARIOS A LAS LECTURAS DOMINICALES
P. Mario Ortega. Mientras la noticia en los periódicos sigue siendo "la acampada de Sol", la del Evangelio, es decir, Buena Noticia, es siempre "la acampada del Sol". El Sol que nace y da paso al día es símbolo cristiano del Señor Resucitado, que un día "acampó entre nosotros" (Jn 1, 14) y sigue acampado, su "Plaza" es el mundo entero, ofreciéndose continuamente a nosotros como Camino, Verdad y Vida.
Las palabras del Señor a sus discípulos durante la última Cena tienen un marcado carácter de futuro, es decir, para que los seguidores del Maestro entendieran – entendiéramos – su presencia entre nosotros aún después de su ascensión a los Cielos. Son palabras de quien es Dios y abarca toda la historia y son palabras de quien es Hombre que va a resucitar para no morir más y transmitir esa vida a los que ama.
Por eso, su primera comunicación hoy es la de “que no tiemble vuestro corazón”; el mismo mensaje con el que el Resucitado se presenta a los suyos: “paz a vosotros”. El Señor sabe que nuestro corazón está inquieto, que necesita paz, y que esa paz profunda y definitiva no nos la puede dar ningún otro en este mundo. Sólo Dios.
El Evangelio de hoy es mensaje de quien se va pero no olvida a los que quedan. Más aún, es quien se va por nuestro bien: “para prepararnos una morada”, manifestándonos así nuestra meta divina, pero es también el Dios infinitamente cercano que quiere acompañarnos en esta vida y luego llevarnos con Él. Las intervenciones de Tomás primero y de Felipe después, dan la oportunidad a Jesús manifestar más claramente su intención de seguir "acampado" entre nosotros. La acampada de Dios continúa hoy – es la Iglesia – con vistas también a unas elecciones, mejor dicho, a una elección y muy personal: la que cada uno puede hacer de Él, convirtiéndolo en Camino, Verdad y Vida de nuestra vida.
¡Voto por Cristo! No olvidemos al significado religioso que tiene el sustantivo “voto”: promesa u ofrenda a Dios, deseo de Dios. A ese sentido nos referimos, claro está, en este comentario del Evangelio de hoy. El Evangelio es siempre una propuesta por parte de Dios y una apuesta por parte de hombre. Ahí está, para ser elegida y seguida libremente. Ojalá muchos recalen tras la tempestad de un mundo lleno de egoísmos y sinsentido, de manipulación y relativismo, en el puerto seguro y apacible de Cristo y de su Iglesia.
Porque ahí está la Verdad. La verdad no la inventa el hombre, no la puede crear, puesto que es un ser limitado, finito. La verdad sólo puede venir de Dios. La Verdad que habita entre nosotros es una Verdad recibida, patrimonio de todos, aunque no de todos – he aquí el drama – conocida.
Por eso es tan urgente la predicación de la Palabra. ¿Cómo pueden conocer la Palabra de Dios tantos hombres y mujeres a nuestro alrededor, si nadie se la anuncia? Se anuncia a través de la caridad, claro está, pero no se puede descuidar el ministerio de la Palabra, el anuncio explícito por parte de quienes ya lo recibimos; el anuncio tan silenciosamente deseado por parte de quien no lo ha recibido aún. Todos estamos en camino y Cristo es Camino para todos. Todos podemos encontrar en Él esa senda que buscan, esa vía que salva.
En este Camino, María siempre a nuestro lado.
Por eso, su primera comunicación hoy es la de “que no tiemble vuestro corazón”; el mismo mensaje con el que el Resucitado se presenta a los suyos: “paz a vosotros”. El Señor sabe que nuestro corazón está inquieto, que necesita paz, y que esa paz profunda y definitiva no nos la puede dar ningún otro en este mundo. Sólo Dios.
El Evangelio de hoy es mensaje de quien se va pero no olvida a los que quedan. Más aún, es quien se va por nuestro bien: “para prepararnos una morada”, manifestándonos así nuestra meta divina, pero es también el Dios infinitamente cercano que quiere acompañarnos en esta vida y luego llevarnos con Él. Las intervenciones de Tomás primero y de Felipe después, dan la oportunidad a Jesús manifestar más claramente su intención de seguir "acampado" entre nosotros. La acampada de Dios continúa hoy – es la Iglesia – con vistas también a unas elecciones, mejor dicho, a una elección y muy personal: la que cada uno puede hacer de Él, convirtiéndolo en Camino, Verdad y Vida de nuestra vida.
¡Voto por Cristo! No olvidemos al significado religioso que tiene el sustantivo “voto”: promesa u ofrenda a Dios, deseo de Dios. A ese sentido nos referimos, claro está, en este comentario del Evangelio de hoy. El Evangelio es siempre una propuesta por parte de Dios y una apuesta por parte de hombre. Ahí está, para ser elegida y seguida libremente. Ojalá muchos recalen tras la tempestad de un mundo lleno de egoísmos y sinsentido, de manipulación y relativismo, en el puerto seguro y apacible de Cristo y de su Iglesia.
Porque ahí está la Verdad. La verdad no la inventa el hombre, no la puede crear, puesto que es un ser limitado, finito. La verdad sólo puede venir de Dios. La Verdad que habita entre nosotros es una Verdad recibida, patrimonio de todos, aunque no de todos – he aquí el drama – conocida.
Por eso es tan urgente la predicación de la Palabra. ¿Cómo pueden conocer la Palabra de Dios tantos hombres y mujeres a nuestro alrededor, si nadie se la anuncia? Se anuncia a través de la caridad, claro está, pero no se puede descuidar el ministerio de la Palabra, el anuncio explícito por parte de quienes ya lo recibimos; el anuncio tan silenciosamente deseado por parte de quien no lo ha recibido aún. Todos estamos en camino y Cristo es Camino para todos. Todos podemos encontrar en Él esa senda que buscan, esa vía que salva.
En este Camino, María siempre a nuestro lado.
P. Mario Ortega
Publicado en La Gaceta de la Iglesia
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