12 feb 2011

El nuevo espíritu y la ley antigua


COMENTARIOS A LAS LECTURAS DOMINICALES
P. Mario Ortega. Tras habernos presentado las Bienaventuranzas como pórtico de un camino, el del Evangelio, que ha de ser testimonio en y para el mundo (sal y luz), Jesús hoy nos muestra el pleno cumplimiento de la Ley de Dios. Él mismo, que es el Amor, es el cumplimiento de la Ley.

Nos habla de cumplirla con un espíritu nuevo, pero no pretende abolir ningún mandamiento de la Ley antigua. El cristiano nunca ha de despreciar la ley, ni sus mínimos preceptos, con la excusa de que lo importante es amar. Porque el amor precisamente se va a demostrar en los más mínimos preceptos, cumplidos de corazón, con el espíritu de las Bienaventuranzas. Así llegaremos a ser sal de la tierra y luz del mundo. El que cumpla diligentemente los preceptos y así los enseñe a los demás, será grande en el Reino de los Cielos.

Este “será grande en el Reino de los Cielos” nos introduce en una superación de las obras de la Ley tal como las entendían y cumplían los fariseos, ya que en ellos era más un “cumplo” y “miento”. Su justicia no era la del Evangelio, establecían sus propias tradiciones, sus obras no eran fruto del amor. No buscaban la fe en la promesa divina sino la alabanza humana y la gloria del mundo.


La Ley de Cristo está sustentada por el amor. Se cumple por amor y, por tanto, con la alegría de quien está cumpliendo la Voluntad de Dios, dándole gloria y sirviendo al prójimo. La Ley es la misma, pero el espíritu es nuevo.

La Ley de Cristo hace libre a la persona, porque apunta directamente al corazón liberándolo de las ataduras más profundas. Con los ejemplos que pone, Jesús va “al grano”. El quinto mandamiento, por ejemplo, no se cumple sólo con “no matar”, sino que incluye el amor y el respeto a la vida, sana y dispone el corazón para no pelearse con el hermano. El respeto y el amor al prójimo serán condición “sine qua non” para la alabanza y la ofrenda divina; Jesús lleva a plenitud la ley antigua mostrándonos que no puede haber amor verdadero a Dios sin reconciliación plena con el hermano. Esta es la novedad.

Del mismo modo, habla del sexto y noveno mandamientos, haciéndonos comprender que la ofensa no está sólo en la exterioridad del acto sino en la interioridad del deseo y del pensamiento. El adulterio tiene su raíz en el corazón. Esta es la novedad.

Finalmente, establece el respeto a la verdad en lo que se afirma. La simplicidad de la fe hace innecesario el juramento ceremonioso; la vida del que dice siempre verdad confía siempre en la fuerza de la verdad misma. Esta es la novedad.

Esta es la novedad: Jesucristo, que lleva a la plenitud la Ley con la entrega de su vida. Él es la Ley, Él nos salva. Y el conocimiento de su salvación es la sabiduría a la que hace referencia San Pablo en la segunda lectura.

María, perfecta cumplidora de la voluntad de Dios y de sus preceptos, nos ayuda a vivir la Ley de Cristo.

P. Mario Ortega.

Publicado en La Gaceta de la Iglesia.


          __________

No hay comentarios:

Publicar un comentario