26 feb 2011

Descansa en Dios, confía en Él


COMENTARIOS A LAS LECTURAS DOMINICALES
P. Mario Ortega. El Evangelio de hoy es el descanso necesario en toda subida a una montaña. Hoy el Señor no fija nuestra mirada en la ley, ni nos habla de los “duros trabajos del Evangelio” (2ª Tim 1, 8), con los que quiere que escalemos hacia la cumbre de la santidad. Hoy, como buen guía, nos ofrece un descanso reparador. El descanso es Él mismo. Al poner en Él nuestra confianza, descansamos, y a la vez, liberamos nuestro corazón de agobios y preocupaciones que nos oprimen..

En primer lugar, la preocupación por el dinero, que se convierte en obsesión en la medida en que falta esa confianza en Dios. Y esto es porque nadie puede servir a dos amos. El descanso torna en advertencia, de cara a la subida que constantemente hay que reemprender: Dios no quiere “tránsfugas” que pasen “de su suave imperio a la más dura tiranía”, en expresión de San Juan Crisóstomo. El dinero y los afanes desmedidos por los bienes de este mundo, aún por la provisión diaria, son una carga con la que resultará imposible seguir el paso de Cristo hacia la cumbre.

De nuevo nos encontramos con el “Yo os digo” de Jesús, introducción que nos resulta ya familiar y que supone el motor de esperanza y firmeza para los que seguimos a Cristo: “No estéis agobiados por la vida pensando qué vais a comer, ni por el cuerpo pensando con qué os vais a vestir.” ¿Qué garantía nos da el Maestro para que adoptemos esta actitud? La más sencilla y la que más a la vista está: los seres creados, plantas y animales, cuyo sustento y belleza son dados por el mismo Creador. Ni a las aves del cielo les falta el alimento, ni a los lirios del campo, belleza y hermosura. Dios se la da. Pues ¡cuánto más precioso y digno de cuidado es el hombre, creado a imagen Suya, revestido de la belleza propia de Dios mediante la razón y el corazón, que permiten al hombre descubrir la verdad y adherirse a ella! Efectivamente, los animales no saben que nada les falta ni las flores son conscientes de su belleza. Nosotros sí conocemos el amor providente de Dios, podemos darle gracias por ello y estamos llamados a descansar en Él, confiando en el cuidado de Padre que Él nos ofrece en cada instante.

El descanso del alma en Dios se ejercita, ante todo, en la oración. Dios quiere que hagamos altos en el duro camino de cada día y dediquemos nuestro tiempo a Él, que es nuestro descanso. “Venid a mí los que estáis cansados y agobiados y Yo os aliviaré”, dirá en otra ocasión. Andamos agobiados y nos quejamos del “estrés” que el ritmo de vida actual nos impone, porque no rezamos, rezamos poco o rezamos mal. No consideramos la oración como ese encuentro silencioso y reconfortante con Jesucristo, que nos escucha y atiende en el Sagrario o en cualquier rincón de nuestra casa, si al Sagrario tenemos dificultades para acudir diariamente.

El buen cristiano será el que mucho trabaje, sí, pero sobre todo el que mucho descanse... en el Señor. Porque a Él le irá buscando y de su Corazón sólo penderá su fatigada vida. “Quien a Dios tiene, nada le falta”. ¡Qué bien entendió el mensaje del Evangelio de hoy Santa Teresa! Lo demás se nos da por añadidura, y en la medida que nos ayuda a mantenernos unidos a Dios, lo primero y único necesario.

“A cada día le basta su contrariedad”. Cuánto cambiaría el mundo si hiciésemos caso aunque sólo fuera de este versículo del Evangelio. La fe da alegría y ganas de vivir. De vivir cada día como si fuese el único, el último; con intensidad. ¿Mañana? Ya vendrá con sus afanes y lo viviremos con la misma intensidad de hoy sin pensar en pasado mañana.

La primera lectura de hoy son sólo dos versículos, pero suficientes para refrendar con el ejemplo precioso de una madre que no puede olvidarse del hijo, la enseñanza de hoy de Jesús. San Pablo, por su parte, parece hoy prepararnos de nuevo a retomar la ascensión espiritual hacia Dios exhortándonos al servicio y la fidelidad a la vocación cristiana.

Aquélla que confío sin límites en los planes de Dios y su respuesta a Él fue siempre la de “hágase en mí según tu Palabra” sea la que nos conduzca por los caminos de la confianza y el descanso en el Señor.

Con María.

P. Mario Ortega.

Publicado en La Gaceta de la Iglesia.


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