23 dic 2011

SEMBLANZAS. Vencedor en las cadenas. I



P. Jorge Teulón. Nuestra historia se desarrolla en el campo de concentración de Dachau. La liturgia celebra el 26 de diciembre la fiesta de San Esteban, el diácono más famoso de la historia de la Iglesia. Es el año de 1944.

Al final del verano, había ingresado en el campo de concentración el obispo francés de Clermont-Ferrand, Gabriel Piguet. Por primera vez, se piensa en la posibilidad de ordenar al diácono Leisner, prisionero en el campo de concentración de Dachau por su oposición firme, a pesar de su juventud, frente al nazismo. Relaciones subterráneas van y vienen, se pide la documentación y los permisos necesarios al Cardenal Miguel von Faulhaber, Arzobispo de Munich y al obispo de Münster, Clemens-August von Galen.

Hacia finales de año, Carlos María empeoró visiblemente en su proceso de tuberculosis. Se fija el 17 de diciembre, Domingo Gaudete, como día para la ordenación. El diácono ensaya en la enfermería con un cáliz tallado en madera. Hace para sí, callados ejercicios espirituales. Dos días antes de la ceremonia de ordenación, puede levantarse y abandonar secretamente la enfermería.

Pero dejemos este histórico momento, contemplado con inusitado gozo por los ángeles, a la excelente pluma del sacerdote don José María Javierre:

El obispo Piguet se ofreció a ordenar a Carlos sacerdote. Los esbirros de Hitler no podían sospechar qué juego misterioso se traían entre manos los fantasmas de Dachau, cuerpos miserables, roídos de hambre y de piojos; más que personas, aquellos prisioneros parecían sombras. Hubo que conseguir sigilosamente los instrumentos. Primero, el permiso canónico del obispo de Carlos, Clemente von Galen, lo que llaman los clérigos las dimisorias: "Doy feliz el permiso, pero pongo las condiciones de que procedáis cuidadosamente a cumplir el rito y que así pueda en el futuro demostrarse sin dudas la ordenación".

Mujeres de Dachau y de Munich sirvieron de enlace secreto con el cardenal de Munich, aquel otro titán que fue Faulhaber. Llevaron los óleos santos, el libro pontifical... Los prisioneros recortaron un mitra, tallaron en madera de encina un báculo con la inscripción: Victor in vinculis ("Vencedor en las cadenas"), ajustaron un pectoral, un anillo. Todo de puntillas. Hasta tuvieron ensayo general.

Domingo Gaudete del Adviento de 1944. En la habitación número 1 del grupo 26, las primeras luces han sorprendido una ceremonia que los guardianes hubieran creído una farsa, pero los ángeles contemplaron atónitos. El obispo vestía capa y mitra. Los sacerdotes y el diácono, andrajos. Sólo ancianos fueron invitados, de los cuatro mil sacerdotes, por no levantar sospechas. Y treinta estudiantes de teología, también presos del campo, supieron aquel amanecer la grandeza de la misa.

La contemplaron en un cuerpo frágil vestido a rayas de preso. "¡Ven, Espíritu Santo!", susurraron entre lágrimas los asistentes, mientras el obispo imponía las manos sobre la cabeza de Carlos, consagrado para siempre. "¡Ven, Espíritu Santo!", mientras le ungía las manos; "¡ven!" y le confería el poder y la gloria. El abrazo. La bendición.
Desayunaron de fiesta lo guardado de días anteriores: un ágape, un almuerzo de amor.

La habitación número 1 del grupo 26 a la que hace referencia Javierre no es sino un espacio habilitado como Capilla. Desde enero de 1941 existía una capilla en el campo de concentración de Dachau, gracias a las enérgicas exigencias de los obispos alemanes, a quienes Himmler, el jefe de las S.S., no había podido oponerse.

Sólo podía ser utilizada por el clero del Bloque 26 -de más de veinte nacionalidades, destacando el núcleo numeroso de sacerdotes alemanes- ya que, a los sacerdotes polacos de los bloques 28 y 30 les estaba prohibido su acceso.

Continuará...

P. Jorge López Teulón.



Obispo Piguet

Cardenal Faulhaber

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