P. Jorge Teulón. Recorrer España, y sus santuarios y parroquias, es encontrarse con la presencia viva de nuestros mártires de la persecución religiosa. En esta parroquia, uno fue bautizado; en aquel convento, otra hizo su profesión perpetua; en aquella iglesia, un sacerdote celebró su primera misa; en una ermita, a las afueras del pueblo, un grupo martirial pasó sus últimas semanas…
Así me ha sucedido, una vez más, en Cuéllar, provincia de Segovia. Y, concretamente, en el Santuario de Nuestra Señora del Henar.
Santuario del Henar
En la Edad Media existió un poblado con el nombre de Santa María del Henar. De dicho poblado no quedan restos arqueológicos, pero sí queda constancia documental de que en 1247 dicho poblado pagaba los tributos. Documentos de 1430 y 1580 afirman que la ermita de Santa María del Henar estaba en ruinas. Entre 1642 y 1644 se construyó el templo. El culto a la Virgen del Henar y el auge del santuario se deben a la figura del párroco de Cogeces del Monte (Valladolid), don Juan Rodrigo, quien fue nombrado administrador del santuario en 1651. El papa Gregorio XV concedió la celebración de la fiesta en 1621, llegando a su apogeo durante el siglo XVIII cuando se construyeron el camarín, el convento y se reformó el templo; enriqueciéndose éste con numerosas obras de arte. El siglo XIX supuso para el santuario un periodo de decandencia, trasladándose numerosas veces la imagen de la Virgen a la villa de Cuéllar. En 1905 se construyó la carretera que une la villa de Cuéllar con la Ermita y en 1924 se encargaron de la administración del santuario los carmelitas calzados o de la antigua observancia, quienes siguen cuidando de la ermita en la actualidad. No hay que confundir esta orden con la de los carmelitas descalzos, que se encargan de custodiar el sepulcro de San Juan de la Cruz, junto al santuario de la Virgen de la Fuencisla, patrona de Segovia.
El logro de la venida de los carmelitas al Henar se debe a una mártir. La beata Martina Vázquez de Cuéllar, hija de la Caridad. En 1959 sus restos mortales fueron trasladados al santuario y colocados en el camarín de la Virgen de El Henar. Como reza una lápida allí colocada “por cuya gestión vinieron a este Santuario los carmelitas en 1924”.
Su ciudad natal le dedicó una calle con su nombre en el año 2010. Fue beatificada el 13 de octubre de 2013, en Tarragona.
Beata Martina Vázquez Gordo
Así narra Sor Ángeles Infante Barrera, hija de la Caridad, en el perfil biográfico de las Beatas Mártires de Valencia la vida de Sor Martina.
Nació en Cuellar (Segovia) el 30 de enero de 1865. Sus padres Zacarías y Antonia eran dueños de la confitería de aquella ciudad y educadores cristianos de una familia numerosa de ocho hijos. Desde niña se mostró inteligente, abierta y audaz. Experimentó la vocación a través de un buen consejo del párroco que no veía como voluntad de Dios sus relaciones de noviazgo con un joven de Toro (Zamora). Aceptado el consejo y percibido como llamada divina, decidió ingresar en la Compañía de las Hijas de la Caridad. Con tesón y constancia superó la oposición paterna y logró realizar el postulantado en el Hospital general de Valladolid a los 31 años. Ingresó en el Seminario de la calle Jesús de Madrid el 26 de febrero de 1896. Terminada su formación inicial tuvo varios destinos: Hospicio y Colegio Medalla Milagrosa de Zamora, Hospital de Segorbe, Casa Provincial de Madrid, Hospital Doker de Melilla y de nuevo, el Hospital, Escuelas y Comedor de Caridad de Segorbe (Castellón). Desde 1906 hasta 1936 desempeñó servicios de responsabilidad como superiora local, asistenta o vicaria provincial y organizadora de los Hospitales Militares del norte de África. En todos los destinos destacó por su coraje e intrepidez a favor de los pobres.
Era de fe firme, carácter abierto, ávida de hacer el bien a todos, valiente, creativa y tenía gran sentido del humor. Sabía superar todas las dificultades con optimismo y esperanza, sin arredrarse ante los problemas. Al estallar la guerra, la Comunidad fue despedida del Hospital. Ella y las Hermanas se refugiaron en la casa de una antigua alumna, donde vivían como presas. Amenazadas de muerte varias veces y viendo que el martirio era una realidad cercana, ella aconsejó la preparación inmediata. Se confesaron por escrito con un sacerdote que vivía enfrente de ellas clandestinamente y les dio la absolución a través del cristal de su ventana. Esto sucedió la víspera de su martirio el 4 de octubre de 1936. Ese día, al saber que era apresada para morir, se puso el hábito y seguidamente fue conducida en un camión al lugar del martirio, en la carretera de Algar de Palancia. Ella misma pidió no proseguir más lejos para efectuarlo. Previamente se arrodilló, encomendó su alma a Dios, rezó por sus perseguidores y les ofreció públicamente su perdón. Después pidió morir de frente, con los brazos en cruz y el crucifijo entre los dedos de su mano derecha. Antes de recibir los disparos confesó su fe así: “Creo en las palabras de Cristo: Quien me confesare delante de los hombres, también yo le reconoceré delante de mi Padre”. Los milicianos que dispararon habían sido socorridos por ella en el Comedor de Caridad que había fundado.
Frente a la Virgen del Henar descansan los restos de la religiosa.
Continuará...
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En la Edad Media existió un poblado con el nombre de Santa María del Henar. De dicho poblado no quedan restos arqueológicos, pero sí queda constancia documental de que en 1247 dicho poblado pagaba los tributos. Documentos de 1430 y 1580 afirman que la ermita de Santa María del Henar estaba en ruinas. Entre 1642 y 1644 se construyó el templo. El culto a la Virgen del Henar y el auge del santuario se deben a la figura del párroco de Cogeces del Monte (Valladolid), don Juan Rodrigo, quien fue nombrado administrador del santuario en 1651. El papa Gregorio XV concedió la celebración de la fiesta en 1621, llegando a su apogeo durante el siglo XVIII cuando se construyeron el camarín, el convento y se reformó el templo; enriqueciéndose éste con numerosas obras de arte. El siglo XIX supuso para el santuario un periodo de decandencia, trasladándose numerosas veces la imagen de la Virgen a la villa de Cuéllar. En 1905 se construyó la carretera que une la villa de Cuéllar con la Ermita y en 1924 se encargaron de la administración del santuario los carmelitas calzados o de la antigua observancia, quienes siguen cuidando de la ermita en la actualidad. No hay que confundir esta orden con la de los carmelitas descalzos, que se encargan de custodiar el sepulcro de San Juan de la Cruz, junto al santuario de la Virgen de la Fuencisla, patrona de Segovia.
El logro de la venida de los carmelitas al Henar se debe a una mártir. La beata Martina Vázquez de Cuéllar, hija de la Caridad. En 1959 sus restos mortales fueron trasladados al santuario y colocados en el camarín de la Virgen de El Henar. Como reza una lápida allí colocada “por cuya gestión vinieron a este Santuario los carmelitas en 1924”.
Su ciudad natal le dedicó una calle con su nombre en el año 2010. Fue beatificada el 13 de octubre de 2013, en Tarragona.
Beata Martina Vázquez Gordo
Así narra Sor Ángeles Infante Barrera, hija de la Caridad, en el perfil biográfico de las Beatas Mártires de Valencia la vida de Sor Martina.
Nació en Cuellar (Segovia) el 30 de enero de 1865. Sus padres Zacarías y Antonia eran dueños de la confitería de aquella ciudad y educadores cristianos de una familia numerosa de ocho hijos. Desde niña se mostró inteligente, abierta y audaz. Experimentó la vocación a través de un buen consejo del párroco que no veía como voluntad de Dios sus relaciones de noviazgo con un joven de Toro (Zamora). Aceptado el consejo y percibido como llamada divina, decidió ingresar en la Compañía de las Hijas de la Caridad. Con tesón y constancia superó la oposición paterna y logró realizar el postulantado en el Hospital general de Valladolid a los 31 años. Ingresó en el Seminario de la calle Jesús de Madrid el 26 de febrero de 1896. Terminada su formación inicial tuvo varios destinos: Hospicio y Colegio Medalla Milagrosa de Zamora, Hospital de Segorbe, Casa Provincial de Madrid, Hospital Doker de Melilla y de nuevo, el Hospital, Escuelas y Comedor de Caridad de Segorbe (Castellón). Desde 1906 hasta 1936 desempeñó servicios de responsabilidad como superiora local, asistenta o vicaria provincial y organizadora de los Hospitales Militares del norte de África. En todos los destinos destacó por su coraje e intrepidez a favor de los pobres.
Era de fe firme, carácter abierto, ávida de hacer el bien a todos, valiente, creativa y tenía gran sentido del humor. Sabía superar todas las dificultades con optimismo y esperanza, sin arredrarse ante los problemas. Al estallar la guerra, la Comunidad fue despedida del Hospital. Ella y las Hermanas se refugiaron en la casa de una antigua alumna, donde vivían como presas. Amenazadas de muerte varias veces y viendo que el martirio era una realidad cercana, ella aconsejó la preparación inmediata. Se confesaron por escrito con un sacerdote que vivía enfrente de ellas clandestinamente y les dio la absolución a través del cristal de su ventana. Esto sucedió la víspera de su martirio el 4 de octubre de 1936. Ese día, al saber que era apresada para morir, se puso el hábito y seguidamente fue conducida en un camión al lugar del martirio, en la carretera de Algar de Palancia. Ella misma pidió no proseguir más lejos para efectuarlo. Previamente se arrodilló, encomendó su alma a Dios, rezó por sus perseguidores y les ofreció públicamente su perdón. Después pidió morir de frente, con los brazos en cruz y el crucifijo entre los dedos de su mano derecha. Antes de recibir los disparos confesó su fe así: “Creo en las palabras de Cristo: Quien me confesare delante de los hombres, también yo le reconoceré delante de mi Padre”. Los milicianos que dispararon habían sido socorridos por ella en el Comedor de Caridad que había fundado.
Frente a la Virgen del Henar descansan los restos de la religiosa.
Continuará...
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