(...viene de 'Rezando laudes junto al sagrario en Pampahuite')
En Tambo encontramos la capillita de Santiago Apóstol ya alistada por los comuneros. Nos abren además un salón de escuela para que allí descansemos. Sabían de nuestra llegada, así que nos esperan varios niños para ser bautizados con sus padrinos. Algunos son del lugar, otros han llegado caminando de otros pueblos vecinos.
Ya de noche, a la luz de las velas, celebramos los sacramentos. Un balde de plástico, que en algún momento contuvo pintura o barniz, nos sirve de Pila Bautismal. La Capilla no tiene vidrios en sus pequeñas ventanas, por lo que, a pesar de que ya hemos bajado a los 3500 m, todos nos abrigamos bastante. Después de la larga Misa nocturna, compartimos un chocolate caliente con los panes de nuestra panadería. Sin duda, es una fiesta para todos.
La Sra. Cecilia, la más anciana del lugar, se queda un buen rato para hablar conmigo. Es toda una institución en la Parroquia, pues desde su juventud adquirió la costumbre de acudir a todas las fiestas patronales de cada Comunidad y todos la conocen. Su aspecto es débil, pero con sus fuertes pies descalzos y su bastón de palo, sigue recorriendo distancias que a mí me agotan. Vive con su pareja, un anciano algo más joven y menudo que ella, que no la acompaña en sus recorridos.
Durante el día, mientras yo visito algunas casas y familias, Dimitri se entretiene con los niños en la escuela.
El siguiente pueblito es Payquiste, todavía más pequeño que el anterior. Hay una escuelita, pero por falta de alumnos está ya cerrada. Al estar más cerca del río, allí somos invitados a unas truchas que, a pesar de ser pequeñas, ninguna piscigranja podría igualar. También aparecen en nuestra mesa tunas (higos chumbos), mangos, choclos y... ¡muchos mosquitos! Los loros, con sus gritos estridentes, completan este ambiente de montaña tropical.
El altar de la capillita de Payquiste, dedicada a San Pedro (a fines de mes volveré para su fiesta) me resulta tan bello como anti-teológico: Las imágenes se multiplican, mientras que su tamaño y ubicación aparentemente no guardan ninguna relación con su “importancia jerárquica”. Pero creo que la belleza está más cerca de Dios que la propia teología, así que nunca he cambiado esta barroca disposición nacida no tanto de la ingenuidad de los pobladores, como del hecho de que sus criterios de preeminencia no se plasman con nuestros mismos cánones occidentales. Pero, me consta, ellos tienen clara “la jerarquía celestial”.
La Sra. Cecilia, la más anciana del lugar, se queda un buen rato para hablar conmigo. Es toda una institución en la Parroquia, pues desde su juventud adquirió la costumbre de acudir a todas las fiestas patronales de cada Comunidad y todos la conocen. Su aspecto es débil, pero con sus fuertes pies descalzos y su bastón de palo, sigue recorriendo distancias que a mí me agotan. Vive con su pareja, un anciano algo más joven y menudo que ella, que no la acompaña en sus recorridos.
Durante el día, mientras yo visito algunas casas y familias, Dimitri se entretiene con los niños en la escuela.
El siguiente pueblito es Payquiste, todavía más pequeño que el anterior. Hay una escuelita, pero por falta de alumnos está ya cerrada. Al estar más cerca del río, allí somos invitados a unas truchas que, a pesar de ser pequeñas, ninguna piscigranja podría igualar. También aparecen en nuestra mesa tunas (higos chumbos), mangos, choclos y... ¡muchos mosquitos! Los loros, con sus gritos estridentes, completan este ambiente de montaña tropical.
El altar de la capillita de Payquiste, dedicada a San Pedro (a fines de mes volveré para su fiesta) me resulta tan bello como anti-teológico: Las imágenes se multiplican, mientras que su tamaño y ubicación aparentemente no guardan ninguna relación con su “importancia jerárquica”. Pero creo que la belleza está más cerca de Dios que la propia teología, así que nunca he cambiado esta barroca disposición nacida no tanto de la ingenuidad de los pobladores, como del hecho de que sus criterios de preeminencia no se plasman con nuestros mismos cánones occidentales. Pero, me consta, ellos tienen clara “la jerarquía celestial”.
P. Jorge de Villar.
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