P. Jorge Teulón.
Según el estudio de Monseñor Antonio Montero Moreno, que fue su tesis doctoral por la Universidad de Salamanca, el número de religiosos asesinados por su fe en la retaguardia republicana ascendió a 6.832, de los cuales 4.184 eran sacerdotes, 2.365 frailes y 283 monjas. El Arzobispo emérito de Mérida-Badajoz publicó, en 1961, todos estos datos en la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC) bajo el título de “Historia de la persecución religiosa en España, 1936 a 1939”.
Estudios posteriores, respecto a las religiosas, afirman que 296 religiosas de 62 congregaciones diferentes fueron asesinadas en España durante la guerra civil que comenzó en 1936. Su vida y las circunstancias de su muerte aparecen recogidas en el libro “El hábito y la cruz”, publicado por la editorial Edibesa, propiedad de los dominicos, y del que es autor Gregorio Rodríguez Fernández.
Otras fuentes, entre ellas el afamado estudio de Monseñor Vicente Cárcel para la preparación del “catálogo de los mártires cristianos del siglo XX” (año 2000), amplían la estimación con 3.000 seglares, en su mayoría pertenecientes a la Acción Católica, con lo cual estiman en torno a 10.000 el número de víctimas pertenecientes a organizaciones eclesiásticas.
A estas 10.000 víctimas, con todos sus datos consignados, hay que añadir aquellos mártires que lo fueron por el simple hecho de su práctica de fe y condición de católicos sin mediar pertenencia a organización eclesiástica alguna: una estimación conservadora eleva su número a 30.000. Algunos de ellos fueron sacrificados por el mero hecho de llevar un rosario, una medalla o estampa religiosa, otros por albergar o dar de comer a algún religioso.
La magnitud e intensidad de la tragedia, para la cual hay un consenso general entre los especialistas e historiadores, es destacada por Antonio Montero: “En toda la historia de la universal Iglesia no hay un solo precedente, ni siquiera en las persecuciones romanas, del sacrificio sangriento, en poco más de un semestre, de doce obispos, cuatro mil sacerdotes y más de dos mil religiosos”.
Modestamente, tras el trabajo de campo que seguimos realizando en la archidiócesis de Toledo, creo que son muchos más los cientos de seglares que podían haber sido incluidos, si los trabajos de investigación diocesana sobre seglares se hubiesen empezado a la par de lo investigado para los sacerdotes y religiosos. Muchas de sus historias desaparecerán con el tiempo. Por nuestra parte, haremos todo lo posible, por lo menos, para conservar sus nombres y apellidos, y difundir sus historias, aunque de momento no estén incluidos en ningún proceso de canonización.
El mártir de “El Buen amigo”
Queremos reseñar el caso de un joven de Consuegra (Toledo) asesinado también en los primeros días del mes de agosto. Se trata del joven Ricardo López Palomino, asesinado con 18 años. Pertenecía a una familia humilde, ayudaba a su padre en una sencilla carpintería. Significado ante el pueblo por su labor en la parroquia, Ricardo era el encargado de distribuir “El Buen amigo”, periódico religioso fundado, en 1922, por el sacerdote toledano Federico González Plaza. Primero fue quincenal y luego semanal, aumentado considerablemente en pocos años hasta el punto de ser considerado “el mejor periódico popular de los que se publicaban en España”. Su agilidad, baratura y adaptación a la mentalidad del campesino hicieron de este periódico el instrumento de mayor culturización rural, en el que aprendieron a leer muchos labriegos.
El éxito de “El Buen Amigo” estimuló la creación de otros boletines aunque no llegarían a alcanzarle en número de ejemplares y constancia. Algunos testimonios del clero rural lo confirman: el párroco de Belvís ponderaba la eficacia de estas hojas que repartía entre el campesinado, sea al final de la misa dominical, sea de casa en casa, subrayando que realmente lo leían. El de Escalona aludía al éxito de “El Buen Amigo” precisamente entre la clase trabajadora. El párroco de Las Herencias lo utilizaba como instrumento de culturización y todo el clero se sirvió de estas hojas para contrarrestar la propaganda impresa anticlerical y antirreligiosa.
Por eso, sin duda, es justo reconocer a Ricardo López Palomino, asesinado en plena calle, ante el convento de las MM. Carmelitas, el 9 de agosto de 1936, al mártir de “El Buen Amigo”.
En el pueblo así se cuenta y, a pesar de no tener más datos, se le tiene como verdadero mártir.
Una de las cientos de miles de estampas
Estudios posteriores, respecto a las religiosas, afirman que 296 religiosas de 62 congregaciones diferentes fueron asesinadas en España durante la guerra civil que comenzó en 1936. Su vida y las circunstancias de su muerte aparecen recogidas en el libro “El hábito y la cruz”, publicado por la editorial Edibesa, propiedad de los dominicos, y del que es autor Gregorio Rodríguez Fernández.
Otras fuentes, entre ellas el afamado estudio de Monseñor Vicente Cárcel para la preparación del “catálogo de los mártires cristianos del siglo XX” (año 2000), amplían la estimación con 3.000 seglares, en su mayoría pertenecientes a la Acción Católica, con lo cual estiman en torno a 10.000 el número de víctimas pertenecientes a organizaciones eclesiásticas.
A estas 10.000 víctimas, con todos sus datos consignados, hay que añadir aquellos mártires que lo fueron por el simple hecho de su práctica de fe y condición de católicos sin mediar pertenencia a organización eclesiástica alguna: una estimación conservadora eleva su número a 30.000. Algunos de ellos fueron sacrificados por el mero hecho de llevar un rosario, una medalla o estampa religiosa, otros por albergar o dar de comer a algún religioso.
La magnitud e intensidad de la tragedia, para la cual hay un consenso general entre los especialistas e historiadores, es destacada por Antonio Montero: “En toda la historia de la universal Iglesia no hay un solo precedente, ni siquiera en las persecuciones romanas, del sacrificio sangriento, en poco más de un semestre, de doce obispos, cuatro mil sacerdotes y más de dos mil religiosos”.
Modestamente, tras el trabajo de campo que seguimos realizando en la archidiócesis de Toledo, creo que son muchos más los cientos de seglares que podían haber sido incluidos, si los trabajos de investigación diocesana sobre seglares se hubiesen empezado a la par de lo investigado para los sacerdotes y religiosos. Muchas de sus historias desaparecerán con el tiempo. Por nuestra parte, haremos todo lo posible, por lo menos, para conservar sus nombres y apellidos, y difundir sus historias, aunque de momento no estén incluidos en ningún proceso de canonización.
El mártir de “El Buen amigo”
Queremos reseñar el caso de un joven de Consuegra (Toledo) asesinado también en los primeros días del mes de agosto. Se trata del joven Ricardo López Palomino, asesinado con 18 años. Pertenecía a una familia humilde, ayudaba a su padre en una sencilla carpintería. Significado ante el pueblo por su labor en la parroquia, Ricardo era el encargado de distribuir “El Buen amigo”, periódico religioso fundado, en 1922, por el sacerdote toledano Federico González Plaza. Primero fue quincenal y luego semanal, aumentado considerablemente en pocos años hasta el punto de ser considerado “el mejor periódico popular de los que se publicaban en España”. Su agilidad, baratura y adaptación a la mentalidad del campesino hicieron de este periódico el instrumento de mayor culturización rural, en el que aprendieron a leer muchos labriegos.
El éxito de “El Buen Amigo” estimuló la creación de otros boletines aunque no llegarían a alcanzarle en número de ejemplares y constancia. Algunos testimonios del clero rural lo confirman: el párroco de Belvís ponderaba la eficacia de estas hojas que repartía entre el campesinado, sea al final de la misa dominical, sea de casa en casa, subrayando que realmente lo leían. El de Escalona aludía al éxito de “El Buen Amigo” precisamente entre la clase trabajadora. El párroco de Las Herencias lo utilizaba como instrumento de culturización y todo el clero se sirvió de estas hojas para contrarrestar la propaganda impresa anticlerical y antirreligiosa.
Por eso, sin duda, es justo reconocer a Ricardo López Palomino, asesinado en plena calle, ante el convento de las MM. Carmelitas, el 9 de agosto de 1936, al mártir de “El Buen Amigo”.
En el pueblo así se cuenta y, a pesar de no tener más datos, se le tiene como verdadero mártir.
Una de las cientos de miles de estampas
Como se puede leer, termino el artículo de hoy con esta estampa de otro joven toledano de Alcaudete de la Jara. El relato martirial, con el estilo de la época, nos presentan el martirio del abogado Luis Alonso-Castrillo.
Otro artículo sobre este tema, en el blog del padre Antonio M. Quesada:
http://testigosdelaredencion.blogspot.com.es/2012/11/frutos-del-perpetuo-socorro-laicos-que.html
Terminamos, por hoy, con este hermoso himno:
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