5 oct 2010

La Iglesia en crisis


OPINIÓN. P. Roberto Visier. Recientemente participaba en un encuentro de universitarios católicos y escuché una breve intervención de un profesor, ya jubilado, de cuya fe, buena intención y fidelidad a la Iglesia, no dudo. Habló enérgicamente y sus palabras impresionaron a los estudiantes. Afirmaba que la Iglesia está en crisis. Aducía dos hechos recientes que probaban esta crisis. En primer lugar, un destacado cardenal se había reunido con unos políticos de dudosa moralidad a compartir una cena, y en segundo lugar, se había publicado en prensa que cierto dicasterio romano tenía muchos apartamentos en Roma. A mí y a algún universitario presente nos parecieron sus razones infundadas. Tuve ocasión de manifestar mi opinión al respecto. Me parece que algunos cardenales están obligados, por razón del puesto que desempeñan en la Iglesia, a tratar con los “grandes” de este mundo, incluso en contra de su propio gusto. Después de todo, Jesucristo no se negó a comer con ninguno, aunque dijeran de él después que era comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores. En lo que se refiere a las posesiones de la Iglesia, los bienes materiales no son malos si se ponen al servicio del bien. Escándalo sería que un obispo o cardenal tuviera cien casas, pero que se invierta para luego poner los beneficios al servicio de la Iglesia universal, no me parece nada del otro mundo.

Otros insisten en la crisis de la Iglesia porque se ha quedado anquilosada en el pasado, ya nadie escucha al Papa, ni a los obispos y sacerdotes. Su enseñanza carece de interés para la sociedad moderna. También dicen que son cada vez menos los que van a Misa, que las iglesias están llenas de gente de edad y vacías de jóvenes, lo cual anuncia un final próximo. Cuando los que van a Misa ahora ya no estén, las iglesias quedarán vacías.

Sin embargo, la reciente visita del Papa Benedicto XVI al Reino Unido no parece darle la razón a estas previsiones fatalistas sobre el futuro de la Iglesia. Contra todos los pronósticos, como suele ocurrir en cada viaje del Papa (nunca faltan periodistas anticatólicos), el viaje fue un éxito. En una nación de minoría católica y de tradición anticatólica, el Papa se vio en todo momento rodeado de multitudes entusiastas, fue recibido con todos los honores como jefe de Estado, se entrevistó con la Reina y el primer ministro, fue escuchado con atención e interés por parlamentarios, intelectuales y jerarcas no católicos. Parece que las crónicas de los periódicos británicos dieron un balance muy positivo a la visita Papal. Es cierto que en Europa son pocos los que van a Misa y las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada descienden, pero crecen en Asia, África, EE.UU y algunos países de Hispanoamérica.

A pesar de lo dicho, hay que reconocer que la Iglesia está en crisis, y en una crisis no pequeña. Lo que pasa es que hay que delimitar muy bien las causas, porque si equivocamos el diagnóstico no podremos sanar al enfermo. Es cierto que el mundo Occidental ha dejado de ser cristiano en gran medida, y que la Iglesia, además de no ser escuchada, es muy perseguida por el laicismo radical reinante y por otros muchos enemigos. Pero la raíz más profunda de la crisis es interna. Muchos católicos que van a Misa no viven después la enseñanza de la Iglesia. La falta de fidelidad al Magisterio de algunos sacerdotes y laicos hace un daño enorme a la comunión y unidad en la Iglesia. También sacerdotes y obispos dan malos ejemplos. Por eso el Papa tiene que manifestar tantas veces su vergüenza y tristeza por los casos probados de sacerdotes pederastas. En general, en muchos ambientes católicos se ha perdido el empuje misionero, abundan los curas desencantados, los laicos acobardados. Unos por miedo, otros por pereza y todos por falta de fe, han abandonado el apostolado más elemental. Existe un gran vacío de vida espiritual: se reza poco, se habla mucho y no se hace casi nada.

Pero la Iglesia no se caerá porque es humana pero también divina, formada por hombres pero guiada por el Espíritu Santo. El Señor Jesús está con nosotros hasta el fin del mundo. El presente de la Iglesia tiene sombras pero también muchas luces: Papas sabios y santos, mártires y vidas heroicas. Valdrá la pena profundizar más adelante en las luces y las sombras de la Iglesia de hoy.

P. Roberto Visier.
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