9 oct 2010

Los misioneros retornan a España


(...) Pero esa tranquilidad duró poco. Dos días después salimos de nuevo, pues ahora me tocaba visitar la zona de Huayllati. Hasta allí nos llevó de nuevo a los doce “la furgoneta de Saúl” y allí nos quedamos varios días.


Nuestros amigos ya estaban bien adaptados a la altitud, y no sufrieron tanto como antes, en las caminatas que hicimos a las Comunidades de Tenería, Ccorichichina y Cconchacota. Esta última es la más alta no ya de la Parroquia, sino de toda la Prelatura. Son 4800 metros de altitud. De día el sol quema, más que calienta. Y de noche el frío corta. De allí son Gregorio y Crisaldo. A través de ellos, pudimos experimentar el calor de su agradecimiento. No nos faltó nada. Nos dejaron pieles de oveja, mantas, ponchos. Mataron una oveja para que comiésemos carne en esos días y, a pesar de mis “quejas” (no insistí mucho para no ofenderles) cazaron para nosotros un Chullumpi (pato salvaje) y un Yanawico (una especie de cigüeña) de la laguna glaciar vecina al pueblo, a los pies del Malmanya (pico de 6000m). Nos facilitaron además cuatro caballos chúcaros (pequeños y semisalvajes) para ayudarnos en nuestros desplazamientos. Fue divertido ver a todos haciendo sus pinitos ecuestres en esos lugares...

Desde allí, directamente fuimos el domingo pasado a Chalhuahuacho, pueblo minero ya más importante, donde tomaron una furgoneta al Cuzco, esta vez solo con Saúl que les acompaña. El lunes fueron a Machu Picchu y el martes visitaron Cuzco. El miércoles retornaron a España.

Y yo a Progreso, donde siento una vez más esa curiosa sensación de tranquila tristeza que me queda cuando me separo de gente querida, pero que de alguna forma “mato” escribiéndote. Lo primero que he hecho al regresar de estas semanas de misión, después de ponerme al día en las cosas de la casa, ha sido sentarme ante el ordenador para escribirte toda esta mañana.

Este domingo me iré a Cuzco por unos días, a conseguir mantas para el frío y otras cosas, y luego quiero “escaparme” unos días a Huayllati, ya sin moverme, y aprovechar para rezar, leer, escuchar música y escribir. Necesito unos días de tranquilidad.

¡Hasta muy pronto, Arturo! Gracias por estar allí.

Tu amigo y hermano

P. Jorge de Villar.










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