6 nov 2010

Creo en el Dios de la vida, en el Dios que da vida


COMENTARIOS A LAS LECTURAS DOMINICALES
P. Mario Ortega. La absurda cuestión que le plantean los saduceos a Jesús no es una duda sobre el matrimonio, sino sobre el hecho de la resurrección, que este grupo judío negaba. La pregunta era capciosa y lo que pretendían los saduceos era afirmar su postura negacionista de la vida tras la muerte. Su nombre significa “justos”, es decir, los saduceos se creían justos porque decían amar a Dios sin esperar recompensa futura. Parece que hay también mucho saduceo hoy en día.

Si se niega la resurrección, el hombre queda reducido al más existencialista y heideggeriano pesimismo del “Sein – zum – Tode”, o “ser para la muerte”. La vida vale realmente poco, es pura materia, y si vale tan poco, no pasa nada si se elimina cuando es un problema en el vientre de la madre o en la cama del hospital. Sin el Dios de la vida, el mundo se deshumaniza irremediablemente.

Es lo que parece reinar hoy en gran parte de la humanidad: la profunda sensación - que no certeza - de que la muerte es el final de todo, que acaba con todo, incluso con Dios. Si se considera al hombre como ser para la muerte, Dios no sería Dios de vivos. Y si después de esta vida no hay nada y no hay un Dios de vivos, los vivos ahora pueden hacer lo que quieran. Si no hay resurrección, Dios no es Dios de vivos, se proclama la muerte misma de Dios y el hombre, pura materia, queda a merced de un destino ciego.

Jesucristo nos enseña exactamente lo contrario. La verdad del Evangelio, que Cristo proclama también en esta ocasión, es que Dios es Dios de vivos, que nos ha creado para la vida. A la luz del que es la Palabra encarnada, se hace más comprensible toda la Escritura. Así, el emocionante relato del martirio de los Macabeos es un valiente testimonio de fe en la resurrección y, por tanto, en el Dios que da la vida.

El mes de noviembre tiene para los cristianos el trasfondo de la meditación en la vida eterna y ha de ser precisamente el deseo de la vida eterna con Dios el que tiene que mover nuestro corazón cristiano. Porque creemos en el Dios de la vida, en el Dios que da la vida.

P. Mario Ortega.


Publicado en La Gaceta de la Iglesia.
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