OPINIÓN. P. Roberto Visier. Recientemente, en un discurso del Papa Benedicto XVI a la Conferencia Episcopal Italiana, el Pontífice hablaba de la crisis económica que está sacudiendo a Italia, no tan fuertemente como a Grecia, Portugal y España, pero se deja sentir también en la tasa de paro y sobre todo en la poca estabilidad de los puestos de trabajo, lo que crea una gran inseguridad laboral.
Es frecuente, como está pasando en este momento en España, que la gente no tome conciencia de la magnitud del problema hasta que no le afecta a su propio bolsillo. Y es que vivimos en un materialismo tan acentuado, que aunque se conmuevan los principios más fundamentales de la sociedad, casi nadie se queja si no se ve desmejorado su “bienestar” económico. Y no nos damos cuenta, como ha subrayado el Papa, de que la raíz de todo es la crisis moral y cultural. Para decirlo en un modo muy claro y sencillo: faltan ganas de hacer el bien, de evitar el mal, de respetar las normas, de practicar la virtud; por otra parte se está perdiendo el sentido de lo bello, de lo grande, de lo exigente. Es una sociedad sin héroes, sin creatividad, sin coraje, sumida en el facilismo, la pereza y la cobardía. De muchos modos se manifiesta una cultura de la violencia, del instinto, de lo grotesco, de lo feo, de lo inexpresivo...
También habla el Papa del vacío existente por la ausencia de los valores religiosos, porque la sociedad laica ha desfigurado la libertad religiosa convirtiéndola en ausencia de lo divino. El Papa invita a acoger de nuevo los tesoros de la revelación cristiana. Si Dios ha hablado ¿por qué no escucharlo?
Es muy importante comprender que el ser humano es una unidad y el mundo, en cierto sentido, esté más o menos globalizado, es también una unidad. No se puede pensar en un hombre pervertido moralmente y competente en los negocios. Puede funcionar un tiempo pero tarde o temprano todo se desmorona. Un mundo donde se pretende destruir la familia, donde se atenta impunemente contra la vida del no nacido, donde se desprecia la vida del anciano o del enfermo, donde unos países no buscan el progreso de los otros, donde no se respetan las convicciones religiosas de los otros, no puede funcionar.
Creo que hay dos huecos muy profundos que conviene analizar otro día, que son la crisis de la democracia y la crisis de la confianza en la razón. Ambas son una clara consecuencia de una sociedad que ha renunciado a vivir en la verdad.
Es frecuente, como está pasando en este momento en España, que la gente no tome conciencia de la magnitud del problema hasta que no le afecta a su propio bolsillo. Y es que vivimos en un materialismo tan acentuado, que aunque se conmuevan los principios más fundamentales de la sociedad, casi nadie se queja si no se ve desmejorado su “bienestar” económico. Y no nos damos cuenta, como ha subrayado el Papa, de que la raíz de todo es la crisis moral y cultural. Para decirlo en un modo muy claro y sencillo: faltan ganas de hacer el bien, de evitar el mal, de respetar las normas, de practicar la virtud; por otra parte se está perdiendo el sentido de lo bello, de lo grande, de lo exigente. Es una sociedad sin héroes, sin creatividad, sin coraje, sumida en el facilismo, la pereza y la cobardía. De muchos modos se manifiesta una cultura de la violencia, del instinto, de lo grotesco, de lo feo, de lo inexpresivo...
También habla el Papa del vacío existente por la ausencia de los valores religiosos, porque la sociedad laica ha desfigurado la libertad religiosa convirtiéndola en ausencia de lo divino. El Papa invita a acoger de nuevo los tesoros de la revelación cristiana. Si Dios ha hablado ¿por qué no escucharlo?
Es muy importante comprender que el ser humano es una unidad y el mundo, en cierto sentido, esté más o menos globalizado, es también una unidad. No se puede pensar en un hombre pervertido moralmente y competente en los negocios. Puede funcionar un tiempo pero tarde o temprano todo se desmorona. Un mundo donde se pretende destruir la familia, donde se atenta impunemente contra la vida del no nacido, donde se desprecia la vida del anciano o del enfermo, donde unos países no buscan el progreso de los otros, donde no se respetan las convicciones religiosas de los otros, no puede funcionar.
Creo que hay dos huecos muy profundos que conviene analizar otro día, que son la crisis de la democracia y la crisis de la confianza en la razón. Ambas son una clara consecuencia de una sociedad que ha renunciado a vivir en la verdad.
P. Roberto Visier.
¡Qué triste suena: una sociedad que ha renunciado a vivir en la verdad!
ResponderEliminarEs increíble...preferir el facilismo, la comodidad, el no esfuerzo. Vivir engañados...Es como ir detrás de pompas de jabón que tarde o temprano se deshacen y ¿qué queda?
Pidamos al Señor que nos conceda la gracia de vivir siempre en la Verdad, de quererla, preferirla y agradecerla, aunque esa verdad no sea siempre acorde a nuestro querer o gusto.