5 ago 2011

TESTIMONIO. Del retiro de silencio al campamento minero


Ese mismo martes, viaje a Chuquibambilla. A mi lado, “de copiloto”, el Padre Romano. Detrás el Padre Domingo y dos religiosas chilenas de Tambobamba. Los dos padres son Agustinos, de 72 y 78 años respectivamente. Llegaron en el 1968 y allí se han quedado. Es admirable. Están en Tambobamba, pero por razones de edad. Son ocho horas al volante por carreteras que parecen sacadas de un teatro de operaciones bélicas en Irak. De hecho, en kilómetros, el viaje es de sólo 160.

A mitad, un alto en Progreso, donde está el Padre Marek con el Padre Rómulo (diocesano peruano). Este último está bastante destrozado físicamente, pues tiene una hernia de disco que le impide casi caminar, por lo que irá a Lima a operarse en los próximos días. Posiblemente yo vaya entonces a Progreso a reemplazarle con el Padre Marek. Almorzamos allí y seguimos hacia Chuquibambilla, la Sede de la Prelatura, donde nos espera el Obispo, para concelebrar juntos en la catedral a las seis de la tarde. Después, descanso, pues al día siguiente comienza el retiro que el obispo me pidió que yo predicase.

Son tres días, miércoles, jueves y viernes, de charlas y meditaciones. En una, preparada de antemano sobre la importancia de dar preponderancia a la Misericordia sobre la Justicia, recordaba una anécdota que le ocurrió al difunto arzobispo de Nueva York, Fulton J. Sheen, y que ahora se me hacía más actual que nunca. Contaba este Obispo que, caminando por las calles de Manhatan, se le acercó un pequeño lustrabotas. Él se extrañó de que no estuviese en clase, pues eran horas lectivas. El pequeño le explicó que lo habían expulsado de su escuela parroquial, por no cumplir las normas (se había ausentado sin permiso). El Arzobispo fue con él a hablar al Párroco, que, lógicamente, le recibió algo nervioso. Monseñor Sheen simplemente le contó lo siguiente: “Sé de tres muchachos que fueron expulsados de sus centros de estudios, todos ellos religiosos, el uno por pelearse con sus compañeros, el otro por dibujar en clase de geografía y el tercero por guardar revistas prohibidas bajo su cama. En los tres casos, la medida podría considerarse justa, pues se tomó basándose en los reglamentos internos de sus centros. Pero le diré ahora el nombre de esos tres muchachos. Eran, respectivamente Benito Mussolini, Adolfo Hitler y José Dyugaslivi “Stalin”. ¿No cree usted, Padre, que la Historia hubiese sido muy distinta si en esos centros hubiesen sido menos justos y más misericordiosos?...” El párroco readmitió inmediatamente al pequeño que, posteriormente, entraría al seminario, se hizo sacerdote y escribió una biografía de Fulton J. Sheen donde cuenta, en primera persona esta hermosa anécdota. Al relatarla a los padres, religiosas y obispos presentes en el retiro, no puedo dejar de pensar en David y tantos otros expulsados.

En esos días fui diariamente a visitar a Jorge Julio Epifanio, un ahijadito que me traje de una comunidad que visité en enero, en otra de las misiones que hice. Nació el día 6 de enero y su mamá murió en el parto. Era su única familia, así que lo bauticé y “me lo quedé”, buscándole un hueco con unas madres italianas que tienen un Hogar en Chuquibambilla. Está increíble, gordo, sonriente y melenudo. Se parece a Evo Morales, sólo le falta el jersey a rayas… Las madrecitas le tratan con todo mimo, es el engreído del Hogar, el más pequeño además.

El sábado 20 emprendo el regreso, pero me quedo a re-visitar (ya estuve en noviembre) la Parroquia de Totora-Oropesa, a cargo de dos padrecitos italianos muy jóvenes y majísimos, Andrea y Alessandro, que insistieron mucho durante el retiro para que les acompañase. Paso un día estupendo con ellos, hacen un trabajo estupendo, pertenecen a un Movimiento de espiritualidad Salesiana, “Matto Grosso”, y crean talleres para chicos y chicas, que aprenden oficios con gran futuro, especialmente en el área de restauración de retablos y templos virreynales. Es en el propio templo parroquial donde practican, y los frutos saltan a la vista, pues se ve como el templo, antes ruinoso, recobra su antiguo esplendor. Una vez egresados, hay bastantes posibilidades de trabajo para gente bien preparada en el campo de la restauración.

El domingo, camino de regreso, aprovecho para celebrar la Misa en el campamento minero de Challhuahuacho en la mañana, para los mineros y los ingenieros. Me quedo a almorzar con ellos, pero casi parece un almuerzo de trabajo, pues toda la conversación gira en torno al Código da Vinci, el “evangelio” de Judas y todas esas cosas. Pero viene bien, pues creo que bastantes dudas quedan aclaradas. Además me alegra mucho que estos temas causen tanto revuelo, pues es una muestra de que los temas religiosos en general y la Iglesia en particular a nadie dejan indiferente. El ansia interna por algo trascendente es lo que provoca todo este interés, sin duda usado por motivos comerciales, pero prueba de que la inquietud existe. Es cuestión de canalizarla, pues todas estas polémicas creo que a la larga podrían beneficiar mucho a la Iglesia, si se aprovechan correctamente. Más que satanizar esos libros y esos supuestos “hallazgos”, que objetivamente no son más que mediocridad literaria y sensacionalismo comercial pseudo Arqueológico, pienso que la ocasión es buena para darse cuenta de que la gente tiene preguntas que le inquietan y que es mucho más lo que ignoran sobre los Evangelios, la Iglesia, su Historia y la fe que lo que saben o creen saber. Así que es una buena ocasión que conviene aprovechar. ¡Gracias, Dan Brown! Por cierto, compré deliberadamente una edición pirata del libro, así al menos el autor no se lleva ni un duro mío.

Bueno, ese domingo voy en la tarde a Haquira, donde celebro otra Misa y me quedo a dormir. Antes de acostarme, veo en TV el “debate” Alan-Humala, los candidatos rivales en las próximas elecciones. De hecho no es tal debate, pues cada cual habla por tres minutos sobre un tema, sin preocuparse por lo que dice el otro. Es como escuchar dos discursos en paralelo. Además, el contenido es lo de menos, lo que se busca es la imagen transmitida y saber “quien ha ganado el debate”, como si se tratase de un combate de lucha libre...

Continuará...

P. Jorge de Villar.

          __________

No hay comentarios:

Publicar un comentario