16 ene 2011

La Iglesia lo sigue señalando: "Este es"


COMENTARIOS A LAS LECTURAS DOMINICALES
P. Mario Ortega. Ya lo había predicho. Sabía Juan que su misión era la de anunciar la venida del Mesías y prepararle los corazones de los hombres. El protagonista no es él, sino Jesucristo, al cual señala solemnemente diciendo a sus discípulos: “Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.

La Iglesia, en su misión profética, como Juan, sigue señalando a Jesús: “Éste es”. Lo hace de muchas formas, pero especialmente, con las mismas palabras de Juan, en la liturgia eucarística, cuando el sacerdote levanta el Corpus Christi y repite las mismas palabras del Bautista, añadiendo: “Dichosos los invitados a la cena del Señor”.

Es una frase realmente arrolladora. Scott Hahn, autor junto con su esposa del famoso libro “Roma, dulce hogar”, debe precisamente a estas palabras su conversión al catolicismo: “No podía imaginar mayor emoción que la que habían obrado en mí esas palabras. La experiencia se intensificó un momento después, cuando oí a la comunidad recitar: “Cordero de Dios... Cordero de Dios... Cordero de Dios...” y al sacerdote responder: “Este es el Cordero de Dios...” mientras levantaba la hostia. En menos de un minuto, la frase “Cordero de Dios” había sonado cuatro veces. Con muchos años de estudio de la Biblia, sabía inmediatamente dónde me encontraba. Estaba en el libro del Apocalipsis, donde Jesús se le llama el Cordero no menos de veintiocho veces en veintidós capítulos. Estaba en la fiesta de bodas que describe San Juan al final del último libro de la Biblia. Estaba ante el trono celestial, donde Jesús es aclamado eternamente como Cordero. No estaba preparado para esto, sin embargo... ¡estaba en Misa!” (De su libro “La cena del Cordero”).

Nos sumergimos en la profundidad espiritual y teológica que encierra esta proclamación de fe cada vez que celebramos la liturgia eucarística.

“Este es”: La Iglesia señala la presencia cercana, íntima a nosotros, de Cristo. A la pregunta que todo hombre se hace sobre Dios, sobre su presencia o ausencia, la Iglesia siempre me mostrará el Cuerpo de Cristo invitándome a recibirlo en mi casa, acogiendo su palabra, que basta para sanarme. “Este es”. Como si nos dijera: “no busques más, éste es. No creas que es algo lo que te va a llenar tu corazón; es alguien: Este es”. Acogiendo su presencia en la Eucaristía, podremos descubrir al mismo Señor en cada prójimo y confesarlo con las mismas dos palabras: “Este es”.

La misión de la Iglesia y del cristiano es mirar continuamente a Cristo y proclamar a todos: “Este es”, proclamación de fe que se corresponde con la afirmación que Jesucristo nos hace de su divinidad y su presencia: “Yo soy”.

“El Cordero de Dios”. Dios que se presenta como un Cordero y he aquí el escándalo para muchos, el misterio para todos. Buscamos un Dios fuerte, porque lo es, pero no terminamos de aceptar que Jesús es Cordero manso y humilde, que manifiesta su poder infinito a través de su obediencia, su paciencia, su pureza... Dios hecho hombre es Cordero que, sacrificado, quita el pecado del mundo. Este es, y viene para mi bien, para quitar de mi vida eso que tantas veces me cuesta reconocer que me sobra, que es lastre, que es venda que no me deja ver y muro que me impide avanzar. El pecado. Por mucho que quiera negarlo, ahí está. Jesucristo se ha hecho Cordero, para cargar sobre Él mi pecado.

P. Mario Ortega.

Publicado en La Gaceta de la Iglesia.

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