28 feb 2011

El poder de las ideologías


OPINIÓN
P. Roberto Visier. Una vez dijo Albert Einstein que es más fácil romper un átomo que un prejuicio. Y tenía razón. El ser humano se agarra a sus propias convicciones con uñas y dientes. En cierto sentido es normal, quiero decir que es muy humano. Todos poseemos ese deseo innato de encontrar la verdad y de vivir en ella, así que acabamos convenciéndonos de que nuestro modo de pensar y de vivir es verdadero, porque sería muy duro reconocer que vivimos voluntariamente en el error, que nos engañamos o que deseamos engañar a los demás.

Todo el mundo tiene derecho a mantener sus opiniones, todos tenemos nuestras ideas. El hombre necesita creer en algo, luchar por algo, saber que está caminando hacia alguna parte, que se apoya sobre suelo firme. Esto, como ya he dicho, es humano y es sano. Precisamente no parece muy humano, ni muy sana esa otra tendencia, por desgracia bastante extendida, de no tener ideas, de conformarse con pensar lo que "todos" piensan (o dicen que piensan o parece que piensan), de diluirse en la masa, de repetir simplemente lo que los “omnipotentes” medios de comunicación repiten. La verdad la dice “la tele”, o en todo caso se puede buscar en Internet. Todavía peor puede resultar convencerse de que no se debe estar convencido de nada porque todo es opinable, porque nada se puede saber con certeza, porque, en definitiva, nada es verdad ni mentira sino que depende del color del cristal con que se mira.

En este sentido, me parece muy bueno eso de tener una ideología, de creer en algo, de luchar por algo, de encontrarle un sentido a la vida. No obstante la dura experiencia del siglo XX nos ha enseñado que las ideologías pueden ser destructivas. En nombre del nazismo y del comunismo se han eliminado sistemáticamente millones de personas. Otras han sido encarceladas, torturadas, marginadas, humilladas o perseguidas de muchas otras maneras. ¿Qué es lo que le da este poder a la ideología? ¿Cómo es posible que esto haya ocurrido y siga ocurriendo hoy? El tema es muy interesante y bastante complejo, pero quisiera dar algunas pistas que nos ayuden a no caer en la trampa de las ideologías modernas.

En primer lugar, la ideología se convierte en perniciosa cuando se coloca como fin y no como medio, cuando los hombres se ponen al servicio de la ideología y no ésta al servicio del hombre. Cuando se sirve a una persona o a un determinado grupo, en lugar de servir a la humanidad en general y en concreto, es decir al bien común, que es el de todos y el de cada uno. En las ideologías totalitarias todos deben servir al “partido”, a la “causa”, a la “revolución” o al “líder” de marras. Esto es una de las causas de la crisis política que se vive en occidente. Se trabaja al servicio del partido, de los votos o de la ideología que se quiere defender, aunque ésta beneficie solamente a un reducido sector de la población y perjudique a la totalidad.

En segundo lugar, la ideología es errónea y peligrosa cuando legitima el uso de la mentira y de la violencia (entre otras cosas) como caminos para defender la supuesta “justicia” y “verdad” de la ideología o del partido. Como hemos ya afirmado, la violencia se puede ejercer de modos muy diversos: desde la destrucción física del enemigo (terrorismo armado) hasta la eliminación de su presencia pública mediante la calumnia, la persecución política, policial o judicial. Una descalificación del adversario sin darle oportunidad de entrar en juego o de defenderse.

El problema no es que se esté dispuesto a dar la vida. Siempre se han considerado héroes a los que han muerto defendiendo su patria, u otras vidas humanas, o en nombre de la justicia y de la verdad. Es también cierto que muchas veces se atribuye el título de héroe al que no lo merece y que existen muchos héroes anónimos, pero es aún mucho más triste que sea cada vez más difícil encontrar a alguien en nuestra cultura occidental, que este dispuesto a arriesgarse por algo, cuanto más a ofrecer su vida. El problema surge cuando se está dispuesto a sacrificar una vida inocente simplemente porque es un obstáculo para mis ideas o simplemente para mi egoísmo. En el fondo éste es el fundamento sólido de las ideologías totalitarias. Cuando convertimos nuestro interés personal (de ideología, de raza, de nación, de región o de religión) en centro del mundo y de la historia. Entonces todo lo que contradiga ese interés personal o de “mi grupo” se convierte en un enemigo que hay eliminar utilizando cualquier media a mi alcance. La ideología explota así la parte más oscura del ser humano: la soberbia, la prepotencia, el deseo de poder, de poseer, de dominar.

P. Roberto Visier.

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1 comentario:

  1. Gracias Padre exelente articulo muy esclarecedor. Jesús mi Verdadero ideal, tambien Gracias a la Iglesia Catolica que siempre con la VERDAD, nos hace verdaderamente LIBRES

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