11 jul 2011

OPINIÓN En busca de identidad


P. Roberto Visier..En el mensaje para la Jornada Mundial de la Juventud el Papa Benedicto XVI pregunta “¿Cuáles son nuestras raíces?” Responde que la familia y la cultura del propio país son un componente importante de nuestra identidad, a lo que añade la necesidad de incluir nuestra fe en Cristo como parte de nuestras raíces.

El tema de la identidad me parece de vital importancia en el contexto actual, cuando la crisis del pensamiento filosófico y del pensamiento en general, sobre todo en las jóvenes generaciones, está haciendo estragos. Me refiero a la incapacidad de los jóvenes, al menos de muchos de ellos, para dar una respuesta a las preguntas fundamentales de la existencia: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy?.

¿Quién soy? Ante todo soy un ser humano. Eso quiere decir que he recibido unas capacidades superiores a las de cualquier otro ser del mundo material. No soy una roca, ni un animal, ni una planta. A pesar de tener muchas cosas en común con el mundo animal existen muchas más que me distinguen y me ponen muy por encima de cualquier especie animal: mi racionalidad, es decir mi capacidad para realizar razonamientos abstractos; el lenguaje humano que se expresa de modos diversísimos en la literatura y en arte; la conciencia que tengo de mí mismo y sobre el bien y el mal; y sobre todo mi libertad, la posibilidad de decidir y de forjar en gran medida mi destino. En definitiva la capacidad de amar hasta dar la vida por la persona amada. Incluso la posibilidad de odiar hasta el punto de poder destruir a mis semejantes, habla del inmenso poder que el hombre tiene en sus manos y de la triste posibilidad de autodestruirse cuando no encauza debidamente sus habilidades.

Encontrar la propia identidad significa reconocer la grandeza del ser humano, sus derechos inalienables y su responsabilidad ante el resto de la humanidad y el mismo mundo natural. La conciencia de la propia dignidad y de la dignidad de todo ser humano independientemente de su raza, condición social, sexo, edad, religión. Parece una cosa totalmente clara y asumida por todos pero no es algo tan diáfano cuando miramos al mundo y contemplamos las guerras, la marginación de la mujer, los atentados contra la infancia y contra los niños no nacidos, la persecución religiosa, el terrorismo, etc. Cuando nos damos cuenta de que son defendidos con más ahínco los “derechos” de los toros y las ballenas que los de los seres humanos que viven en la más absoluta pobreza; que se da mucha más publicidad y dinero para combatir el supuesto calentamiento global, que para solucionar el hambre en el mundo, promover la recta distribución de los alimentos o luchar contra la especulación.

Ser yo mismo, reconocer la propia identidad, no significa encerrarse en un individualismo que pone el centro del universo en el propio ombligo. Aquí viene en nuestra ayuda la fe, porque nos da la certeza de ser imagen y semejanza del Dios creador, llamados a formar parte de una única familia humana donde todos seamos hijos de un solo Padre: Dios. Es la única fraternidad universal sin fisuras. Sobre todo porque ante la fugacidad de la vida presente y la presencia angustiante de la muerte me saca de la tentación de vivir para mí mismo los cuatro días de mi corta existencia. Me da la medida exacta de mi responsabilidad ante Dios y ante los demás hombres. No estoy aquí por casualidad, he recibido una misión, ahora sé de dónde vengo y a dónde voy.

P. Roberto Visier.

          __________

No hay comentarios:

Publicar un comentario