Viernes 19 de abril de 2013.
RESUMEN VenL. “En una misma habitación dormíamos, recibíamos clases y rezábamos ocho seminaristas”. Capilla, dormitorio y aula en unos pocos metros cuadrados. Durante un año y medio, éste fue el seminario de Tomás Zhang. “Fue mi primera experiencia de pertenecer a la Iglesia perseguida. No podíamos salir mucho para no despertar sospechas. Así vivíamos, sin canto ni llanto”, explica este diácono, consciente del peaje que ha de pagar por formar parte de la llamada Iglesia clandestina de China. “Yo prefiero llamarla la Iglesia fiel a Roma”, explica este diácono que ha vivido en primera persona el férreo control del régimen comunista que sólo reconoce a aquellos sacerdotes que se muestran afines al sistema. “Al principio éramos una Iglesia, pero el régimen tomó un cuchillo y la dividió. Aunque entre nosotros nos queremos, no hay mucha relación”.
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