Así pues, nuestro protagonista de hoy encabeza la lista de los 44 mártires que la Congregación dehoniana tuvo en el siglo XX:
· 1936: Beato Juan María de la Cruz García Méndez (España).
· 1941: P. Franz St. Loh (Alemania).
· 1942: P. Joseph B. Stoffels y Nicolas A. Wampach (Luxemburgo).
· 1944: P. Nicola M. Capelli (Italia).
· 1944-1945: 11 misioneros holandeses muertos en un campo de concentración japonés en Muntok (Indonesia): P. Petrus M. Cobben, P. Andreas Gebbing, P. Wilhelmus F. Hoffmann, P. Franciscus B. Hofstad, P. Theodorus Th. Kappers, P. Isidorus G. Mikkers, H. Gerardus Matthaeus Schulte, H. Theodorus Wilfridus van der Werf, P. Petrus N. van Eijk, P. Franciscus J.B. van Iersel, P. Henricus N. van Oort. · 1945: P. Christian H. Muermans (Bélgica).
· 1961-1964: 28 misioneros (belgas, luxemburgueses, holandeses y un italiano) en el Congo: Mons. Joseph A. Wittebols, P. Amour J. Aubert, P. Karel J. v. R. Bellinckx, P. Hermanus W. Bisschop, H. Martinus Damianus Brabers, P. Clément F. Burnotte, P. Joseph Ch. B. Conrad, P. Johannes B. de Vries, P. Henricus D. Hams, P. Leo L.-M. Janssen, H. Jozef Andries Laureys, P. Aquilino Bernardo Longo, P. Jacques J.V. Moreau, P. Gerardus St. Nieuwkamp, H. Jozef Alois Paps, P. Arnoldus W. Schouenberg, H. Wilhelmus Arnulfus Schouenberg, P. Johannes A. Slenter, P. Josephus J. Tegels, P. Francicus Th. M. ten Bosch, P. Jean I. Trausch, P. Christian J.B. Vandael, P. Jeroom G. Vandemoere, P. Petrus J. van den Biggelaar, H. Henrik Jozef Vanderbeek, P. Henricus B. van der Vegt, P. Henricus J.E. Verberne, P. Wilhelmus P. Vranken.
Quizás se podría además considerar también de la Familia Dehoniana a la Beata Anwarite Nangapeta (1964), hermana congolesa de la Sagrada Familia, congregación fundada por el Obispo dehoniano Mons. Camille Verfaillie en 1937. Esta beata se formó en el camino de la oblación dehoniana bajo la dirección espiritual del mártir Monseñor Joseph A. Wittebols, scj.
23 de julio de 1936
El P. Juan está de viaje hacia Valencia con el objetivo de encontrar refugio en casa de una bienhechora de la Congregación.
En el trayecto de la estación a la casa de la señora Pilar, pasa delante de la Iglesia de los Santos Juanes, en el centro de la ciudad. Queda aterrado por el horrible espectáculo -son sus palabras- cuando ve a algunos hombres juntar los objetos de la parroquia e incendiar la iglesia. En vez de pasar en silencio, el P. Juan no esconde su indignación por el incendio de la iglesia. Cuando aquellos malhechores dicen entre ellos: “¡Éste es un reaccionario!”, él responde: “¡No! ¡Soy sacerdote!”. Inmediatamente los milicianos lo arrestan y trasladan a la Cárcel Modelo de Valencia. Terminamos el relato de hoy con una breve meditación sobre el Corazón de Jesús del Beato Juan María de la Cruz.
De los escritos del beato Juan María de la Cruz
Anotaciones a los Ejercicios Espirituales, Roma 1927
Si el Corazón de Jesús es objeto de las complacencias del Padre, ¿cómo no ha de ser también el objeto predilecto de las complacencias de éste tu pobre sacerdote? Sí, alma mía, alégrate en el Señor..., alégrate en el sacratísimo Corazón de Jesús.
El pecado produce dos grandes males: uno que pudiéramos llamar divino y otro humano: a la santidad de Dios y a las almas. Es propio del sacerdote reparador del Sagrado Corazón de Jesús atender a estas dos reparaciones: una que puede llamarse divina y otra humana. Ahora bien, el alma que habitualmente se ejercita con amorosa complacencia en la santa presencia de Dios, considerando al Señor en su divinidad por esencia, presencia y potencia, ya considerándole, ya adorándole en el fondo de ella misma como en su templo por medio de la gracia, ya también visitándole en el Santísimo Sacramento, y complaciéndose con inmenso gozo, a imitación de Santa Teresa, en su humanidad sacrosanta, unida a su divinidad, en su infancia o en su vida oculta; en su vida pública, en su Pasión, en su gloriosa Resurrección o Ascensión, etc., ¿no es cierto que esta habitual complacencia en el Señor es un gran consuelo, es una reparación excelente para este bondadosísimo Señor que ha dicho: “Mis delicias consisten en estar con los hijos de los hombres”, y que no obstante la mayor parte le vuelven las espaldas, por falta de fe, indiferencia, olvido?
Y si un alma ama a Dios y se complace en Él, no puede menos de amar y complacerse en su imagen viva, que es el prójimo, es decir, las almas. Y de este amor se seguirá, como consecuencia lógica, el celo por la salvación de las almas que son uno de los intereses más queridos del Corazón de Jesús.
Y trabajando en el ministerio apostólico, según la dirección de la santa obediencia, en las misiones, en los colegios, en la propaganda, en el púlpito, en el confesionario, en la revista o el libro, en la acción social católica, a la cabecera de los enfermos, mediante el apostolado de la oración, no desaprovechará nada para trabajar por las pobrecitas almas, sacándolas del pecado y del vicio y dirigiéndolas por las dificultades de la perfección. Es la segunda parte de la reparación, es decir, la reparación humana.
Continuará...
Publicado en Religión en Libertad
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