El Espíritu desciende. Cuando Jesús salió del agua, vio al Espíritu de Dios que descendía como una paloma, viniendo sobre Él. ¿Quién o qué es ese Espíritu? ¿Qué repercusión tuvo en Jesús este acontecimiento? Las respuestas han sido variadísimas en dos mil años de literatura sobre este pasaje. La interpretación autorizada de la Iglesia Católica enseña que ese Espíritu de Dios es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, y que Jesús desde su encarnación es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Sobre estas verdades de fe puede reflexionar la teología católica. Si se niega alguna de estas verdades, esa teología ya no es católica. Según se profesa en el Credo, el Hijo de Dios asumió la naturaleza humana al ser concebido en el seno de María, no en el momento del Bautismo: "Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios […] y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre".
Dios habla. El cielo y el desierto son lugares a los que se les atribuye la presencia de Dios. Juan Bautista es la voz (Φωνὴ) de uno que grita en el desierto (Mt 3, 3). Dios es quien grita en el desierto, en este caso por medio de Juan. Por lo tanto, la voz (Φωνὴ) de los cielos de Mt 3, 17 debe ser la voz de Juan que habla en nombre del Dios de los cielos lo que Él le inspiró. ¿Quién es, pues, el autor de esas palabras celestiales sobre Jesús? Se trata de la Primera Persona de la Santísima Trinidad, según la interpretación católica (véase el número 83 del Compendio del Catecismo abajo reproducido). Dios Padre es quien habló sobre Jesús por medio de Juan Bautista.
El Hijo Amado. Éste es mi Hijo, el Amado, en quien me complací. Al Bautista se acercaban en busca de perdón y conversión quienes se reconocían pecadores. Por lo tanto, ante los ojos de la multitud congregada en torno a Juan, Jesús era visto como un pecador más. Escalofriante abajamiento del Hijo de Dios. Pero el Padre, en medio de ese comprensible error de percepción de las miradas humanas, atestigua que Jesús no es un pecador, sino su Hijo. Y para referirse a su Hijo, Dios alude al aspecto más sublime de las relaciones interpersonales: el amor. Jesús es el Hijo Amado, en quien el Padre se complace. Dios no quiere subrayar otras verdades sobre Jesús que tengan que ver con su poder, eternidad o sabiduría. Cuando quiere revelar a la humanidad quién es su Hijo Jesús, lo explica del modo más tierno y glorioso: Jesús es El Amado.
Del Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica.
139. ¿Con qué símbolos se representa al Espíritu Santo? […] ...la paloma, que baja sobre Cristo en su bautismo y permanece en Él.
83. ¿En qué sentido Jesús es el «Hijo unigénito de Dios»? Jesús es el Hijo unigénito de Dios en un sentido único y perfecto. En el momento del Bautismo y de la Transfiguración, la voz del Padre señala a Jesús como su «Hijo predilecto». Al presentarse a sí mismo como el Hijo, que «conoce al Padre» (Mt 11, 27), Jesús afirma su relación única y eterna con Dios su Padre. Él es «el Hijo unigénito de Dios» (1 Jn 4, 9), la segunda Persona de la Trinidad. Es el centro de la predicación apostólica: los Apóstoles han visto su gloria, «que recibe del Padre como Hijo único» (Jn 1, 14).
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Publicado en Certeza católica.
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