1 ene 2014

OPINIÓN. María guarda la Palabra


Fray Tuk. María es la Madre de Dios. Esa altísima dignidad no implicaba en ella una preclaridad absoluta, sino que tuvo que retener la Palabra de Dios y meditarla para irla profundizando progresivamente. Lc 2,16-21.



María atiende a la palabra de Dios. Los pastores dan a conocer a María y a José la palabra que había sido hablada a ellos sobre este niñito, sobre Jesús. Fue el Señor quien les habló por medio de unos ángeles. Esta palabra sobre este niñito les informaba de que os ha nacido hoy en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo Señor; encontraréis al niñito envuelto en pañales y recostado en un pesebre. En aquél establo ven los pastores cumplido el maravilloso anuncio. María escucha con atención y sorpresa esa palabras de Dios. María enseña de este modo a todo creyente cómo debemos posicionarnos ante la palabra de Dios, especialmente ante las del Evangelio. En un mundo disperso por los innumerables estímulos que a nuestros estímulos ofrece la era de la imagen, urge cultivar la capacidad de centrar la atención en lo esencial. En una postmodernidad escéptica que ha probado hasta la náusea todo tipo de estímulos, es fundamental conservar la sobresaliente cualidad infantil de sorprenderse.

María guarda la Palabra. Hoy la información se guarda en formato digital, lo cual es una gran ayuda, pero también entraña un grave peligro. La persona se enriquece con las buenas palabras que retiene en su memoria. Por eso María guardaba en su interior la palabra de Dios que ella escuchaba desde niña en el Antiguo Testamento, y también la palabra que Dios le habló a ella, a Isabel, a José, a los pastores… Seguramente María fue la fuente principal de información de Lucas para los pasajes de la infancia de Jesús. Todo cristiano debería conocer a fondo la Sagrada Escritura. Pero la mente del creyente debería estar enriquecida principalmente con las parábolas y dichos de Jesucristo recogidos en el Evangelio que, después de dos mil años, reflejan una sabiduría práctica que ilumina de modo sorprendentemente diáfano los problemas humanos fundamentales.

María medita en su corazón. La fe en la enseñanza transmitida por Dios no exime de la ardua labor de contrastar la palabra de Dios con la experiencia vital diaria. María no se nos presenta como una persona absolutamente preclara, sino que tiene necesidad de meditar la palabra de Dios, y la medita en su corazón, es decir, con amor a esa Palabra, con amor a Dios. La reflexión de fe sobre la vida personal, familiar, laboral, política... es el modo normal como el cristiano debe enfrentarse a la realidad. Además, es consejo común de los santos dedicar expresamente un tiempo cada día a la meditación, en silencio externo e interno, quizá con la ayuda del Evangelio, y con la orientación de un buen director espiritual. Una parroquia en la que van entrando personas que permanecen unos minutos en silencio para meditar en presencia de Jesús presente en la Eucaristía, estimo que es manifestación de un pueblo de Dios que tiene en su Madre un modelo real.

María cumple la Palabra. Se cumplieron ocho días para circuncidarle. El paradigma cultural en el que nos encontramos inmersos dice valorar la conciencia y la libertad personal pero, de un modo 'adolescente', en palabra de Francisco, postula que la desobediencia es síntoma de madurez. La conciencia de María guardaba la palabra de Dios y la meditaba para cumplirla con amor, no para incumplirla. Así, quizá nos pudiera parecer que el niño Dios debería estar exento de una práctica religiosa tan aparentemente extravagante como la circuncisión. Pero, al tratarse de un mandato de Dios para el pueblo de Israel, María y José obedecen. Dudo mucho de quienes pretenden salvar a la Iglesia con la desobediencia al derecho, disciplina y normas litúrgicas, cuando su Fundador y su Madre se caracterizaron por la obediencia, en el caso de Jesús hasta la muerte de cruz.

@fraytuk

Publicado en Certeza católica.
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