6 nov 2010

Viajando en la octava de Pascua


El lunes de Pascua era pues mi último día antes de viajar con el padre Fabricio y los chicos a Lima. Arreglé lo de la camioneta, una vieja Toyota, usada pero potente, que nos prestaron por tres semanas. Ese día Willy me vino a buscar todo preocupado, pues en el Novotel, el Hotel donde trabajaba, había reajuste y a él junto a otros sin contrato fijo les sacaban. Le habían dicho que podía seguir hasta fines de abril, pero yo le aconsejé que viajase cuanto antes a Lima, y que juntos ya buscaríamos una solución allí para estudiar. El iría en Bus unos días más tarde y directamente allí nos veríamos. Willy llegó al Hogar desde el Nido en 1995. Acabó su secundaria y su sueño desde niño fue estudiar para cocinero. Yo le dejé practicando en este Hotel de Cuzco.

Al día siguiente, martes de Pascua, bien tempranito, salimos Jose Manuel, John Max, Adolfo, Ronald, Juan Carlos, el padre Fabricio y yo hacia Arequipa, primera etapa de nuestro “viaje de despedida”. José Manuel y John Max están todavía en la escuela. Adolfo estudia mecánica en Senati (un instituto superior del Cuzco), Ronald, música en el Conservatorio y Juan Carlos estudia enfermería en la Universidad del Cuzco. Con la ayuda de Dios, hago lo que puedo por sacarlos adelante. En Arequipa nos alojamos en la casa de retiros del Arzobispado, un lugar hermoso, Quinta Chilina.

El miércoles de Pascua la etapa era Camaná. Tarde de playa y cena de camarones. Fuimos al día siguiente a visitar el seminario de Camaná, para celebrar allí la Misa y con la esperanza de que nos invitasen a un rico desayuno. Hubo Misa, pero esperamos en vano por el “rico desayuno”.

El jueves de Pascua llegamos a Chala, donde fui al hotel de una señora que nos conoce ya de otras veces, y no sólo no nos cobró, sino que nos regaló un barril de aceite de oliva, pues es una zona aceitunera. Es una alegría poder viajar así… Visité al obispo emérito de Caravelí, que allí vive, y celebramos la Misa. En la noche, otra rica cena a base de pescados. Luego, paseo con el Padre Fabricio por las calles de ese pueblo de pescadores, mientras los chicos jugaban un partido en la plaza.

Viernes de Pascua. Nazca. Cenamos donde Liliana, una amiga que conozco desde hace años y que tiene su restaurante turístico por allá. Es una chica muy buena, que dedica sus ganancias a ayudar a mucha gente. Nos invitó a todos, incluido a un nuevo amigo, Gustavo, un niño que vagaba por las calles de la ciudad. Pasamos un buen rato. La Misa, en la Parroquia de Nazca que nos recibió, donde además conocí a la abuela de Gustavo, que es la que se hace cargo de él, pues es huérfano.

Sábado de Pascua 22. Paracas. El párroco nos acoge para la Misa y nos invita a cenar. Paseo por el puerto y charla muy amena con este Padre Alfonso, que así se llama. Muy buena gente, sacerdote entre los pescadores de ese puerto.

Domingo de la Divina Misericordia 23: Excursión a la reserva de focas de Islas Ballesta. Al final lo barato se paga. La lancha queda a la deriva a mitad de la travesía. Pasan los minutos. El guía nos habla primero del hermoso paisaje, después del metabolismo basal de las focas. Una hora después, el pobre hombre ya no sabía si seguir con el Génesis o con el Quijote. Finalmente, el mecánico logró limpiar los filtros (de eso se trataba, por lo visto) y continuamos cuando ya llegaba el guardacostas a rescatarnos. Los chicos bromeaban diciendo que iba a pasar como en esas películas de aeropuerto, cuando preguntan si hay alguien que sepa pilotar… Pero la verdad es que nosotros nos lo pasamos muy bien, y la gente se reía bastante con las ocurrencias del padre Fabricio (“vamos a salir en CNN en directo”). Por la noche, Misa y cena por el puerto. Después de tanto frío pasado en la Cordillera, el clima costeño se agradece como nada.


P. Jorge de Villar.
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