30 oct 2010

Semana Santa 2006 y temerario retorno (epístola de archivo)


Bueno, llevaba tiempo sin escribir una carta como Dios manda. Pero han sido días muy intensos, con muchas vivencias, y no he tenido tanto tiempo como para ponerlo bien por escrito… ¿Podré ahora? No lo sé, pero al menos lo intentaré. La Semana Santa fue especialmente intensa, y también algo dura. Estuve por la zona de Haquira, Mara y Challhuahuacho, donde ya se me conoce cada vez más.

El frío se empieza a notar, es el invierno serrano que llega, con días soleados y noches de intensa helada. Y en esta semana las celebraciones vespertinas y nocturnas (vigilias, via crucis, confesiones,…) se repiten y el frío se nota duro en estos templos desprovistos de todo abrigo, donde debo permanecer quieto a veces por horas. Me sentía a veces tentado de celebrar Misa con guantes, como  el Padre Pío. No lo hice, pero sí te digo que bajo el alba y la casulla había bufanda, jersey, camisetas y todo tipo de ropa que me hacían parecer gordo como nunca lo he sido. Y de noche, a dormir también con calcetines y guantes, además de pasamontañas para las orejas. La verdad es que la Cordillera, en las noches de invierno, se parece al frente ruso. Si no fuese porque yo lo he elegido (y sarna con gusto no pica) me preguntaría qué he hecho para que me destinen por aquí. Pero, una vez más, todos los esfuerzos se ven compensados por la misión realizada. Quizás no siempre se recojan frutos, pero la semilla queda bien sembrada, y eso es lo que me importa.

La Vigilia del sábado, preciosa, con bautizos y mucha gente. El domingo de Pascua celebré temprano y viajé directo al Cuzco en un camión de transportes. Una experiencia nueva. 14 horas de viaje, cuatro reventones de rueda, y viaje apretado con otras seis personas en la cabina del chofer, que renegaba de la tacañería del dueño (que iba de copiloto y de vez en cuando se dormía, momentos que eran aprovechado por el chofer para sus comentarios): “Claro, mi mujer también se amargaría si no la comprase zapatos nuevos cuando los necesita… pues lo mismo el camión, ya necesita sus nuevas zapatillas, pero este amarreta no se los compra.. esto no pasaba en mi antiguo trabajo” “Y ¿dónde trabajaba usted?” “De chofer en la municipalidad de Rondocan, hasta que me distraje y volqué el bus…casi no lo cuento… de hecho varios de mis viajeros no lo contaron…” me dice mientras ríe sonoramente. Ya no quise hacerle más preguntas. Recé con mucha devoción el Rosario durante ese viaje


P. Jorge de Villar.
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1 comentario:

  1. Me gustan las anecdotillas "Segundo Llorente" del P Jorge. Nos hacen ver una realidad social, cultural, religiosa... muy precaria, en muchos ambientes, a la que nos debemos ver comprometidos con nuestra vida cristiana, ya que hay mucho por construir y no hay tiempo que perder.

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