7 jul 2012

COMENTARIO A LAS LECTURAS DOMINICALES. Quieren un Dios a la carta



P. Mario Ortega. En las dos veces que he visitado Nazaret, junto al pasaje evangélico de la Encarnación, rápidamente me ha venido a la cabeza el episodio narrado en el Evangelio de hoy. Porque fue allí, en su tierra, donde Jesús se había criado, donde todos lo conocían, el lugar en el que comenzó su enseñanza. Y también donde comenzó su cruz, la cruz de la desconfianza y el rechazo. Sobrecoge la escena de hoy.

Pensemos un poco. Los que hoy le rechazan, sus paisanos, son los que dicen conocerlo bien. Han tratado durante muchos años con “el carpintero”, saben que es un hombre extraordinariamente bueno, de quien siempre se han fiado, por su bondad y su desinterés en el servicio hacia ellos. Sin embargo, ahora, lo desprecian. ¿Por qué lo desprecian? Sin duda, Jesús les ha hablado claramente, haciéndoles ver que Él es el Mesías que esperan. Se cumple la profecía de Ezequiel que hemos leído en la primera lectura: “Hay un profeta en medio de ellos…” pero se trata de un pueblo “testarudo y obstinado”.

No aceptan a Jesús, no aceptan un Mesías que no coincida con el que ellos pensaban: un mesías poderoso, guerrero, príncipe victorioso, un ser sobre todo celestial, extraño a toda miseria o debilidad humanas. Lo más contrario, en definitiva, al “carpintero de Nazaret”. Querían un Dios a la carta, un Dios según sus esquemas y como Jesús no es así, lo desprecian violentamente.

¿No ocurre lo mismo hoy también? El que dice no creer en Dios ¿no es porque tiene ya su idea de Dios y, paradójicamente, no se deja sorprender por la cercanía y simplicidad de Jesús de Nazaret? El hombre de hoy sigue pensando que Dios está muy escondido, que no se deja ver y por eso lo buscamos entre razonamientos abstrusos y teorías complicadas. Buscamos entre las partículas atómicas, hasta creer hallar el secreto de Dios. Iniciamos la búsqueda sin darnos cuenta que está a nuestro lado desde el principio.

¿No ocurre también hoy cuando la Iglesia es despreciada y rechazada sobre todo en los países occidentales que deben precisamente lo que son a la fe cristiana? Falta fe porque falta humildad; queremos un Dios a la carta, según nuestros prejuicios y también según nuestros intereses. Un dios complicado y lejano que no nos complique mucho la vida ni se acerque mucho a nosotros.

Amargamente comprobó Jesús la falta de fe de los suyos, de manera que allí apenas pudo realizar algunos milagros. Siempre que uno se ve rechazado, duele; pero ese dolor es aún mayor cuando los que te rechazan son precisamente los tuyos, aquellos con los que has compartido tantas cosas y tantos afectos.

San Pablo nos ofrece la actitud correcta para descubrir la presencia del Dios sencillo y cercano que se nos revela en Jesús mismo: la humildad y el reconocimiento de la propia debilidad. Sólo así le dejaremos a Dios ser Dios y lo podremos descubrir muy cerca de nosotros, siempre vivo, también en nuestros pueblos, ciudades y naciones del siglo XXI.

P. Mario Ortega

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