P. Roberto Visier. El Papa Benedicto XVI ha vuelto a hablar del Concilio con motivo del Congreso Eucarístico Internacional de Dublín. Esta vez ha hablado sobre la reforma litúrgica, “la más amplia renovación del rito romano que jamás se haya conocido”, según el Pontífice. “Los deseos de los Padres Conciliares sobre la renovación litúrgica se han logrado en gran parte, pero es igualmente claro que ha habido muchos malentendidos e irregularidades”, ha afirmado también.
Para algunos los males del postconcilio se debieron sobre todo a una errada reforma litúrgica. La pérdida del latín, la simplificación de los ritos, los nuevos modos de participación de los fieles, las nuevas “músicas” litúrgicas, etc., habrían conducido a una pérdida de la sacralidad de la Eucaristía, al olvido de su sentido sacrificial. Estando el misterio eucarístico muy unido al misterio de la redención se habría desdibujado incluso el centro de la fe. La celebración sería solamente un encuentro festivo de los cristianos para rezar y cantar, muy cerca de la concepción protestante del culto.
Es un hecho que en muchos lugares ha sucedido exactamente así, sobre todo porque se asumieron visiones teológicas protestantes. Pero no es eso lo que había enseñado el concilio, ni siquiera lo que pidió la sucesiva reforma del misal romano; “su verdadero propósito era llevar a las personas a un encuentro personal con el Señor, presente en la Eucaristía, y por tanto con el Dios vivo”, aclaró el Papa. La reforma conciliar no suprimió el latín sino que admitió el uso de las lenguas vernáculas. Es cierto que en la práctica casi desaparecieron las misas en latín, pero esa no era la voluntad del Concilio. Admitiendo que esto haya sido un empobrecimiento, no es razonable pensar que la caída de la asistencia a la Misa dominical se solucione volviendo a celebrar en latín, o que una reforma del ritual sea en sí misma causa del alejamiento de la Eucaristía. El problema de fondo es catequético. No es que el nuevo rito no exprese la realidad del sacramento, sino que no se ha enseñado correctamente a los fieles la esencia del misterio, empezando por los niños que se preparan para la primera comunión.
Los de “la otra esquina” se han echado las manos a la cabeza porque el Papa permitió recientemente la celebración según el antiguo rito, como si celebrar en latín y de espaldas fuera la ruina de la Iglesia del siglo XXI. ¡Qué no hombre! La esencia del sacramento permanece inalterada y lo importante es que cada cristiano lo entienda y se postre en adoración, y se goce de participar activamente en la renovación del misterio de la cruz, y reciba el Cuerpo de Cristo con asombro y agradecimiento. No existen ritos perfectos porque siempre se quedan cortos para reflejar el misterio infinito del milagro eucarístico. Podemos celebrar en rito latino, ambrosiano, siro malabar, copto, mozárabe, congoleño,… La Misa seguirá siendo la misma y su eficacia también, lo que hace la diferencia es la piedad con la que el sacerdote celebra y la fe y devoción con la que asisten los fieles.
Es un hecho que en muchos lugares ha sucedido exactamente así, sobre todo porque se asumieron visiones teológicas protestantes. Pero no es eso lo que había enseñado el concilio, ni siquiera lo que pidió la sucesiva reforma del misal romano; “su verdadero propósito era llevar a las personas a un encuentro personal con el Señor, presente en la Eucaristía, y por tanto con el Dios vivo”, aclaró el Papa. La reforma conciliar no suprimió el latín sino que admitió el uso de las lenguas vernáculas. Es cierto que en la práctica casi desaparecieron las misas en latín, pero esa no era la voluntad del Concilio. Admitiendo que esto haya sido un empobrecimiento, no es razonable pensar que la caída de la asistencia a la Misa dominical se solucione volviendo a celebrar en latín, o que una reforma del ritual sea en sí misma causa del alejamiento de la Eucaristía. El problema de fondo es catequético. No es que el nuevo rito no exprese la realidad del sacramento, sino que no se ha enseñado correctamente a los fieles la esencia del misterio, empezando por los niños que se preparan para la primera comunión.
Los de “la otra esquina” se han echado las manos a la cabeza porque el Papa permitió recientemente la celebración según el antiguo rito, como si celebrar en latín y de espaldas fuera la ruina de la Iglesia del siglo XXI. ¡Qué no hombre! La esencia del sacramento permanece inalterada y lo importante es que cada cristiano lo entienda y se postre en adoración, y se goce de participar activamente en la renovación del misterio de la cruz, y reciba el Cuerpo de Cristo con asombro y agradecimiento. No existen ritos perfectos porque siempre se quedan cortos para reflejar el misterio infinito del milagro eucarístico. Podemos celebrar en rito latino, ambrosiano, siro malabar, copto, mozárabe, congoleño,… La Misa seguirá siendo la misma y su eficacia también, lo que hace la diferencia es la piedad con la que el sacerdote celebra y la fe y devoción con la que asisten los fieles.
P. Roberto Visier.
Publicado en Religión en Libertad
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