P. Mario Ortega. Son muy interesantes las coincidencias entre la primera lectura y el Evangelio de hoy. Coincidencia de situaciones sucedidas en torno a Moisés y a Jesús y coincidencia de reacciones habidas por parte de los discípulos de ambos. Muy lejanas estas situaciones en el tiempo, pero que nos demuestran que el ser humano es siempre igual… de envidioso. Porque a unos y a otros les sienta muy mal que haya competencia a su misión de ser los “oficialmente buenos”. "No es de los nuestros". En estos términos se queja al Maestro su discípulo Juan. La tentación es muy humana y, como vemos, no están exenta de ella los más cercanos, ni a Moisés, ni al mismo Jesucristo. Dios “trabaja con estos mimbres”, lo cual ya es una primera lección de humildad y de paciencia por parte de Dios. Y que demuestra que la obra es divina, porque si fuese sólo humana… ¡dónde estaría ya!
Si Moisés hubiese hecho caso de Josué y Jesús de sus discípulos, se habría impedido la acción divina y benéfica que misteriosamente tenía procedencias insospechadas. La verdad es la verdad siempre y hay que recibirla con humildad y alegría aunque viniera de nuestros enemigos más declarados. “Un buen consejo lo aceptaría aunque viniera del diablo”, decía San Juan Bosco. No nos vamos, sin embargo, muy lejos y hablamos de las envidias, recelos y suspicacias que, por desgracia, existen muchas veces entre los mismos cristianos y grupos eclesiales, cuando alguno pretende adueñarse, excluyendo a los demás, del Espíritu Santo.
Moisés ya y, por supuesto, Jesús con su enseñanza plena y definitiva, corrigen con paciencia y sabiduría esta actitud. El Evangelio es para todos y el Espíritu de Cristo que sostiene a su Iglesia es lo suficientemente poderoso y libre para poder soplar por donde quiera. Como nos declara hoy Jesús “el que no está contra nosotros, está a favor nuestro”. Sobran siempre las envidias y los recelos entre los cristianos, por el hecho de que unos tengan unos carismas y otros, otros. Siempre que haya unidad y comunión con Cristo y con su Vicario en la Tierra que es el Papa, la diversidad resultará buena y enriquecedora; no hay que tenerle miedo.
Sobran las envidias y falta la caridad. Por eso, el Señor no finaliza hoy su enseñanza diciendo que no hay que impedir hablar y hacer a quienes real y sinceramente aman y sirven a Cristo y a su Iglesia, sino que va más allá. Nos habla del servicio que agrada a Dios y que Dios recompensará (“el que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa”). Y también de la integridad de vida que hay que tener para evitar el escándalo, es decir, esas acciones nuestras por las que otros puedan sufrir un mal ejemplo y apartarse de Dios. El Señor se muestra muy duro con quienes actúan así, advirtiendo de las consecuencias eternas.
Moisés ya y, por supuesto, Jesús con su enseñanza plena y definitiva, corrigen con paciencia y sabiduría esta actitud. El Evangelio es para todos y el Espíritu de Cristo que sostiene a su Iglesia es lo suficientemente poderoso y libre para poder soplar por donde quiera. Como nos declara hoy Jesús “el que no está contra nosotros, está a favor nuestro”. Sobran siempre las envidias y los recelos entre los cristianos, por el hecho de que unos tengan unos carismas y otros, otros. Siempre que haya unidad y comunión con Cristo y con su Vicario en la Tierra que es el Papa, la diversidad resultará buena y enriquecedora; no hay que tenerle miedo.
Sobran las envidias y falta la caridad. Por eso, el Señor no finaliza hoy su enseñanza diciendo que no hay que impedir hablar y hacer a quienes real y sinceramente aman y sirven a Cristo y a su Iglesia, sino que va más allá. Nos habla del servicio que agrada a Dios y que Dios recompensará (“el que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa”). Y también de la integridad de vida que hay que tener para evitar el escándalo, es decir, esas acciones nuestras por las que otros puedan sufrir un mal ejemplo y apartarse de Dios. El Señor se muestra muy duro con quienes actúan así, advirtiendo de las consecuencias eternas.
P. Mario Ortega
Publicado en La Gaceta de la Iglesia
me suena conocido el tema, sobre todo en Argentina!!! yo ya lo había dicho también!que difícil es valorar el talento del otro, en vez de alegrarse y decir: que bueno mira lo que ha hecho de bueno! no, la envidia tiende a desunir para que el poder divida, calumnie y otros tantos males en la tierra!!! pero acá decimos cuando algo sale bien: ladran Sancho!!!! señal que cabalgamos!!!
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