P. Roberto Visier. Durante los conflictos civiles de Egipto, Libia y ahora Siria, los medios de comunicación nos han bombardeado hablándonos de la “primavera árabe” en la que los pueblos sedientos de libertad y de democracia, sirviéndose de las redes sociales, habían propagado un mensaje de justicia que había conducido a la revolución social, a la guerra y a la caída de los regímenes dictatoriales en el poder. Al parecer la tecnología había civilizado la población de los países árabes, que respirando el perfume primaveral de las democracias occidentales, se había llenado del deseo de alcanzar “la plenitud de libertad y de paz de Europa”.
Pero la primavera se volvió invierno ¿o es que nunca fue primavera? ¿Será casualidad que los radicales islamistas estén sustituyendo en el poder a los dictadores derrocados? ¿Por qué casi nadie cuenta como los opositores al régimen de Siria arrasan por donde pasan cometiendo todo tipo de tropelías? La violencia del atentado contra la embajada de Estados Unidos en Libia es sólo un eslabón más de la cadena de asesinatos, violencias y vejaciones de todo tipo con que los radicales islamistas castigan a todo el que no se someta a sus pretensiones. Los cientos de cristianos asesinados, y los miles desterrados, acosados y marginados en Iraq, Pakistán, Afganistán, Egipto, Nigeria, India y un largo etcétera de países árabes, tienen la misma dignidad y el mismo derecho a vivir que el embajador de Estados Unidos en Libia.
¿Por qué las fuerzas de seguridad libias no impidieron la toma de la embajada? ¿Tan caótica es la situación de un país que ha entrado en una nueva “primavera” de libertad y justicia? ¿Será la misma razón por la que no pueden frenar los atentados contra los cristianos? Son preguntas que posiblemente no tengan una respuesta sencilla, pero de todas maneras nadie tendrá el valor de responderlas para no atentar contra los intereses políticos y comerciales de los que están arriba.
Otro tema clarísimo que se plantea y que está en boca de todos es el de la libertad religiosa. Nadie debería ofender la religión islámica, ni la judía, ni la cristiana, ni ninguna. Pero nadie puede exigir lo que no está dispuesto a dar. En los países islámicos no hay libertad religiosa y todo el mundo lo sabe. Creo que es evidente que los cristianos en general y los católicos en particular tienen muy claro el respeto hacia las otras religiones, y por tanto pueden exigir el respeto hacia sus creencias, hacia Jesucristo, hacia la Virgen María, hacia el Papa y la Iglesia. Estamos abiertos al diálogo y al debate, a la crítica y a la discusión de ideas, pero no nos gusta que nos maten y nos pisen, simplemente porque es injusto y atenta contra los derechos humanos.
Pareciera que algunos prelados de la Iglesia, sin duda movidos por el deseo de sembrar la paz y el entendimiento, ¿o quizás para cubrirse las espaldas?, se quejan con más ardor de los insultos contra el Islam que de las vejaciones que sufren sus hijos, los bautizados, incluso en Occidente. Nada puede justificar el terrorismo y los musulmanes (son seguramente muchos) que entienden que el Dios verdadero no quiere la violencia y el odio deberían hacer un poco más por humanizar su religión.
¿Por qué las fuerzas de seguridad libias no impidieron la toma de la embajada? ¿Tan caótica es la situación de un país que ha entrado en una nueva “primavera” de libertad y justicia? ¿Será la misma razón por la que no pueden frenar los atentados contra los cristianos? Son preguntas que posiblemente no tengan una respuesta sencilla, pero de todas maneras nadie tendrá el valor de responderlas para no atentar contra los intereses políticos y comerciales de los que están arriba.
Otro tema clarísimo que se plantea y que está en boca de todos es el de la libertad religiosa. Nadie debería ofender la religión islámica, ni la judía, ni la cristiana, ni ninguna. Pero nadie puede exigir lo que no está dispuesto a dar. En los países islámicos no hay libertad religiosa y todo el mundo lo sabe. Creo que es evidente que los cristianos en general y los católicos en particular tienen muy claro el respeto hacia las otras religiones, y por tanto pueden exigir el respeto hacia sus creencias, hacia Jesucristo, hacia la Virgen María, hacia el Papa y la Iglesia. Estamos abiertos al diálogo y al debate, a la crítica y a la discusión de ideas, pero no nos gusta que nos maten y nos pisen, simplemente porque es injusto y atenta contra los derechos humanos.
Pareciera que algunos prelados de la Iglesia, sin duda movidos por el deseo de sembrar la paz y el entendimiento, ¿o quizás para cubrirse las espaldas?, se quejan con más ardor de los insultos contra el Islam que de las vejaciones que sufren sus hijos, los bautizados, incluso en Occidente. Nada puede justificar el terrorismo y los musulmanes (son seguramente muchos) que entienden que el Dios verdadero no quiere la violencia y el odio deberían hacer un poco más por humanizar su religión.
P. Roberto Visier.
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Excelente artículo. ¡Qué claridad!. Gracias padre Visier
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