OPINIÓN. Gorrión. Una de las parábolas de Jesús termina poniendo en boca del personaje que representa a Dios la siguiente pregunta: ¿O vas a tener envidia porque soy bueno?. La pregunta se la hace a una persona que se muestra muy enojada por lo que asegura que se hizo con ella: una verdadera injusticia. Y da sus razones: ha trabajado mucho más tiempo que otro pero les pagan a ambos idéntica cantidad.
Sin embargo, contra lo que pudiera parecer a quien escuchara las quejas de esta persona, resulta que no existía ninguna injusticia. Ni mucho menos. En realidad, esta persona, no sólo no debería quejarse, ni sentirse herida, ni acusar de injusticia a nadie sino, por el contrario, estar agradecida.
En efecto, había recibido una paga sumamente generosa a cambio de un solo día de trabajo. Sin embargo, por envidia, quizá también por avaricia, se ciega y se olvida de que para ganar esa misma cantidad tendría que trabajar con otro jefe un mes entero todos los días. Se olvida también de que, además, era en eso en lo que se habían puesto de acuerdo. Se olvida de que se está cumpliendo el trato tal y como lo habían acordado. Se olvida de muchas cosas… y acusa. Acusa. No sólo no agradece, sino que acusa y se cree una víctima.
Es que la envidia y la avaricia son malas consejeras. No dejan ver la realidad ni lo que es verdaderamente justo. La pregunta: ¿O vas a tener envidia porque soy bueno? (Mt 20, 15) es, en realidad, una afirmación: Te equivocas en tu juicio y te equivocas cegado por la envidia.
Sólo se pude ver con claridad con un corazón limpio y bueno, donde no haya avaricia ni envidia que cieguen.
Gorrión.
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