OPINIÓN. P. Roberto Visier. Durante al Segunda Guerra Mundial, los soviéticos, como miembros del bando aliado contra la Alemania Nazi, habían ayudado a liberar Polonia. Pero después de la derrota definitiva de las llamadas potencias del Eje, la Rusia Soviética no se retiró, sino que estableció un régimen comunista en Polonia. En 1950 el gobierno comunista desmanteló la organización de beneficencia Caritas acusándola de socorrer a los pobres con ayudas provenientes de los católicos americanos. A lo largo del año fueron nacionalizadas las propiedades de la Iglesia. En noviembre de 1952 algunos sacerdotes de Cracovia fueron arrestados por ser "espías del Vaticano y de Estados Unidos". Las sentencias oscilaron entre 10 y 15 años para algunos, para otros cadena perpetua, y para dos sacerdotes pena de muerte.
El 12 de enero de 1953, el Papa Pío XII nombró cardenal a Stefan Wyszynski, que era ya entonces arzobispo de Varsovia y primado de Polonia. El gobierno comunista le impidió acudir a Roma y lo acusó de colaboración con el imperialismo americano.
El 5 de marzo murió Stalin; en el bloque comunista brotó, por un momento, la esperanza de volver a la libertad. Pronto se recrudeció el terror. La noche del 25 de septiembre el Cardenal Wyszynski fue arrestado. A la noche siguiente fue conducido en automóvil a su primera prisión: Rywald. Al atardecer del 12 de octubre el Primado estuvo en su segunda prisión: Stoczeck Warminski. El Cardenal organizó su horario como si estuviera en el seminario, levantándose a las 5 de la mañana y distribuyendo el tiempo entre oración y estudios, la jornada concluía a las diez de la noche. Intentó como pudo desde la cárcel dirigir su diócesis y sostener la fe católica en toda Polonia.
El 23 de octubre estalló en Budapest (Hungría) una gran batalla por la libertad. La agitación antistalinista hizo caer el gobierno de Polonia y alcanzó el poder Gomulka, perteneciente al comunismo moderado, que había sido encarcelado por motivos políticos. Pero la libertad en Hungría fue sofocada a sangre y fuego y el presidente polaco recibió un crudo mensaje de Kruschev: si Polonia no obedece, será aplastada como Budapest. Gomulka comprendió que la única persona capaz de evitar un baño de sangre en Polonia era el Cardenal Stefan Wyszynski. El gobierno reconoció los derechos fundamentales de la Iglesia y aceptó hacer una reparación de los daños. Bajo estas condiciones el 28 de octubre el Primado regresó a Varsovia y asumió sus funciones eclesiásticas. El primer discurso a la nación fue el 1 de noviembre. El pueblo esperaba con ansia las palabras de Wyszynski. El mensaje fue claro y exigente: Polonia no necesita muertes heroicas, necesita trabajo heroico. Los ánimos se serenaron. El 7 de diciembre, Gomulka firmó un acuerdo con los obispos. Sacó de las cárceles a los intelectuales católicos, a los sacerdotes y religiosos; toleró la enseñanza religiosa fuera del horario escolar y permitió que reaparecieran las publicaciones católicas semanales.
En 1964 se publicó en Francia un informe secreto del subsecretario de los asuntos religiosos de Polonia donde se recogían los puntos de la táctica anti-católica: Aprovechar las divergencias internas para debilitar a la Iglesia y corroer su cohesión. Valerse de colaboradores secretos para dificultar las directrices de los obispos. Orientar los mayores esfuerzos para debilitar las parroquias. Introducir informadores en cada actividad parroquial para obtener los datos que permitan obstaculizar las principales iniciativas.
El Cardenal Wyszynski se caracterizó por una prudencia heroica; durante 33 años, supo dirigir con excepcional firmeza y fidelidad a la Iglesia en Polonia; salió victorioso de las mayores amenazas que la nación ha vivido en su historia. Murió en Varsovia el 28 de mayo de 1981. A los diez años de su muerte el bloque comunista había desaparecido (La reseña biográfica ha sido tomada casi en su totalidad del sito catholic.net).
Es impresionante la actualidad del testimonio de la vida del Cardenal Wyszynski y de este período de la historia de Polonia. La Iglesia, llamada a prestar un servicio principalmente espiritual al mundo por medio de la difusión del evangelio, no es indiferente a ningún problema social o político. La fe católica enseña el amor a la patria como parte del cuarto mandamiento, respeta las raíces culturales de cada pueblo y al mismo tiempo lo ayuda a desarrollarse en todos los sentidos. Los pastores de la Iglesia, que son la voz oficial de la Iglesia, tienen el deber de denunciar los errores políticos, las mentiras y la demagogia con las que los gobiernos manipulan a los ciudadanos. Opinar sobre las nuevas leyes o sobre la ideología que mueve a los que detentan el poder no es una intromisión política, es un deber. Callar sería un pecado, una omisión culpable. Los católicos debemos escuchar siempre con mucha atención la enseñanza de nuestros obispos, pues cuando enseñan en comunión con el Papa, tienen una especial luz de Dios para enseñar la verdad y descubrir la mentira. Es verdad que son humanos y pueden también equivocarse pero no por eso pierden su grandísima autoridad moral. No escucharlos es para un católico una temeridad.
Elevemos una oración a Dios para que proteja y bendiga a todos los pastores que en Hispanoamérica y en todo el mundo defienden públicamente la doctrina moral y social de la Iglesia. Son un gran ejemplo de valentía y coherencia que todos deberíamos imitar, convirtiéndonos en nuestros ambientes en una voz profética en defensa de los verdaderos intereses de nuestra patria.
El 12 de enero de 1953, el Papa Pío XII nombró cardenal a Stefan Wyszynski, que era ya entonces arzobispo de Varsovia y primado de Polonia. El gobierno comunista le impidió acudir a Roma y lo acusó de colaboración con el imperialismo americano.
El 5 de marzo murió Stalin; en el bloque comunista brotó, por un momento, la esperanza de volver a la libertad. Pronto se recrudeció el terror. La noche del 25 de septiembre el Cardenal Wyszynski fue arrestado. A la noche siguiente fue conducido en automóvil a su primera prisión: Rywald. Al atardecer del 12 de octubre el Primado estuvo en su segunda prisión: Stoczeck Warminski. El Cardenal organizó su horario como si estuviera en el seminario, levantándose a las 5 de la mañana y distribuyendo el tiempo entre oración y estudios, la jornada concluía a las diez de la noche. Intentó como pudo desde la cárcel dirigir su diócesis y sostener la fe católica en toda Polonia.
El 23 de octubre estalló en Budapest (Hungría) una gran batalla por la libertad. La agitación antistalinista hizo caer el gobierno de Polonia y alcanzó el poder Gomulka, perteneciente al comunismo moderado, que había sido encarcelado por motivos políticos. Pero la libertad en Hungría fue sofocada a sangre y fuego y el presidente polaco recibió un crudo mensaje de Kruschev: si Polonia no obedece, será aplastada como Budapest. Gomulka comprendió que la única persona capaz de evitar un baño de sangre en Polonia era el Cardenal Stefan Wyszynski. El gobierno reconoció los derechos fundamentales de la Iglesia y aceptó hacer una reparación de los daños. Bajo estas condiciones el 28 de octubre el Primado regresó a Varsovia y asumió sus funciones eclesiásticas. El primer discurso a la nación fue el 1 de noviembre. El pueblo esperaba con ansia las palabras de Wyszynski. El mensaje fue claro y exigente: Polonia no necesita muertes heroicas, necesita trabajo heroico. Los ánimos se serenaron. El 7 de diciembre, Gomulka firmó un acuerdo con los obispos. Sacó de las cárceles a los intelectuales católicos, a los sacerdotes y religiosos; toleró la enseñanza religiosa fuera del horario escolar y permitió que reaparecieran las publicaciones católicas semanales.
En 1964 se publicó en Francia un informe secreto del subsecretario de los asuntos religiosos de Polonia donde se recogían los puntos de la táctica anti-católica: Aprovechar las divergencias internas para debilitar a la Iglesia y corroer su cohesión. Valerse de colaboradores secretos para dificultar las directrices de los obispos. Orientar los mayores esfuerzos para debilitar las parroquias. Introducir informadores en cada actividad parroquial para obtener los datos que permitan obstaculizar las principales iniciativas.
El Cardenal Wyszynski se caracterizó por una prudencia heroica; durante 33 años, supo dirigir con excepcional firmeza y fidelidad a la Iglesia en Polonia; salió victorioso de las mayores amenazas que la nación ha vivido en su historia. Murió en Varsovia el 28 de mayo de 1981. A los diez años de su muerte el bloque comunista había desaparecido (La reseña biográfica ha sido tomada casi en su totalidad del sito catholic.net).
Es impresionante la actualidad del testimonio de la vida del Cardenal Wyszynski y de este período de la historia de Polonia. La Iglesia, llamada a prestar un servicio principalmente espiritual al mundo por medio de la difusión del evangelio, no es indiferente a ningún problema social o político. La fe católica enseña el amor a la patria como parte del cuarto mandamiento, respeta las raíces culturales de cada pueblo y al mismo tiempo lo ayuda a desarrollarse en todos los sentidos. Los pastores de la Iglesia, que son la voz oficial de la Iglesia, tienen el deber de denunciar los errores políticos, las mentiras y la demagogia con las que los gobiernos manipulan a los ciudadanos. Opinar sobre las nuevas leyes o sobre la ideología que mueve a los que detentan el poder no es una intromisión política, es un deber. Callar sería un pecado, una omisión culpable. Los católicos debemos escuchar siempre con mucha atención la enseñanza de nuestros obispos, pues cuando enseñan en comunión con el Papa, tienen una especial luz de Dios para enseñar la verdad y descubrir la mentira. Es verdad que son humanos y pueden también equivocarse pero no por eso pierden su grandísima autoridad moral. No escucharlos es para un católico una temeridad.
Elevemos una oración a Dios para que proteja y bendiga a todos los pastores que en Hispanoamérica y en todo el mundo defienden públicamente la doctrina moral y social de la Iglesia. Son un gran ejemplo de valentía y coherencia que todos deberíamos imitar, convirtiéndonos en nuestros ambientes en una voz profética en defensa de los verdaderos intereses de nuestra patria.
P. Roberto Visier.
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Qué buen comentario. Es un gran aliento conocer los ejemplos de tantos obispos y sacerdotes comprometidos con su fe en la historia de la Iglesia me hace acordar a la película "el noveno día"...exelente.
ResponderEliminar¡Muy bueno! Ayuda a despertar las conciencias, a ser fieles a las enseñanzas de la santa iglesia católica y rezar de manera especial por todos los sacerdotes y obispos.
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