9 ago 2010

Contra el Gigante Rojo


OPINIÓN. P. Roberto Visier. El siglo XX ha sido testigo de una persecución contra el cristianismo de tales dimensiones, que sólo puede ser parangonable con la ejercida por los emperadores romanos en los primeros siglos de la era cristiana. Acoso, encarcelamiento, torturas, deportación, trabajos forzados en campos de concentración (los tristemente famosos gulags soviéticos) y un río de sangre derramada por el simple motivo de profesar la fe cristiana. Miles fueron los muertos en España, Méjico, Rusia, China, Corea, Vietnam, Camboya, Cuba. Si sumamos los que perecieron por causas meramente políticas, es decir, por oposición al comunismo, son varios millones de personas. Un genocidio del que raramente se habla.

Pero como lo que nos interesa subrayar hoy es la persecución sufrida por parte de los pastores de la Iglesia, citaremos a un gigante de la Europa del Este. El cardenal Mindszenty, arzobispo de Esztergom (Hungría) se había caracterizado por su ayuda a los pobres después de la Segunda Guerra mundial. A medida que se afianzaban los comunistas en el poder, iban desapareciendo los otros partidos, de forma que llegó un momento en que la Iglesia se convirtió en el único bastión de resistencia y en el principal punto de hostilidad de la propaganda comunista. El cardenal protestó fuertemente contra la nacionalización de las escuelas católicas del país. Por este motivo fue detenido a finales del 1949, enjuiciado bajo la acusación de traición, y condenado a cadena perpetua. Tras ser liberado por la Revolución Húngara de 1956, Mindszenty emitió un valiente discurso en el que abogaba por las elecciones libres, la libertad religiosa y la propiedad privada. Unas horas después de su discurso las tropas rusas entraron en Budapest y aplastaron la revolución. El Primado tuvo que buscar asilo en la Embajada de los Estados Unidos, donde permaneció auto-exiliado durante 15 años.

El cardenal primado Jozef Mindszenty murió en el exilio en Viena en 1975 y fue rehabilitado y declarado inocente post mortem por el Gobierno húngaro en 1989. También se rehabilitó a todas las víctimas que por razones políticas fueron perseguidas, encarceladas o ejecutadas entre 1949 y 1953. Los que aún estaban vivos recibieron una compensación económica, al igual que las víctimas del levantamiento de 1956.

A la luz del testimonio impresionante de este insigne cardenal húngaro, podemos entender la postura de muchos pastores, como Monseñor Jorge Urosa Savino, Cardenal Arzobispo de Caracas que han levantado su voz en defensa de la educación católica, de la verdadera democracia, de las libertades civiles. Es asombroso el paralelismo, pues, como Mindszenty, el cardenal Urosa se distinguió durante su ministerio episcopal en la diócesis de Valencia por su atención a los más necesitados. La Caritas arquidiocesana multiplicó los comedores y las ollas solidarias para las familias más pobres. Al mismo tiempo el obispo visitó con frecuencia las grandes parroquias del Sur y estableció una decena de nuevas parroquias en los sectores populares, demostrando una honda preocupación por la atención religiosa y social de las clases más desfavorecidas. De nuevo el gobierno de turno, molesto por la voz potente de la Iglesia que no calla, lo acusa de traición, de estar movido por intereses políticos o de alianzas secretas con potencias extranjeras. La historia se repite y la misma historia se encargará de rehabilitar totalmente a los que ahora son calumniados y perseguidos. La mentira es el único medio para combatir a los se hallan firmemente cimentados en la honestidad de la propia vida y en la veracidad indiscutible de sus afirmaciones.
          __________

No hay comentarios:

Publicar un comentario