24 abr 2011

Cristo venció, la Iglesia vence con Cristo. Hoy es el octavo día



COMENTARIOS A LAS LECTURAS DOMINICALES
P. Mario Ortega.

¡Esta es la noche! La noche en que Cristo resucitó. La noche cuyas tinieblas fueron disipadas por la gloria del Resucitado. Los cristianos tenemos una esperanza y una alegría que nadie ni nada nos puede quitar: Cristo ha resucitado y nosotros también estamos llamados a resucitar y a vivir eternamente felices.

¿Que hay cruz? Sin duda la hay, y ese precisamente es el camino - Cristo nos lo mostró - para resucitar. ¿Que hay incomprensión e injusticias? También Cristo las padeció. Esas injusticias padecidas por amor se transformaron en una gloria que inundó el mundo de gracia y amor.

¿Que hay ofensas? Como Cristo las perdonó desde la cruz, así también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Todas las anteriores preguntas tienen respuesta y respuesta firme y gozosa porque CRISTO HA RESUCITADO.

Ahora bien, el nuestro ha de ser un gozo activo. Somos testigos de la Resurrección y hemos de alumbrar a un mundo que "vive todavía en el Antiguo Testamento"; peor aún, vive de espaldas a Dios y contra Dios... Portamos la luz de la esperanza. Los cristianos no tenemos derecho a quejarnos de que el mundo está en tinieblas cuando nosotros somos la luz...

Más allá de ser título para películas y canciones, la expresión "octavo día" tiene su origen en la tradición más antigua de la cristiandad que define así el día de la Resurrección.

Lo hace para manifestar que la Resurrección es una nueva creación. Si la creación del mundo se realizó en siete días, Cristo ha llevado a cabo una obra más portentosa que la misma creación, obra completamente trascendente, que supone algo completamente nuevo y definitivo. De ahí la expresión "octavo día", como día en que "actuó el Señor" (cfr. salmo 117), día primero de la semana, como dice la Escritura, recordándonos el comienzo de la creación.

El número ocho tenía para los Santos Padres un significado de pureza (circuncisión a los ocho días), de perfección moral y santidad (ocho bienaventuranzas) y, sobre todo de definitividad, de eternidad: es el día sin ocaso, la expresión más viva de la eternidad, en contraste con los siete días anteriores que expresan la temporalidad.

El gozo de nuestra fe es saber que vivimos ya en este octavo día, que la eternidad dichosa, con Dios ya está incoada, que la nueva creación obrada por Cristo es plenitud de vida y de luz.

P. Mario Ortega



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