30 may 2011

OPINIÓN El atrio de los gentiles I


P. Roberto Visier. Cuando hablábamos recientemente de la sed de Dios, hacíamos referencia a que la indiferencia religiosa no es lo común en todo el mundo. Por eso citábamos algunas zonas del planeta donde el cristianismo se mantiene con bastante fuerza e incluso otras religiones tienen una aceptación generalizada. Nos interesaba destacar, no sólo que el cristianismo, a pesar de la crisis, todavía está muy vivo, sino que en general creer en Dios es lo más normal. Esto parece difícil de aceptar cuando se percibe el gran silencio de Dios que existe en nuestra sociedad, pero no podemos perder de vista que el mundo es más grande de lo que pensamos y que en la sociedad de la comunicación y la información, no estamos realmente tan informados como parece. Sabemos sólo lo que los grandes medios quieren que sepamos. Por eso es tan importante buscar canales alternativos de información. Eso sí es realmente fácil hoy pero no todos lo hacen, porque con frecuencia vivimos absorbidos por nuestras actividades de trabajo y la enorme variedad de “entretenimientos” que se nos ofrecen. Al final, son muchísimos los que sólo saben lo que “casi todos saben”, es decir, las cuatro noticias que circulan.

El Papá Benedicto XVI ha hablado de la nostalgia de Dios que existe hoy en el mundo occidental. La nostalgia es una especie de anhelo del pasado, un deseo de encontrar, de tener de nuevo, de gozar un bien que se ha perdido o que está en este momento fuera del alcance. Se recuerda con nostalgia la juventud, la persona amada lejana o fallecida, la patria, la familia, un determinado momento de nuestra vida. Hoy existe un vacío espiritual enorme que no todos perciben pero algunos sí. Casi todos son conscientes de que vivimos tiempos de crisis, de que hay algo que no funciona y no es sólo la economía. Es entonces cuando los que no han perdido todavía su capacidad de introspección buscan en su interior un fundamento capaz de dar sentido a su vida. Pero siempre que el hombre busca en su interior con sinceridad acaba mirando hacia arriba, quiero decir más allá, más alto y entonces surge la gran pregunta: “Dios, ¿estás ahí? ¿Eres tú lo que busco, lo que tanto anhelo y necesito?”.

Para acoger a todos esos hombres y mujeres de buena voluntad que buscan con sinceridad a Dios, pero que están todavía lejos de aceptar la fe católica, el Papa ha pedido que se “abra” en la Iglesia el “atrio de los gentiles”. Este recinto del templo de Jerusalén era como un patio situado antes del lugar del culto donde se ofrecían los sacrificios. En él podían entrar los gentiles (los no judíos) que sin embargo querían rezar al único Dios de los judíos. De este modo el pueblo hebreo trataba de dar cumplimiento a las profecías que hablaban de una llamada universal a la salvación, donde Yavéh Dios se manifestaba como Dios de todos los pueblos, no sólo del pueblo de Israel. Los gentiles que acudían allí a rezar eran personas desengañadas del politeísmo pagano que buscaban el único Dios verdadero.

El atrio de los gentiles hoy es una invitación a un diálogo serio sobre al cuestión de Dios. Se trata de invitar a aquellos bautizados que se han alejado de la fe o nunca la han practicado, que sienten una inquietud religiosa pero no están dispuestos a asumir la fe católica. Son muchísimos hoy en día. Es una llamada de atención también para todos los que ni siquiera han recibido el bautismo, han crecido en el ateísmo o en el agnosticismo pero se plantean la pregunta sobre la religión, sobre Dios. Son personas que se sienten defraudadas de los “idolos” modernos que no cumplen sus promesas de dar felicidad y buscan al Dios verdadero. El planteamiento sería: “Yo sé que tu no eres católico ni quieres serlo, que no aceptas la enseñanza de la Iglesia, pero me doy cuenta de que buscas la verdad, de que tratas de hacer el bien y de que no estás cerrado a la cuestión de Dios. Bien, no estás en disposición de hacer un retiro, de asistir a una función religiosa, de pertenecer a un grupo católico. Entonces simplemente hablemos de Dios y ya veremos dónde llegamos”.

P. Roberto Visier.

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