El Señor (κύριος) habló por medio (διὰ) del profeta
Dios es Real, “no es un dios-spray”, como le gusta advertir a Francisco. Y ese Dios Creador del Universo y de la Historia, preparó la primera Navidad por medio de un Pueblo, Israel, y de unas promesas, las de los profetas. Mateo constata la fe da la Iglesia Primitiva, que es la fe de los católicos: Dios realmente habló por los profetas, en este caso, por medio de Isaías (7, 14; 9-6). Por eso José ya conoce y ama al Dios verdadero. Y vive en Él y para Él. Y habla con Él y de Él.
Sucedió para que se cumpliera (πληρωθῇ)
La sorpresa de José a causa del embarazo de María es mayúscula. Están desposados pero nunca han tenido relaciones. Un ángel del Señor (κύριος), del mismo Señor que habló por medio del profeta, le explica a José algo todavía más asombroso: en las entrañas de María, por obra del Espíritu Santo, está sucediendo el cumplimiento de las profecías de Isaías, anunciadas unos 700 años antes, esperadas por todo el pueblo de Israel. José entiende que Dios lo ha elegido para ser protagonista y colaborador excepcional en la obra de la Salvación que Dios realiza en la Historia de la Humanidad.
Madre del Mesías-Niño: La Virgen (παρθένος)
Isaías había anunciado que la madre del Salvador sería virgen. Un escalofrío debió correr por todo el cuerpo de José cuando comprende que esa antigua profecía de la virgen-madre, que tantas veces había escuchado en la sinagoga, se está realizando en María, la joven alegre, sencilla y santa con la que se acaba de desposar.
Nombre del Mesías-Niño: Con-nosotros-Dios
José jamás pudo imaginar una misión más elevada a la que Dios le hubiera podido llamar: le pondrás por nombre Jesús. La vocación que Dios otorga a José en aquél instante y para toda su vida es la de ser padre adoptivo del Mesías. Así José cumple la promesa de Isaías sobre el nombre del Salvador: Con-nosotros-Dios. Y no sólo porque fuera Jesús un niño meramente humano lleno de Dios, sino porque ese Niño es personalmente Dios, como había profetizado Isaías: Se llamará Dios Poderoso. Esa es la presencia de Dios con nosotros, no la de un Jesús lleno de Dios, sino la de Jesús Dios y hombre verdadero.
Misión del Mesías-Niño: Salvar del pecado (ἁμαρτία)
Salvará a Su Pueblo de sus pecados. José entiende entonces que la misión esencial de ese Niño no es ni política, ni humanitaria, ni social. No nace para fundar sindicatos, ni ONGs, ni hospitales. Es una misión religiosa, espiritual y trascendente: salvar del pecado al Pueblo de Él, al Pueblo que escogió en Abraham para preparar en él el nacimiento del Mesías, el Pueblo de Israel. Y por medio de ese Pueblo, a todos los hombres.
No se trata de mitos. Se trata de nuestra historia, de la historia de la humanidad, de la historia de la acción de Dios en la humanidad. Obras ciertas de Dios son la profecía del Emmanuel y su cumplimiento en Jesús, la profecía de la virgen-madre y su cumplimiento en María. Esta es la gozosa fe de la Iglesia, que llena de sentido la historia y nuestras vidas, como la de José:
Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios, Luz de Luz. Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros los hombres y por nuestra salvación, bajó del cielo;
y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen,
y se hizo hombre.
@fraytuk
Publicado en Certeza católica.
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