17 jun 2011

EL OBISPO POLI VOLVIÓ A PEDIR PERDÓN: "HAN GASTADO Y REGASTADO SU VIDA ENTRE NOSOTROS AL MEJOR ESPÍRITU PAULINO" Emotiva y masiva despedida de los fieles al párroco misionero de la Catedral de Santa Rosa

Viernes 17 de junio de 2011.



Redacción VenL. El pasado domingo 12 de junio se celebró en la Catedral Santa Rosa de Lima una Misa en la que un grandísimo número de fieles se despidió del padre Antonio Martínez Racionero, misionero de Servi Trinitatis, párroco de la Catedral desde 1995 y Vicario General de la diócesis de Santa Rosa durante 11 años. La Celebración fue presidida por el obispo diocesano Mario Aurelio Poli, quien pronunció unas cariñosas palabras llenas de agradecimiento y estima hacia los misioneros de Servi Trinitatis Antonio y Ricardo. Este último, vicario de la parroquia Catedras Santa Rosa de Lima desde 1995, viajó a su nuevo destino pastoral en España hace unos meses. El obispo Mario Aurelio Poli, que asumió en 2008, afirmó que "a los poquitos días de estar aquí en La Pampa, me di cuenta que la Catedral estaba en buenas manos, en buenas manos", y destacó que con la partida del Padre Antonio y el Padre Ricardo "queda un sentimiento de orfandad" en la diócesis y "el desafío" que "es muy grande de rellenar este hueco". Hizo saber "a quien preside este Instituto Secular" que la diócesis de Santa Rosa está "siempre con las puertas abiertas a los sacerdotes de Servi Trinitatis", y lamentó "la infamia", "la mentira" y el "juicio falso" que tuvieron que sufrir, pidiendo nuevamente "perdón a Dios y perdón también a ellos por no haberlos acompañado lo suficiente para que se sientan más acompañados en la prueba". Monseñor Poli concluyó con un afectuoso "¡Te vamos a extrañar mucho Padre Antonio! ¡Te vamos a extrañar mucho!", al que siguió una intensa y prolongada ovación de los presentes. (A continuación les ofrecemos los videos, audios y textos de las palabras de despedida del obispo Mario y del padre Antonio).


Palabras del Padre Antonio Martínez Racionero ST a los sacerdotes
en la Misa concelebrada de despedida del jueves 9 de junio en la Catedral Santa Rosa de Lima.
Homilía del Padre Antonio Martínez Racionero ST
en la Misa de despida de los feligreses el domingo 12 de junio en la Catedral Santa Rosa de Lima.
Texto completo de las palabras de Monseñor Poli, Obispo de Santa Rosa, en la Misa de despedida del Padre Antonio Martínez Racionero domingo 12 de junio
Mis primeras palabritas son para vos Padre Arturo. Breves…Cuando yo me ordené hace 33 años, celebré mi primera Misa también en mi parroquia San Cayetano de Liniers y una abuela después del besamanos, el mismo que vamos a hacer hoy, a estas manos consagradas por el crisma, esperó a que terminase todos los besamanos y se acercó para decirme algo que a mí me hizo mucho bien como sacerdote y te lo regalo a vos. Me dijo así: “Padrecito, tratelo siempre con manos de enamorado ¿entendiste?”. [Al Padre Antonio] El Espíritu Santo lo trajo a La Pampa, junto con el Padre Ricardo y en esta fiesta con el empuje que siempre tiene el Espíritu Santo lo lleva devuelta a su patria. La espiritualidad de Job nos dice lo que Dios dio, Dios lo quito. Bendito sea el Nombre del Señor. 16 hermosos años que han prodigado, han prodigado los dos, el Padre Ricardo y el Padre Antonio entre nosotros. Los menciono a los dos, así como hacia el otro día entre sacerdotes porque no podemos decirles estas cosas al Padre Ricardo. Fue tan pronta su ida que no pudimos organizarnos para hacerle una despedida como Dios manda. Pero sabemos que las va a recibir. Buen mensajero tenemos.
Dieciséis hermosos jóvenes años. El Padre Ricardo vino muy jovencito aquí. He visto unas fotos, lo hemos devuelto con canas. Y vi otra foto también que el Padre Antonio tenía más pelo que ahora. Lo devolvemos distinto… y a mí se me hace, más allá de la ocurrencia, que han gastado y re gastado su vida entre nosotros al mejor espíritu paulino. No tengo palabras para decirlo. Yo hace dos años y medio apenas que lo conozco y a los poquitos días de estar aquí en La Pampa, me di cuenta que la Catedral estaba en buenas manos, en buenas manos.
Miles de bautismos, infinitas horas de escuchar, de prodigar la misericordia de Dios ante las miserias y pecados. Partieron el pan de le Eucaristía en estas tres comunidades, en movimientos, su palabra, su enseñanza. Integridad de vida. Alegría aun en medio de las dificultades. El otro día me decían, Padre Antonio, nunca te vieron de mal humor. No recuerdan. Siempre alegre. Conservalo.
Y nos queda un sentimiento de orfandad, no lo podemos decir de otra manera, cuando un hijo pierde a su padre tiene orfandad, pero cuando un padre pierde a su hijo no hay forma de decirlo, ¿vieron? Yo le agradezco a Dios que haya estado entre nosotros y que nos dejen este regalito, aunque sea por un tiempo y siempre con las puertas abiertas a los sacerdotes de Servi Trinitatis. Así se lo hago saber a quien preside este Instituto Secular.
Yo sé que Dios les pidió un plus también. Además de dejarnos su palabra, su testimonio, su buen ejemplo, su alegría y su entrega en cuota de sacrificios, Dios les pidió algo más. Asimilarse a su Cruz por la infamia, por la mentira, por un juicio falso. E intuyo que han sufrido mucho entre nosotros.
Yo el otro día, levantando la voz y representando a muchos sacerdotes que piensa así, le he pedido perdón a Dios y perdón también a ellos por no haberlos acompañado lo suficiente para que se sientan más acompañados en la prueba. Sé que la Virgen no los soltó de la mano. Que Dios en su infinita Providencia los acompaño mucho y hasta en eso han sido testigos de la verdad. Nos dejan buen ejemplo sacerdotal. No por nada han cosechado varias vocaciones sacerdotales, no por nada. Además nos dejan también la familia femenina entre nosotros que es fruto de este testimonio sacerdotal. Les damos gracias a Dios, le pedimos que nos ayude porque el desafío es muy grande de rellenar este hueco, muy grande. Sé que Dios es Providente, que nunca hará faltar lo necesario para acompañar pastoralmente a su Iglesia con los sacramentos, con la vida de Dios. Pero ahora te digo Padre Antonio, tenés las puertas abiertas, te llevamos en el corazón. Queremos decirte también y expresarte nuestro cariño. Sé que la gente lo va a hacer personalmente ahora ¿no? Pero en voz alta, como pastor ¡te vamos a extrañar mucho Padre Antonio! ¡Te vamos a extrañar mucho! (Monseñor Poli abraza al Padre Antonio en medio de fuertes y largos aplausos).
Texto completo de las palabras del Padre Antonio Martínez Racionero en la Misa de despedida de los sacerdetes el jueves 9 de junio
Muy querido Señor Obispo, Don Mario Aurelio. Muy queridos hermanos sacerdotes presentes y en vuestras personas también saludo a los ausentes. Quiero hacer una memoria especial del Señor Obispo, Reinado Fidel, Obispo emerito de Santa Rosa que nos recibió hace 15 años y todos los sacerdotes que durante estos años pues hemos también acompañado y que algunos ya han partido al Cielo, así lo esperamos y lo pedimos, y otros han sido trasladados a otros lugares. Querido prebisterio entero de la diócesis de Santa Rosa, con el que hemos estados unidos durante estos 15 años y seguiremos unidos ya para siempre. Queridos hermanos, queridos fieles que también acompañáis a los sacerdotes en esta Misa que es de despedida y de agradecimiento.
Quisiera no extenderme mucho y a la luz de la palabra de Dios mechada con experiencias personales, expresar a la Santísima Trinidad la profunda gratitud por estos 15 años y pico que junto con el Padre Ricardo hemos vivido en Santa Rosa. Gratitud de corazón. Gratitud que de una forma especial se hace infinita, traspasa el Cielo y vuelve llena de bendiciones sobre la tierra en la Santa Misa, en la acción de gracias por excelencia que es la eucaristía.
Hace ya más de 15 años, en concreto, si mal no recuerdo, el 2 de octubre de 1995, celebrábamos una Misa con nuestro superior general, presidente general de Servi Trinitatis en la actualidad, Don Gratiniano, que ha tenido también la dicha de visitarles a ustedes en distintas ocasiones, y en aquella Misa él nos decía: “van en el Nombre del Señor, van en el Nombre del Señor…”. Y con frecuencia en estos años yo pensaba “estamos en el nombre del Señor”. En tu Nombre echaré las redes. En tu nombre viviré el ministerio y así lo hemos ido renovando.
Recuerdo cuando el avión despegó y dejamos de estar en suelo español, nos miramos con el Padre Ricardo y los dos teníamos la misma sensación. Es la sensación de una planta que se arranca y que se sacude la tierra y así con las raíces y todo se transplanta y es plantada aquí en Santa Rosa, La Pampa. Ahora creo que vuelva va a ser la misma sensación, cuando dejemos el suelo argentino, el Señor nos agarra de nuevo, nos sacude y nos vuelve a plantar allá. Pero lo hermoso es que es en el Nombre del Señor.
Cuando vinimos a la Catedral, ya desde el principio experimentamos la realidad de lo que Jesús expresaba en el evangelio: “que sean uno”. La unidad de la Iglesia Católica, la misma fe, la misma esperanza, los mismos sacramentos. Y nos sentimos desde el principio como en casa. Recuerdo las visitas de los presbiteros en aquellos primeros momentos, el conocimiento y el profundo y progresivo adentramiento en la vida de la diócesis.
Si me pidieran una imagen para expresar lo que han sido estos años vividos junto al Padre Ricardo, aquí en Santa Rosa, él venía con 26 años y parecía más joven todavía. El nuncio cuando vino a visitarnos creía que era seminarista cuando lo vio. Yo tenia entonces 32, la mayor parte de nuestra vida sacerdotal la hemos vivido aquí, gran parte de la vida. Y aquí hemos ejercido principalmente nuestro ministerio, hemos, por decirlo así, aprendido a vivir sacerdotalmente junto a ustedes queridos hermanos, sacerdotes y fieles.
Y buscando esa imagen o, mejor dicho, afloró desde hace ya tiempo, y así lo quisiera vivir, la imagen del misterio pascual, la imagen de la Pascua, la imagen de la vida de Jesús. Lo digo con sencillez, no quisiera como dice el salmo “grandes pretensiones”, pero en realidad toda vida cristiana es una incorporación en la pascua, en el misterios pascual del Señor. Desde que Jesús murió y resucitó todo el universo ha sido traspasado por el misterio pascual y está en trance pascual. Así de una forma especial la vida del sacerdote y así lo hemos vivido, lo he vivido muy particularmente en la diócesis de Santa Rosa en estos años. Años donde hubo ese florecimiento, donde después menos y donde después apareció esa etapa de persecución, de pasión, de muerte pero que culmina en la vida. Esto es lo hermoso. Que en el misterio pascual, la Cruz es fuente de luz de vida, vence la gracia al pecado, vence la verdad a la mentira, vence el amor al odio, vence la vida a la muerte, y esta vivencia del misterio pascual que desde lo profundo del corazón experimento, vivo, en cada Misa y en cada dia, quisiera también eso expresar en nuestra vida sacerdotal así. Este trance, es participación en la muerte y resurrección del Señor, y esto pues continuará porque hasta que amanezcamos a la Pascua eterna estamos como diría san Pablo, muriendo cada día. El Señor nos ha hecho ese regalo especialísimo, inmerecido y nunca suficientemente agradecido de habernos asociado a su Pasion, a su cruz. Les pido que pidan para que los sepamos aprovechar bien y para que realmente seamos testigos de Jesús resucitado como san Pablo nos ha dado ejemplo y hoy nos lo narraba el libro de los Hechos, en esta escena hermosa donde dio testimonio de la resurrección y donde el Señor le dijo "has dado testimonio en Jerusalén, ahora lo darás en Roma". El Señor nos ha pedido ahora que volvamos a dar el testimonio allí en España, habiéndolo dado acá. Esa ha sido nuestra intencion. Eso es lo que nos ha movido en cada momento, con paz, con alegría, con gozo. Tambien es cierto con nuestras limitaciones, deficiencias. ¡Cuántas cosas que tendría que haber hecho y no he hecho! ¡Cuántas cosas que las tenia que haber hecho de otra manera, mejor, con limitaciones, con imperfecciones, con pecados pero con una siempre confianza en la misericordia de Dios y recta intención de glorificar a Dios y de hacer siempre el bien, sin dejarnos llevar ni hablar mal de nadie ni pensar mal de nadie ni querer mal a nadie. Sino al contrario, siempre desear el bien, el amor del Señor. Esto que Jesús nos decia y nos pedia hoy, que todos sean uno. Procurando darles a conocer el nombre del Señor, procurando glorificar al Señor, viviendo así el amor verdadero donde no hay lugar ni para el odio ni para el rencor sino al contrario. EL amor de Dios todo lo transforma en Amor, toda realidad humana. Así lo hemos procurado vivir.
Recuerdo y les comparto tambien cosas del corazon. El día de la ordenación sacerdotal, el 4 de julio de 1987, entonces con 24 años y pelos en la cabeza, recuerdo la preparación con los ejercicios espirituales previos. Esa mañana radiante, era un sabado, día de María y también era año santo mariano. Yo hice el proposito de que cuando recibiera la imposición, la consagración por la imposición de las manos del obipo Monseñor Guerra Campos, fallecido en el año 97, en ese momento de hacer, junto con Maria, las palabras que ella pronunció en la momento de la anunciacion. Y así interiormente le dije al Señor: “He aquí tu siervo, hagase en mí según tu Palabra”. Viviendo el ministerio sacerdotal siempre, desde el corazon de Maria, con ella y junto con esas palabras, también esas otras que expresan la esencia de la vida cristiana y humana, y más todavía la esencia del sacerdocio. Que todo sea para tu mayor gloria, para la mayor gloria de Dios. Esos sentimientos en el momento de la ordenación es lo que siempre ha ido moviendo y como no especialmente en estos años vividos aca. Buscar en todo y siempre la gloria de la santisima Trinidad.
Cuando ingresamos a nuestro instituto, Servi Trinitatis, nuestro presidente general siempre nos lo recuerda y nos lo dijo, venimos a ser gloria de la Santisima Trinidad, gloria especial de la Santisima Trinidad, en la entrega total a la Iglesia, el servicio total a los hermanos como lo hizo Maria, o sino no hay lugar. La gloria de Dios vivida en la entrega total a los hermanos. Y recuerdo al dia siguiente, la Misa de accion de gracias,  experimentar lo que tambien maria expresó cuando visitó a su prima santa Isabel visitando a Jesús. Yo así lo vivia, como que llevo a Jesús siempre ya. Recuerdo que me miraba las manos y lloraba pensando que era sacerdote. Y vivir que la vida del sacerdote especialmente es como un magnificat, como una proclamación de la grandeza del Señor que se ha fijado en la humillación, en la humildad, en la pequeñez de su siervo. Y vivir así para magnificar al señor, para proclamar su grandeza, llevando a Jesús a los demás, dándole a conocer tu nombre, como decía Jesús en esta hermosísima oración sacerdotal.
Y recuerdo también y con esto ya termino, que en la tarjetea de la ordenación puse dos frases. Una del libro de los hechos precisamente ahora se realizará en Pentecostés: recibirán el espíritu y serán mis testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo. Porque el espíritu de Dios es espíritu católico, universal y nos lleva hasta los confines del mundo. Nunca pensé que iba a venir a Argentina, no conociamos ni siquiera La Pampa como provincia. Pensabamos que era una extensión geografica y tambien lo es. Pero así el espiritu que nos consagró hace testigos hasta los confines del mundo. Así se ha hecho realidad en estos años vividos en Santa Rosa, en La Pampa.
Y la segunda frase tomada del Cura de Ars, del santo Cura de Ars es “El sacerdocio es el amor del Corazon de Jesús”. Estamos en el mes de junio, mes del sagrado corazón y entonces también decir que así con esas deficiencias y limitaciones lo hemos intentado vivir. Hacer presente el amor, la mansedumbre, la humildad del sagrado corazon de Jesús, del buen Pastor. Él nos lo pidió, aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón y así especialmente, el sacerdote tiene que expresar en su vida esta realidad del sagrado corazon de Jesús. Somos nacidos en lo profundo de su corazón para ser presente su corazón, para ser presente el ministerio de la misericoridia de Dios en los hermanos.
Ahora queridos hermanos, queridos hermanos sacerdotes, queridos obispos, queridos fieles, el espiritu santo nos lleva de nuevo a España, a estar con la familia, con Don Grati, nuestros hermanos sacerdotes all,á con otra mision pero con la misma mision. Entonces con accion de gracias al Señor, les pido que nos tengan presentes en sus oraciones. Cuando se despedía san Ignacio de san francisco Javier, en ese poema de Jose María Peman, le terminaba diciendo san Ignacio: llevame en tu corazon que yo en mi corazon te llevo. Pues así les pido yo tambien, llevenme en su corazon reverendos hermanos sacerdotes, Don Mario, que yo en mi corazon los llevo a todos. Y perdonenme que no diga lo que siento porque tambien decia san francisco: vos que entendeis a las almas traducidme este silencio pues me habeis enseñado con el testimonio y ejemplo a ser despresion mas corta cuando es mas grande el afecto. Gracias de corazon y quedamos unidos en el corazon de Jesús, en nuestra señora de lujan y siempre tambien con la intercesión de santa rosa, nuestra patrona. Gracias.
Texto completo de la homilía del Padre Antonio Martínez Racionero en la Misa de despedida de sus feligreses el domingo 12 de junio
Muy querido señor obispo, Don Mario. Muy querido Padre Arturo. Muy queridos padres, Julio y Cristina. Muy queridos fieles, hermanos y hermanas. Lo mismo que aconteció aquel primer Pentecostés de la historia cristiana, porque Pentecostés ya era una fiesta judía pero era una fiesta que preparaba lo que aconteció después de la Pascua de Jesús.
Jesús sopló de junto al Padre su Espíritu de Amor sobre la Iglesia y ese soplo, ese Espíritu que se derramó en la Iglesia aquel primer Pentecostés cristiano continua y continuará. Hoy también el Espíritu Santo es derramado, es infundido con el mismo vigor, con la misma fuerza. Y el Espíritu Santo hoy sigue fecundando a la Iglesia, sigue queriendo realizar en nosotros esa obra de transformación interna, profunda, verdadera.
Si se han dado cuenta, el evangelio que acabamos de escuchar es el mismo que se proclamó el día de Pascua porque Pentecostés es la Pascua que continua. Es el Espíritu Santo que lleva adelante la Pascua, que realizando en nosotros, en la Iglesia, en el mundo esa transformación de muerte en vida, de pecado en gracia hasta el final y por eso Jesús se hace presente, nos muestra sus manos, su costado, nos da la paz, nos sopla, nos infunde su Espíritu Santo y produce estos maravillosos frutos.
Hoy de una forma muy especial estamos celebrando también y dando gracias al Señor, uniéndonos al Padre Arturo y uniéndonos a sus padres, Julio y Cristina, porque el Espíritu Santo lo hizo sacerdote. El Espíritu Santo es el que da eficacia, vida sobrenatural a todos los gestos y signos especialmente a los sacramentos donde actúa infaliblemente. Decía Jesús: “el espíritu es el que da vida”, la carne no sirve para nada. Y este Espíritu Santo consagró sacerdote a nuestro hermano Arturo por la imposición del las manos, con la oración consagratoria, lo que Jesús dio a los apóstoles esa consagración sacerdotal en virtud de la sucesión apostólica que lleva adelante el Espíritu Santo en la iglesia, alcanzó al Padre Arturo.
Hoy el Padre Arturo junto con el Señor obispo, Mario Aurelio y un servidor, va a pronunciar en el pan y en el vino las palabras de Jesús en la última cena. Y en virtud del Espíritu Santo cuando digamos esas palabras, el pan y el vino, como saben, se convertirán en el Cuerpo y la Sangre del Señor. Hoy consagrará y absolverá cuando confiese y así desde sus manos, de su persona Cristo se hará presente y el Espíritu Santo actuará.
Arturo fue llamado, llamado de entre la gente, llamado en el seno de su familia que generó ese humus, ese sustrato, ese ambiente donde el Espíritu Santo ha podido hacer oír su llamando y ha encontrado también el acompañamiento. Después se ha servido de muchas personas, circunstancias y en un momento contactó con el Padre Ricardo, al cual recordamos especialmente en este momento, Ricardo Latorre. Y Ricardo fue instrumento a su vez para orientar, guiar esta vocación al Instituto Secular Servi Trinitatis. Arturo respondió a esa llamada y así se ha formado y hoy esta celebrando su Misa de acción de gracias. En realidad no hay palabras que puedan expresar debidamente los misterios del Señor. Él mismo nos da palabras pero el Espíritu Santo es el que nos hace vivir, saborear con sus dones, en el interior. Por eso pido al Espíritu Santo que entre en lo más profundo de nuestra alma y que nos haga realmente vivir estas realidades.
Julio y Cristina, un día Dios os bendijo con Arturo. Todo hijo es una bendición, vuestros tres hijos por supuesto. Cuando Dios en el seno de una familia llama, decía mi madre cuando testimonió en el año jubilar allá en Roma ante el Papa y muchas personas, cuando Dios llama a uno de nuestros hijos es como si el mismo Jesús viniera a casa, como si el Señor nos hiciera personalmente de su familia. El fruto de vuestras entrañas, hoy va ser instrumento para que el fruto de la redención, Cristo este entre nosotros. ¡Qué cosa tan hermosa y que alegría también para ustedes!. Nos unimos a esta acción de gracias de Arturo que fue llamado como digo, tomado de entre los hombres, que consagrado por la unción del Espíritu y que es enviado.
El Espíritu que consagra es el que envía y es realmente así, el Espíritu es el que hace misionera a la Iglesia, es el que va construyéndola, como nos explicaba San Pablo en la segunda lectura en esa diversidad armoniosa que construye la comunión y que hace posible que todos siendo diversos seamos un solo cuerpo. Porque fuimos bautizados en el mismo Espíritu, porque nos une el mismo Espíritu vivificador. Y el Espíritu es el que une los miembros del cuerpo, el que le da vida y el que permite que puedan armonizarse y vivir cada uno según la misión.
Así también el Espíritu Santo es el que habiendo llamado y consagrado a nuestro hermano Arturo es el que lo envía. Ahora como decía Don Mario va estar entre nosotros, aprovechando que viene a visitar a la familia y va poder también dar una mano. Después volverá a Madrid y después el Espíritu Santo lo seguirá llevando. ¡Quién sabe! A lo mejor también lo trae por estas tierras. Dios dirá. Pero que hermoso es, les digo de corazón, qué hermoso es dejarse llevar por el Espíritu. Que sea Él el que nos guíe. Cuando uno lee en los hechos de los apóstoles que el Espíritu Santo les manifiesta separar a Pablo y Bernabé para la misión, etc. El Espíritu le sugiere. ¡Qué hermoso es dejarse llevar por el Espíritu! Y así, queridos hermanos, también hace ya unos cuantos años, el Espíritu Santo nos trajo al Padre Ricardo y a un servidor para acá. Cuando nuestro superior, presidente general, Don Gratiniano que ha venido en diversas ocasiones y conoce bien también la Catedral, Santa Rosa. Cuando contactó con diversos obispos para poder desarrollar la labor misionera, que es uno de nuestros fines de Servi Trinitatis: las misiones, las misiones en todo el mundo y de todas las formas, los obispos respondieron con prontitud. El de Lomas de Zamora, entonces Monseñor Collino, el entonces también el arzobispo de Valencia-Venezuela, Monseñor Jorge Urosa Sabino que ahora es Cardenal en Caracas, y el de Santa Rosa no respondía. Y recuerdo que no respondía, no respondía. Ya pensábamos, porque así nos lo aconsejó el obispo, entonces Don José Guerra Campos que ya falleció, visitar, conocer antes. Y ya planificando el viaje para ir a estos dos lugares, Lomas de Zamora y Valencia, respondió Monseñor Reinaldo Fidel, y es que no podía responder por estaba entonces en Roma en visita Ad Limina pero apenas llegó y encontró la carta de nuestro superior, Don Gratiniano, sí por favor, vengan. Hay mucha necesidad en La Pampa. 
Y así vinimos en julio del año 95 y estuvimos diez días en Santa Rosa y después, recuerdo que Monseñor Obispo, Reinaldo Fidel decía “sería bueno que vinierais con un poquito más de estabilidad no por poquito tiempo ¿podrá ser?”. Y yo le decía “ojalá, no sabemos. Dios dirá”. Fue providencial que el Espíritu Santo por medio del obispo de Cuenca, Monseñor Guerra Campos, que es el obispo que erigió el Instituto Secular Servi Trinitatis. Él fue el que dijo que de momento permitía salir sólo dos y a Santa Rosa. Entonces así vinimos en octubre de 1995, como nos despidió nuestro superior Don Gratiniano, en el Nombre del Señor para procurar la gloria de la Santísima Trinidad, para procurar el bien, para vivir esa vida de entrega que supone la vida del sacerdote. Es el hombre de Dios, es el hombre para servir, ministro significa servidor, para servir al pueblo de Dios, haciendo las veces de Jesús, predicando la palabra del Señor, alimentando la vida de los fieles con los sacramentos y guiando como pastor que entrega su vida. Esa era nuestra misión. Con deficiencias, con limitaciones, con torpezas hemos ido desarrollando esta labor pero con la entrega del corazón, sencillamente... En medio de todas las situaciones, siempre fuimos bien recibidos en las distintas comunidades que el Señor en Santa Rosa nos concedió, nos pidió la Catedral, Lourdes y Toay. Por eso quiero también aprovechar esta ocasión para dar gracias a Dios, a la Santísima Trinidad, para darles gracias a todos ustedes por habernos recibido, por habernos acompañado, por habernos hecho sentir también que somos una familia.
Recuerdo cuando me despedía de mis padres. En la última Misa que dije en familia, les decía “hoy la familia se hace más grande, abarca también las comunidades de Santa Rosa”. Aun no las conocíamos. Bueno ahora cuando regrese y celebre la misa con ellos, les llevaré a todos, a la familia que se ha hecho mucho más grande. ¡Qué hermoso!
En una ocasión el Padre Ricardo, esto es un poquito así “entre nos”, se perdió en un cerro, en un monte, en el cerro Malo precisamente, allá en San Martín de los Andes. Y estaba mal, mal. Creía que no salía de allí y de pronto oyó voces de niños y esas voces le dieron impulso, animo, fortaleza. No voy a explicar los detalles que sería muy largo. Pero esas voces se hicieron intensas hasta que al final llegó a encontrar el camino y no encontró a nadie. Y pensábamos que quizás los muchos niños que ha bautizado, han sido miles, muchos miles de niños en estos 15 años y pico. ¡Cuánta gracia! ¡Cuánta bendición! ¡Cuánta misericordia! Que el Espíritu Santo, realmente le dejemos que nos transforme. Y les pido que no nos apartemos de la fragua y me explico: el Espíritu Santo nos quiere transformar a todos. El Espíritu Santo quiere que todos veamos una llama viva de Amor. Así lo explica San Juan de la Cruz. ¿Por qué entonces si hemos recibido el bautismo, si hemos recibido la confirmación, si tenemos la plenitud de los dones, por qué entonces no vivimos ese fuego, ese ardor misionero que nos tiene que impulsar a manifestar de toda forma el Amor de Dios, en todo momento, en toda circunstancia, en todo lugar, empezando por casa, empezando por la familia pero en todo momento, en el trabajo? ¿Por qué? ¿Por qué? Y a veces, es que nos falta estar con el Espíritu Santo. El está, el viene, Él nos consagra, Él nos da sus dones, los tenemos, los tenemos en plenitud pero hace falta desplegarlo, hace falta que realmente le abramos el corazón. Hace falta que vivamos lo que somos y para eso hay que ir a la fragua, es decir, tenemos que ponernos ante Él y dejar que el ardor de su Amor nos vaya encendiendo pero a menudo no tenemos tiempo, no le dejamos, escapamos, nos quedamos en otras cosas y entonces andamos fríos, endurecidos, entibiecidos, etc. Y entonces, vayamos a la fragua, vayamos a la oración, vayamos a la Palabra de Dios, abrevemos nuestro corazón en esa escucha orante de su Palabra, donde el Espíritu Santo nos habla al corazón, entra hasta lo más íntimo del alma y allí riega, ilumina. Allí las durezas las ablanda, endereza lo que está desordenado, esa realidad de la secuencia.
Por eso Padre Arturo, estas en la fragua, no salgas de ella. Vive siempre en ese ardo del fuego del Espíritu Santo. El Espíritu Santo te va a ir pidiendo esas exigencias propias del ministerio, respondelas con generosidad. Cuando veníamos y fui a despedirme de las carmelitas de Cuenca, que el Monasterio del Carmelo de Cuenca fue el que vino a pedir precisamente de Buenos Aires, de allí vinieron las primeras Carmelitas argentinas. Cuando llegaron un 9 de julio y vieron banderas, tan decorada la ciudad, pensaron “no esperábamos este recibimiento”. No sabían que era un día patrio. Pues bien, cuando fui a despedirme de ellas, me recordaron ese pasaje de San Juan de la Cruz que dice: “que hay que ponerse en la fragua del Espíritu Santo porque sólo cuando el hierro está al rojo vivo puede ser moldeado. El golpe del martillo del herrero, del artífice divino, puede dar realmente la forma que Él desea. Pero si estamos fuera de la fragua pero no con la suficiente temperatura espiritual el golpe cae en hierro duro, frío que no se puede moldear y que hace mucho ruido”. Por eso el Espíritu Santo sin hacer ruido va transformando pero tenemos que estar en la fragua, en la fragua del Corazón de Jesús, donde el Espíritu Santo con el fuego de su Amor nos va transformando, firmes. Aunque a veces, esa transformación sea una poda o sea una cruz muy grande, lo que fuere pero dentro del Corazón de Jesús, dentro de esta fragua de Amor. Porque el Espíritu Santo vivifica y si permite cualquier herida, cualquier contrariedad, cualquier cosa es para vivificar, para transformar, para que todo se convierta realmente en Amor. Así lo pedimos, Padre Arturo para tu vida sacerdotal y así lo pedimos para todos.
El Espíritu Santo, el pasado 14 de septiembre, ya envió al Padre Ricardo para España. Dios mediante, este martes 14 de junio también me enviará a mí de vuelta. Allí nos espera nuestra familia religiosa, nuestro instituto Servi Trinitatis y nuestra familia humana. Todos con gran alegría y el Espíritu Santo después nos seguirá llevando a donde Él quiera pero demos gracias al Señor por todo, demos gracias al Señor por todo.
Yo humildemente también le pido perdón a Dios y a todos ustedes por todas las cosas que no he hecho y que tenia que haber hecho o por las que he hecho mal o por las que no he hecho lo bien que las tendría que haber hecho. Que el Espíritu Santo que es también el que corrige, el que perdona y purifica, pues purifique mi corazón y también seguiremos unidos en el Espíritu Santo. Es hermosísimo saber que este sol que calienta aquí en La Pampa es el mismo que calienta en España, que calienta en cualquier parte de la tierra. Pues el sol de la Santísima Trinidad es el que en todo momento nos está amando. No hay un instante en el que la Santísima Trinidad no esté derramando su Amor. No hay un instante en el que el Padre y el Hijo no estén dándonos al Espíritu Santo, en el que el Hijo no esté intercediendo por nosotros dándonos la gracia. Y en el que el Padre nos esté sosteniendo con sus manos, siempre, siempre. Que vivamos así, en esa unidad en Dios. Pero esa unidad de Dios, la Santísima Trinidad está en un corazón de Madre, está latiendo en María. Cuando vinimos también por primera vez, del aeropuerto fuimos a Nuestra Señora de Luján, allá celebramos la primera Misa en el altar que está en la Capilla de la Virgen, detrás del altar mayor y allá pusimos a los pies de María bajo el manto de Nuestra Señora de Luján los años que la Divina Providencia dispusiera. Yo quisiera también agradecer en nombre de todos ustedes a la Santísima Virgen. Ella nos ha acompañado siempre y es con Ella con quien recibiremos y podremos vivir esa plenitud del Espíritu Santo. ¡Gracias Nuestra Señora de Luján!
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