P. Roberto Visier. Abrir el atrio de los gentiles en la Iglesia no es simplemente un método de evangelización o una simple invitación a hablar de Dios con la gente. Se trata de un proyecto serio que exige una formación sólida y un nivel cultural alto. No basta decir: “Dios es bueno ¡Búscalo!”. Se trata de suscitar un diálogo profundo que abrace la filosofía, la historia, la psicología, la sociología, incluso las ciencias experimentales (física, biología). Es un espacio donde tratar los grandes temas que conmueven la sociedad, de unir a los que comparten algunos ideales comunes como el desarrollo de los pueblos, el avance de la ciencia, la búsqueda de una verdad moral común, construir una sociedad más justa o alcanzar la paz mundial. Es un lugar de diálogo entre los creyentes y los no creyentes, donde no se excluye, más bien si incluye la cuestión de Dios.
Remito al videomensaje del Papa dirigido el 25 de marzo de este año a los que, reunidos en París fuera de la Catedral de Notre Dame, daban inicio al “primer” Atrio de los gentiles. El Papa les invita a dialogar sobre Dios diciéndoles: "La cuestión de Dios no es un peligro para la sociedad, no pone en peligro la vida humana. La cuestión de Dios no debe estar ausente de los grandes interrogantes de nuestro tiempo". Incluso se atreve a invitarlos a entrar en la catedral y rezar juntos, aunque su modo de concebir a Dios sea distinto.
La propuesta del Papa está cimentada en la confianza en el hombre y en la razón. El Pontífice está convencido de que si buscamos con sinceridad la verdad, si estamos dispuestos a luchar por la verdad, a renunciar a nuestro prejuicios, a iniciar un diálogo verdadero alejado de ideologías y contiendas políticas, o búsqueda de intereses personales o meramente materiales, sin duda encontraremos la verdad. Ciertamente, la razón del hombre es limitada, no puede aspirar a saberlo todo y mucho menos a comprender a Dios plenamente. Así lo expresa el Papa: “Estoy profundamente convencido de que el encuentro entre la realidad de la fe y de la razón permite que el ser humano se encuentre a sí mismo. Pero muy a menudo la razón se doblega a la presión de los intereses y a la atracción de lo útil, obligada a reconocer esto como criterio último. La búsqueda de la verdad no es fácil. Y si cada uno está llamado a decidirse con valentía por la verdad es porque no hay atajos hacia la felicidad y la belleza de una vida plena. Jesús lo dice en el Evangelio: La verdad os hará libres”.
Naturalmente el que inicia este camino debe contemplar la posibilidad de abrirse a la fe, de dar el salto y dejarse caer en las manos de Dios, para abrazar la fe con todas las consecuencias. En esta búsqueda contamos con la ayuda de Dios que sale a nuestro encuentro, que se deja buscar y encontrar, que no permanece indiferente. Este segundo paso nos sacaría del Atrio de los gentiles y nos haría entrar en el templo. Estaba absolutamente prohibido para los no judíos salir del atrio de los gentiles y entrar en el templo. En nuestro caso no es así, pues el cristianismo se caracterizó siempre por abrir las puertas a todos sin distinción de razas o estratos sociales. Ciertamente que algunos irán más allá y entrarán en el templo y eso será para nosotros una alegría enorme. Pero mientras no se dé ese paso, el atrio de los gentiles debe ser un lugar marcado por la pluralidad y por el respeto, sin exigir adhesiones.
Sin duda, este camino es muy propicio para atraer a los intelectuales, a los estudiantes universitarios, a los profesores, científicos y todos los que se mueven en el mundo de la cultura o incluso del arte. Mentes abiertas que no han renunciado a pensar, que buscan el bien, la verdad y la belleza. “Por lo demás, hermanos, todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta” (Fil. 3,8).
La propuesta del Papa está cimentada en la confianza en el hombre y en la razón. El Pontífice está convencido de que si buscamos con sinceridad la verdad, si estamos dispuestos a luchar por la verdad, a renunciar a nuestro prejuicios, a iniciar un diálogo verdadero alejado de ideologías y contiendas políticas, o búsqueda de intereses personales o meramente materiales, sin duda encontraremos la verdad. Ciertamente, la razón del hombre es limitada, no puede aspirar a saberlo todo y mucho menos a comprender a Dios plenamente. Así lo expresa el Papa: “Estoy profundamente convencido de que el encuentro entre la realidad de la fe y de la razón permite que el ser humano se encuentre a sí mismo. Pero muy a menudo la razón se doblega a la presión de los intereses y a la atracción de lo útil, obligada a reconocer esto como criterio último. La búsqueda de la verdad no es fácil. Y si cada uno está llamado a decidirse con valentía por la verdad es porque no hay atajos hacia la felicidad y la belleza de una vida plena. Jesús lo dice en el Evangelio: La verdad os hará libres”.
Naturalmente el que inicia este camino debe contemplar la posibilidad de abrirse a la fe, de dar el salto y dejarse caer en las manos de Dios, para abrazar la fe con todas las consecuencias. En esta búsqueda contamos con la ayuda de Dios que sale a nuestro encuentro, que se deja buscar y encontrar, que no permanece indiferente. Este segundo paso nos sacaría del Atrio de los gentiles y nos haría entrar en el templo. Estaba absolutamente prohibido para los no judíos salir del atrio de los gentiles y entrar en el templo. En nuestro caso no es así, pues el cristianismo se caracterizó siempre por abrir las puertas a todos sin distinción de razas o estratos sociales. Ciertamente que algunos irán más allá y entrarán en el templo y eso será para nosotros una alegría enorme. Pero mientras no se dé ese paso, el atrio de los gentiles debe ser un lugar marcado por la pluralidad y por el respeto, sin exigir adhesiones.
Sin duda, este camino es muy propicio para atraer a los intelectuales, a los estudiantes universitarios, a los profesores, científicos y todos los que se mueven en el mundo de la cultura o incluso del arte. Mentes abiertas que no han renunciado a pensar, que buscan el bien, la verdad y la belleza. “Por lo demás, hermanos, todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta” (Fil. 3,8).
P. Roberto Visier.
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