P. Mario Ortega. Un catequista muy simpático me decía hace unos meses: “en nuestra parroquia tenemos cinco eucaristías los domingos”. Tuve ganas de contestarle: “en la nuestra sólo hay una, las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana”, como se dice ahora: 24/7.
Como digo, era muy simpático y seguimos una amigable conversación sabiendo yo muy bien que me quería decir que los domingos se celebraban en su parroquia cinco misas. Lo cual está muy bien; ojalá pudieran celebrarse esa cantidad de misas en todas las parroquias, pues de facilitar a los fieles la recepción del mayor de los sacramentos se trata.
Recordé esto de poner Eucaristía en plural escuchando al Papa en la procesión del Corpus Christi el otro día, pues aquí en Roma aún existen los “tres jueves que relucen más que el sol”. Benedicto XVI mostró su firmeza en la fe que a toda la Iglesia sostiene no sólo porque sigue igual de padre y pastor que se sobrepone a todos los “vatileaks”. Está firme porque se sostiene y le sostiene la Eucaristía. Antes de iniciar el recorrido eucarístico por la vía Merulana que une la Basílica de San Juan de Letrán con la de Santa María la Mayor, pronunció en la Misa una homilía, en mi opinión, verdaderamente memorable.
Reflexionando sobre el culto a la Eucaristía, afirmó que “una interpretación unilateral del Concilio Vaticano II ha penalizado esta dimensión, restringiendo en la práctica la Eucaristía al momento celebrativo”. El papa subraya la doctrina católica: Jesucristo vivo está presente en el Sagrario 24 / 7, es decir todas las horas del día, todos los días de la semana. No podemos olvidar esta realidad central de nuestra vida de cristianos. O dicho de otro modo, se nota un relajamiento y una mediocridad generalizada en los cristianos porque, por desgracia, no tenemos el Sagrario como referencia de nuestra vida diaria. Es muy oportuno recordar esto hoy, que Jesús sale del Sagrario para bendecir desde la custodia procesional nuestras casas y calles. Pero escuchemos un poco más lo que dijo el Papa, para después comentar algún detalle más:
“El culto al Santísimo Sacramento es como el ambiente espiritual dentro del que la comunidad puede celebrar bien y en verdad la Eucaristía. Sólo si es precedida, acompañada y seguida de esta actitud interior de fe y de adoración, la acción litúrgica puede expresar su pleno significado y valor. El encuentro con Jesús en la Santa Misa se realiza verdadera y plenamente cuando la comunidad es capaz de reconocer que Él, en el Sacramento, habita en su casa, nos espera, nos invita a su mesa y luego, después de que la asamblea se ha disuelto, permanece con nosotros, con su presencia discreta y silenciosa, y nos acompaña con su intercesión, recogiendo nuestros sacrificios espirituales y ofreciéndolos al Padre.”
Algunos detalles “se nos han metido” en nuestra vivencia cristiana, forman ya parte de nosotros y por desgracia contribuyen a desdibujar el culto y la sacralidad de la Eucaristía, tal como lo ha descrito el Papa.
- Se entra en la Iglesia sin el debido respeto, en bermudas y chanclas tantas veces en verano. Así no iríamos al trabajo, pero ante el Señor sí, que como es muy bueno todo lo aguanta.
- Se entra hablando o saludando a todos menos al Señor, con el gesto de reverencia y adoración que se llama genuflexión.
- Nos sentamos sin arrodillarnos ni rezar lo más mínimo, y seguimos hablando con el de al lado y mirando a todos lados.
- Comienza la Misa y me suena el móvil. Y en algunos casos… contestamos!
- Llega el momento de la consagración y no nos arrodillamos. Permitidme una última frase de la homilía del Papa: “En el momento de la adoración, estamos todos al mismo nivel, de rodillas ante el Sacramento del Amor. El sacerdocio común y el ministerial se encuentran unidos en el culto eucarístico”.
- Llega el momento de la comunión y bueno… ahí ya puede ocurrir cualquier cosa: que lleve siete años sin confesar, que no me hable con mi hermano, que le arrebato – literalmente – al sacerdote la comunión con la mano y comulgo ya de vuelta al asiento…
- Y llego al asiento y me siento. Y sigo hablando y mirando a derecha y a izquierda sin pensar en quién llevo dentro.
- Finalmente salgo de Misa (antes de la bendición final, claro) y hasta el domingo que viene, si las ocupaciones o las desocupaciones no me lo impiden, claro.
Perdonad este elenco y este comentario hoy un poco informal, pero en esta Solemnidad del Corpus Christi, si hacemos un poco de caso a las palabras del Papa y procuramos reflexionar y mejorar en los puntos anteriores, seguro que nuestra vida cristiana ganará muchísimo. Porque la vida cristiana no es tanto poner al centro nuestras obras, ponernos al centro nosotros mismos, sino poner en el centro a Jesucristo. En la Eucaristía.
Recordé esto de poner Eucaristía en plural escuchando al Papa en la procesión del Corpus Christi el otro día, pues aquí en Roma aún existen los “tres jueves que relucen más que el sol”. Benedicto XVI mostró su firmeza en la fe que a toda la Iglesia sostiene no sólo porque sigue igual de padre y pastor que se sobrepone a todos los “vatileaks”. Está firme porque se sostiene y le sostiene la Eucaristía. Antes de iniciar el recorrido eucarístico por la vía Merulana que une la Basílica de San Juan de Letrán con la de Santa María la Mayor, pronunció en la Misa una homilía, en mi opinión, verdaderamente memorable.
Reflexionando sobre el culto a la Eucaristía, afirmó que “una interpretación unilateral del Concilio Vaticano II ha penalizado esta dimensión, restringiendo en la práctica la Eucaristía al momento celebrativo”. El papa subraya la doctrina católica: Jesucristo vivo está presente en el Sagrario 24 / 7, es decir todas las horas del día, todos los días de la semana. No podemos olvidar esta realidad central de nuestra vida de cristianos. O dicho de otro modo, se nota un relajamiento y una mediocridad generalizada en los cristianos porque, por desgracia, no tenemos el Sagrario como referencia de nuestra vida diaria. Es muy oportuno recordar esto hoy, que Jesús sale del Sagrario para bendecir desde la custodia procesional nuestras casas y calles. Pero escuchemos un poco más lo que dijo el Papa, para después comentar algún detalle más:
“El culto al Santísimo Sacramento es como el ambiente espiritual dentro del que la comunidad puede celebrar bien y en verdad la Eucaristía. Sólo si es precedida, acompañada y seguida de esta actitud interior de fe y de adoración, la acción litúrgica puede expresar su pleno significado y valor. El encuentro con Jesús en la Santa Misa se realiza verdadera y plenamente cuando la comunidad es capaz de reconocer que Él, en el Sacramento, habita en su casa, nos espera, nos invita a su mesa y luego, después de que la asamblea se ha disuelto, permanece con nosotros, con su presencia discreta y silenciosa, y nos acompaña con su intercesión, recogiendo nuestros sacrificios espirituales y ofreciéndolos al Padre.”
Algunos detalles “se nos han metido” en nuestra vivencia cristiana, forman ya parte de nosotros y por desgracia contribuyen a desdibujar el culto y la sacralidad de la Eucaristía, tal como lo ha descrito el Papa.
- Se entra en la Iglesia sin el debido respeto, en bermudas y chanclas tantas veces en verano. Así no iríamos al trabajo, pero ante el Señor sí, que como es muy bueno todo lo aguanta.
- Se entra hablando o saludando a todos menos al Señor, con el gesto de reverencia y adoración que se llama genuflexión.
- Nos sentamos sin arrodillarnos ni rezar lo más mínimo, y seguimos hablando con el de al lado y mirando a todos lados.
- Comienza la Misa y me suena el móvil. Y en algunos casos… contestamos!
- Llega el momento de la consagración y no nos arrodillamos. Permitidme una última frase de la homilía del Papa: “En el momento de la adoración, estamos todos al mismo nivel, de rodillas ante el Sacramento del Amor. El sacerdocio común y el ministerial se encuentran unidos en el culto eucarístico”.
- Llega el momento de la comunión y bueno… ahí ya puede ocurrir cualquier cosa: que lleve siete años sin confesar, que no me hable con mi hermano, que le arrebato – literalmente – al sacerdote la comunión con la mano y comulgo ya de vuelta al asiento…
- Y llego al asiento y me siento. Y sigo hablando y mirando a derecha y a izquierda sin pensar en quién llevo dentro.
- Finalmente salgo de Misa (antes de la bendición final, claro) y hasta el domingo que viene, si las ocupaciones o las desocupaciones no me lo impiden, claro.
Perdonad este elenco y este comentario hoy un poco informal, pero en esta Solemnidad del Corpus Christi, si hacemos un poco de caso a las palabras del Papa y procuramos reflexionar y mejorar en los puntos anteriores, seguro que nuestra vida cristiana ganará muchísimo. Porque la vida cristiana no es tanto poner al centro nuestras obras, ponernos al centro nosotros mismos, sino poner en el centro a Jesucristo. En la Eucaristía.
P. Mario Ortega
Publicado en La Gaceta de la Iglesia
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