12 ago 2012

COMENTARIO A LAS LECTURAS DOMINICALES. Los caminos se separan; el de Dios siempre permanece abierto



P. Mario Ortega. El discurso del Pan de Vida (capítulo 6 de San Juan) comienza a tomar tintes un poco dramáticos. En la medida en que Jesús comienza a profundizar en su mensaje, comienza también la incomprensión y la crítica hacia Él. Los caminos se separan.

Jesús muestra el camino de la Vida, para el que Él mismo se ofrece como alimento, Pan que da la Vida. En cambio, los judíos – dice San Juan – desconfiaban cada vez más de Jesús. Se iban alejando, en definitiva, por otro camino. No entienden el Misterio de Dios. Es normal, nadie lo puede entender, es infinito. El problema es que quieren solucionar su duda, no abriéndose al mensaje de Jesús, sino cerrándose en el conocimiento que tienen de Él. Conocen a su madre, María; conocen al que aparece como su padre en este mundo, José; conocen su profesión… Y se creen por ello que ya lo conocen del todo. Conocen su humanidad (lo que ha venido “de la tierra”) pero desconocen su divinidad (que ha bajado del Cielo). Y como, soberbia y autosuficientemente, se piensan que ya lo saben todo de Él, quedan imposibilitados de descubrir de Él lo mejor, lo más sorprendente: que este hombre, carpintero de Nazaret, es el Dios Hijo, eterno como el Padre, que por Voluntad del Padre y con la fuerza del Espíritu Santo, ha venido a redimir el mundo.

Hoy día también sucede lo mismo con la Iglesia. “Si sabemos bien cómo es”, parece que dicen muchos; “si conocemos bien sus pecados y sus escándalos”, se apresuran a pensar otros. Y es así, la Iglesia es también pecadora, por su parte más humana. Pero no es sólo eso, ni principalmente. Es también divina. En ella está Jesús, su fundador y cabeza; está guiada por el Espíritu Santo. Pero si nos quedamos en esa mirada superficial ante el misterio de la Iglesia, nos sucederá lo mismo que los que se quedaron en que Jesús era sólo el hijo del carpintero.

“Vino a los suyos y los suyos no le recibieron”, había preanunciado ya el Evangelista al inicio de su relato. Brilla la luz del Evangelio, Jesús quiere donarse a todos, se ofrece como Pan de Vida y sin embargo, muchos siguen otro camino. Los caminos se separan. Sucederá también lo mismo con Judas. Y también en torno al misterio de la Eucaristía. “Uno de vosotros me va a entregar”, dirá Jesús en la última Cena. Los caminos se separan, la luz y las tinieblas no pueden estar al mismo tiempo. Los caminos se separan.

Pero el de Dios siempre permanece abierto. El misterio de la Eucaristía es una continua donación de Dios. “Tomad y comed”, “Yo soy el Pan de Vida, quien come de este Pan vivirá para siempre”. Su oferta está abierta a todos. Siempre. La Eucaristía es una invitación a la conversión, a retomar el camino de Dios, a no separarse más de Él.

P. Mario Ortega

1 comentario:

  1. excelente!!!!!! gracias por compartirlo.Mercedes de Banfield, Argentina.

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