OPINIÓN. Gorrión. Estamos viviendo en Argentina el momento tristemente histórico de la aprobación de inicuas leyes que llevan en su seno, además de injusticia, parcialidad e incoherencia, el fermento de la desintegración moral e incluso política del país.
Ante esta situación, ¿qué lugar nos queda? ¿Qué actitud tomar? ¿La apatía? ¿La tristeza inmovilizante? ¿La desazón amarga de quien se ha visto despreciado y burlado por sus “representantes”? Desde luego que tentados a todas esas cosas sí que estamos. Pero ese nunca puede ser el camino de un cristiano.
Siempre nuestra actitud debe de ser positiva. Creemos en Dios Todopoderoso. Creemos en la vida y en la Vida eterna. A lo que no estamos dispuestos a renunciar es a nuestras creencias, a nuestra fe. Quizás las nuevas situaciones que se van a crear –que ya se están creando- nos obliguen a tomar más en serio las cosas: El que no está conmigo, está contra mí. Los tiempos más adversos para la fe fueron también los tiempos de los mártires y confesores de la fe.
Toca hacernos fuertes, aferrarnos a la oración y “empezar” (o seguir, según los casos) a ser más fieles que antes, más fieles que nunca, a nuestra fe, a nuestra moral, a nuestra caridad… que no son invención nuestra, sino que Dios –Jesús- vino a ensenárnoslas. Y mostrar al mundo con nuestro testimonio a partir de ahora lo que quizás hasta ahora no supimos bien mostrar. Preparar y formar mejor a las vocaciones a la vida consagrada, educar mejor a nuestros hijos, tomarnos mucho más en serio el matrimonio.
De lo que podemos estar bien seguros es de que Dios nunca nos va a abandonar; mucho menos aún en la dificultad y en la prueba.
Gorrión.
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