5 jul 2010

Crisis de la razón


OPINIÓN. P. Roberto Visier. Ahora que me desenvuelvo en un ambiente universitario, he podido captar hasta qué punto el relativismo está calando en todos los estratos de la sociedad, incluso en el mundo intelectual. No me refiero ahora al comportamiento moral de científicos o profesores universitarios, sino al mismo modo de situarse frente a la ciencia, o de concebir la capacidad de la razón humana. Entraríamos en el campo antropológico o de la filosofía del conocimiento y de la ciencia.

El salto del campo ético al científico es automático. Si no hay una moral válida para todos, si el hombre no es capaz de encontrar una verdad universal sobre el bien y sobre el mal, entonces tampoco está muy claro que pueda encontrar las leyes que rigen el universo, o el funcionamiento de los organismos vivos. Se percibe un cambio de mentalidad en los hombres de ciencia. Se está abandonando la prepotencia con la que muchos pensadores del siglo XX preconizaban una era cercana en la que la ciencia encontraría todas las respuestas y solucionaría todos los problemas de la existencia humana.

La ciencia de hoy es más humilde y más consciente de sus límites y esto es bueno. El peligro está en dar un paso adelante y caer en el vacío, es decir, pasar del convencimiento de que no se pueden obtener todas las respuestas, a la duda de si se puede realmente alcanzar alguna respuesta, cuestionando incluso todos los avances de la ciencia y considerándolos como teorías transitorias que pueden ser totalmente desmentidas en el futuro.

Ciertamente, los modelos astronómicos de Copérnico y también de Galileo han sido superados. Las aportaciones de Einstein o Plank han cambiado las perspectivas de la física. De ahí a decir que nada es seguro, que todo puede cambiar mañana, hay un gran paso que no deberíamos dar. Como consecuencia se están poniendo de moda algunas teorías formuladas por científicos de peso, que parecen más bien de ciencia ficción. Por ejemplo, decir que hay otros universos paralelos que no conocemos (Si no los conocemos como podemos decir que existen). Podría ser una hipótesis filosófica pero nunca científica.

Esto explica cómo personas cultas puedan dar oídos a creencias extrañas e irracionales como la astrología, las ciencias ocultas, o la famosa “ley de la atracción” u otras similares tan pomposamente promovidas por la New Age. No estamos viviendo un tiempo donde reinen la razón o el sentido común. La gente se deja arrastrar más bien por la intuición, el sentimiento, el impulso, la suerte, el instinto. Es asombroso que la Iglesia, impulsada por la confianza que siempre ha tenido en la capacidad del ser humano para alcanzar la verdad, tenga que ser la que salga en defensa de la razón. Esa misma Iglesia, muchas veces injustamente acusada de ir en contra de la ciencia y de la razón, está llamada hoy a rescatar a la ciencia de las ideologías pseudo-científicas que frenan su avance.

P. Roberto Visier.
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