16 jul 2011

COMENTARIO A LAS LECTURAS DOMINICALES ¿Por qué existe el mal? Jesús te responde y te invita a sembrar el bien



P. Mario Ortega. Lo hace, como de costumbre, por medio de una parábola. Continuación - podríamos entender - de la parábola del sembrador del domingo pasado. De nuevo la siembra de la semilla en el campo. La semilla es buena; el buen sembrador - Dios - sembró un mundo bueno. La bondad de lo sembrado se puede ver de muchas formas, en tantas personas y acciones que fueron y son buena tierra donde crece la semilla y da fruto. ¿Por qué nos fijamos más en las cosas malas que en las buenas...?

Las malas ensombrecen las buenas, las ocultan incluso. Uno ve el campo y está lleno de cizaña. Los medios de comunicación ya se encargan diariamente de mostrarnos el lado oscuro de la siembra: corrupción, mentiras, asesinatos y extorsiones... el aparente triunfo del que obra el mal. Aparente derrota, por tanto, del bien, de la buena siembra... ¿Fracaso o equivocación del sembrador?

La parábola del trigo y la cizaña y la explicación que de ella hace el Señor nos ilumina. El mal no es obra de Dios, sino del Maligno. El mal entró en el mundo por el engaño del Diablo y por el mal uso de la libertad por parte de los hombres. El mal sigue de igual modo por la acción de aquél y por la soberbia y egoísmo de éstos. El mal moral está pues, en el interior de cada hombre, tentado y caído. El mal físico (las catástrofes naturales, las enfermedades y aún la misma muerte) es mucho más misterioso y difícil de explicar. Pero aún sumergidos en uno y otro, podemos ver siempre el trigo y descubrir la bondad primigenia de la siembra, como una invitación constante a trabajar por hacerla más extensa y visible ("diste a tus hijos la dulce esperanza de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento"). El tiempo pasa, la siembra termina en siega y al final, el sembrador tendrá la última palabra. Triunfará el bien y los que hayan hecho el bien. Y puesto que dice el Señor que "quien tenga oídos que oiga", repetimos su Palabra, su promesa: "arrancará de su Reino a todos los corruptores y malvados y los arrojará al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes."

Así es el Reino de Dios, mientras estamos en esta vida: el bien convive con el mal. Y cada uno de nosotros, en medio del campo sembrado, con la posibilidad y la gracia que Dios da - "el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad" - para trabajar por seguir sembrando el bien, el amor. Si no lo hacemos, estamos colaborando a que crezca la cizaña, pecando de omisión.

El que trabaja en el campo sabe bien que llegará el tiempo de la siega. Esa es su esperanza, el motivo de su trabajo y su sudor, aunque ahora parezca todo su trabajo muy poca cosa. Por eso ilustra el Señor la parábola con otras dos complementarias. El Reino de los cielos es como el grano de mostaza; insignificante al principio, pero en un gran árbol convertido al final. Y es también como la levadura, que ni se ve ni se nota, pero el pan final es grande y hermoso por ella.

Los cristianos somos despreciados y nuestra labor no goza de aplauso ni admiración. Pero el Reino de Dios va creciendo en medio del mundo. También en medio de nuestro mundo en el que parece haber sólo cizaña.

La Palabra de Dios nos anima y nos sostiene en la lucha por triunfo del bien y la verdad.

Con María.

P. Mario Ortega


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1 comentario:

  1. Bien.... y cada día podemos ser cizaña o trigo... somos débiles y cambiamos a cada momento pero, ¡Ánimo.... a lucha, a luchar! la corona es para aquellos que perseveran, que confían en ÉL y llegan CON ÉL hasta el final!

    Con Dios

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