18 jul 2011

OPINIÓN. Identidad familiar y nacional


P. Roberto Visier..La familia juega un papel importantísimo en la configuración de la identidad propia. En la familia se aprende a vivir, a relacionarse con los demás, a asumir responsabilidades, a adoptar criterios morales fundamentales para la convivencia social. Pero se hace cada vez más frecuente un ambiente familiar que no orienta o que desorienta según los principios del relativismo más radical. Efectivamente, muchos jóvenes no tienen identidad porque no han recibido ninguna, su propia personalidad está desdibujada porque se les ha arrojado en un mundo terriblemente fragmentado sin ningún criterio.

Aunque parezca paradójico, los mismos jóvenes que han tenido que soportar situaciones de fractura familiar, de violencia, de soledad, de desamparo, son los que están llamados a recuperar los valores familiares y devolver a la institución familiar su fundamental misión educativa. Ciertamente es difícil transmitir valores que no se han recibido, más aun, que no se han vivido en el propio entorno familiar. Sin embargo, los jóvenes católicos que han conocido a Jesucristo como amigo que nunca falla y han encontrado en la Iglesia una dulce madre y al mismo tiempo una educadora exigente, pueden recibir en su seno esos valores que no han vivido en su núcleo familiar, de modo que puedan fundar familiar sólidas y difundir de mil maneras los valores del amor cristiano que pide fidelidad, compromisos estables, sexualidad responsable y abierta a la vida.

La cultura local también configura la propia identidad. Pero se respira en Europa en general y de modo más acentuado en algunos países, una pérdida alarmante de valores cívicos nacionales. No se estima la propia patria, se es indiferente a su futuro, o se difunde un nacionalismo, más bien “regionalismo”, que tiende a aislar en lugar de a unir. No se trata de resucitar sueños imperialistas trasnochados. Debemos aceptar que vivimos en un mundo globalizado que acentúa los vínculos entre las naciones y la responsabilidad común en el destino de la humanidad. Sin embargo el ser humano necesita raíces, necesita un suelo que pisar, un cimiento donde edificar la propia existencia personal.

Recuperar las raíces es parte de la misión de los jóvenes de hoy, esos que viajarán a Madrid para escuchar la voz del Papa, y todos los que la escucharán a través de los distintos medios. No encerrarse en sí mismos sino amar la propia familia, la propia nación, sus tradiciones. Conocer su historia, su arte, todas las manifestaciones de su cultura. Eso significa ser una persona “culta” o “cultivada”, que no vive en el vacío, sin puntos de referencia, sin rumbo, sin horizontes, sin línea de salida y sin meta. Una persona verdaderamente culta es capaz de interpretar los signos de los tiempos, de leer la historia presente a través de los hechos de la historia pasada, de ser fiel a la esencia del hombre que no cambia con los tiempos y las modas. Éste es el servicio precioso que el cristianismo puede prestar al hombre y la mujer de hoy: mostrarle el verdadero rostro del ser humano tal como ha sido creado. En Cristo cada hombre puede descubrir y conocer el verdadero rostro de Dios Padre, pero a la vez Jesús revela a todo ser humano su verdadera identidad. El hombre Dios nos indica el camino para llegar al Padre, pero también nos señala los senderos hacia la comprensión de nuestro ser, de nuestra plenitud, de nuestra definitiva realización.

P. Roberto Visier.

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