20 jul 2011

TESTIMONIO. Bañando el cuerpo. Bañando las almas


En al camino hacia Patirara, la comunidad de la cual es catequista el cuñado del presidente de Accoera, nos aguarda una agradable sorpresa.

Bajamos bastante, siempre bordeando ese balcón sobre el Santo Tomás, y llegamos a una quebradita en la cual un manante cristalino ha formado una pequeña laguna, del tamaño de una bañera, sobre la cual cae una pequeña cascada. Es mediodía. Hace calor. Nos miramos y no hace falta decir más. Yo el primero (“la antigüedad es un grado” decía mi padre, antiguo cadete de Caballería), me ducho y baño, con jabón, champú, cepillo de dientes, navaja de afeitar, todo a la vez, más a gusto que en el baño del mejor Parador de España. Los chicos montan guardia a bastantes metros, dándome pudorosamente la espalda, pues estoy como Adán antes del pecado original (es decir, no llevo ni la hoja de parra…) Nos quedamos allí casi dos horas, los tres pasamos por la operación, pero vale la pena, no cabe duda. Cualquier persona con olfato lo confirmaría. Tumbados, antes de seguir camino, hasta me permito una pipa, disfrutando el momento, como en un anuncio hortera de Nescafé…

Llegamos a Patirara poco después del mediodía. El catequista, Leonidas Supani, ya nos espera, me imagino que su hermana se las habrá arreglado para hacerle llegar la noticia. Así pues, la capilla ya está arreglada, se ve recién barrida y ordenada. Y un aula de la escuela ya está preparada para nuestro alojamiento. Patirara es una comunidad de unas 50 familias, situada sobre una plataforma que mira al río Santo Tomás, a bastante menos altura que las anteriores comunidades. Su situación y forma le dan una estructura que me recuerda a la de un barco, con el templo ocupando la proa. Caminando un poco más, nos encontramos con un profundo barranco de varios cientos de metros, bajo el cual corre con estruendo el encañonado el río, que ahora sí que se puede ver de forma clara. El patrono de este pueblo es también Santiago, cuya imagen, esta vez entera, preside su pequeña pero bien cuidada capilla. En la noche, nos espera una pequeña sorpresa. Varias familias de una secta protestante que hace tiempo trabajó en este pueblo han venido también a la Capilla. Ya nadie les atiende ni visita, y quieren volver a la Iglesia, haciéndolo de forma pública, ante el resto de la comunidad. Rezamos juntos el Credo y, como colofón, bautizo a cinco hermanos de una misma familia, David, Percy, Noemí, Roger Estuar y Vilda Rojas Huamán, de entre cinco meses y 14 años, hijos del antiguo Pastor, que ahora se propone colaborar con el catequista. Yo soy su padrino, y esa noche la cena, tan frugal como de costumbre, se convierte en un auténtico banquete.


P. Jorge de Villar.

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