P. Rafael Pérez. Dentro de unos días, vamos a vivir el gozo de la Navidad, que no significa otra cosa que "Natividad" de Cristo; es decir, nacimiento del Señor. Por más luces de colores, música y adornos que usemos estos días, sin la presencia de Jesús Niño no hay Navidad alguna.
Se despojó de su rango...
Jesús, siendo Dios igual que su Padre, cuando vino a este mundo no retuvo codiciosamente su derecho de demostrar su gloria como Hijo Único de Dios. No quiso "brillar" ante la mirada de los hombres para ser honrado por ellos, salvo unos instantes en el monte Tabor. Antes al contrario, en el extremo de su humildad, se despojó a sí mismo, se revistió de nuestra carne, tomando forma de siervo. Se hizo en todo "semejante a los hombres", haciéndose "obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (Fil 2,7-8).
El Verbo de Dios se hizo carne...
San Juan, en su Evangelio, nos expresa de una manera contundente este misterio de la humillación del Hijo de Dios: "El Verbo de Dios se hizo carne, y acampó entre nosotros" (Jn 1, 14). Dios se ha revestido de nuestra debilidad, ha amasado nuestro barro para salvar a los hombres.
Se puede expresar de mil maneras este Misterio descrito por San Juan, y cada una de ellas nos debería llevar a contemplar largas horas en silencio, admirados, el pesebre de Belén:
Dios se ha hecho pobre y aún mendigo para enriquecernos; Dios se ha hecho débil para fortalecernos; Dios se ha hecho hombre, para divinizarnos; Dios se ha abajado para enaltecernos; Dios se ha hecho historia para que nosotros podamos ser inmortales y eternos...
Dios tiene corazón humano
Dios ya no mira al mundo desde más allá de las nubes. Nos contempla desde dentro de este mundo.
"El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros" (GS 22)
Desde el momento de la Encarnación, Dios tiene un corazón humano con el que se hace partícipe de todas nuestras vivencias y sentimientos. Lloró al pie del sepulcro de su amigo Lázaro, se sentó cansado al borde del brocal del pozo de Jacob esperando a la Samaritana, nos enseñó a rezar el Padre nuestro con sus propios labios...
Continuará...
P. Rafael Pérez.
Se despojó de su rango...
Jesús, siendo Dios igual que su Padre, cuando vino a este mundo no retuvo codiciosamente su derecho de demostrar su gloria como Hijo Único de Dios. No quiso "brillar" ante la mirada de los hombres para ser honrado por ellos, salvo unos instantes en el monte Tabor. Antes al contrario, en el extremo de su humildad, se despojó a sí mismo, se revistió de nuestra carne, tomando forma de siervo. Se hizo en todo "semejante a los hombres", haciéndose "obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (Fil 2,7-8).
El Verbo de Dios se hizo carne...
San Juan, en su Evangelio, nos expresa de una manera contundente este misterio de la humillación del Hijo de Dios: "El Verbo de Dios se hizo carne, y acampó entre nosotros" (Jn 1, 14). Dios se ha revestido de nuestra debilidad, ha amasado nuestro barro para salvar a los hombres.
Se puede expresar de mil maneras este Misterio descrito por San Juan, y cada una de ellas nos debería llevar a contemplar largas horas en silencio, admirados, el pesebre de Belén:
Dios se ha hecho pobre y aún mendigo para enriquecernos; Dios se ha hecho débil para fortalecernos; Dios se ha hecho hombre, para divinizarnos; Dios se ha abajado para enaltecernos; Dios se ha hecho historia para que nosotros podamos ser inmortales y eternos...
Dios tiene corazón humano
Dios ya no mira al mundo desde más allá de las nubes. Nos contempla desde dentro de este mundo.
"El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros" (GS 22)
Desde el momento de la Encarnación, Dios tiene un corazón humano con el que se hace partícipe de todas nuestras vivencias y sentimientos. Lloró al pie del sepulcro de su amigo Lázaro, se sentó cansado al borde del brocal del pozo de Jacob esperando a la Samaritana, nos enseñó a rezar el Padre nuestro con sus propios labios...
Continuará...
P. Rafael Pérez.
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Cuando el padre Rafael habla se nota que el Espiritu Santo lo guía, siempre me impactaron sus homilías al punto que nos convirtieron a mí y a mi esposo, ahora ayudando a nuestro párroco y a nuestra comunidad, con el alma llena.
ResponderEliminarGracias por su comentario, Sol. La invitamos a difundir nuestro portal y la sección del padre Rafael entre sus conocidos. Feliz Navidad.
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