P. Mario Ortega. Más allá de ser título para películas y canciones, la expresión "octavo día" tiene su origen en la tradición más antigua de la cristiandad que define así el día de la Resurrección.
Lo hace para manifestar que la Resurrección es una nueva creación. Si la creación del mundo se realizó en siete días, Cristo ha llevado a cabo una obra más portentosa que la misma creación, obra completamente trascendente, que supone algo completamente nuevo y definitivo. De ahí la expresión "octavo día", como día en que "actuó el Señor" (cfr. salmo 117), día primero de la semana, como dice la Escritura, recordándonos el comienzo de la creación.
El número ocho tenía para los Santos Padres un significado de pureza (circuncisión a los ocho días), de perfección moral y santidad (ocho bienaventuranzas) y, sobre todo de definitividad, de eternidad: es el día sin ocaso, la expresión más viva de la eternidad, en contraste con los siete días anteriores que expresan la temporalidad.
El gozo de nuestra fe es saber que vivimos ya en este octavo día, que la eternidad dichosa, con Dios ya está incoada, que la nueva creación obrada por Cristo es plenitud de vida y de luz.
El número ocho tenía para los Santos Padres un significado de pureza (circuncisión a los ocho días), de perfección moral y santidad (ocho bienaventuranzas) y, sobre todo de definitividad, de eternidad: es el día sin ocaso, la expresión más viva de la eternidad, en contraste con los siete días anteriores que expresan la temporalidad.
El gozo de nuestra fe es saber que vivimos ya en este octavo día, que la eternidad dichosa, con Dios ya está incoada, que la nueva creación obrada por Cristo es plenitud de vida y de luz.
P. Mario Ortega
Publicado en La Gaceta de la Iglesia
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