P. Mario Ortega. Hoy celebra la Iglesia la gran fiesta de la Misericordia. Dos nombres están asociados inevitablemente a la extensión de esta devoción: Santa Faustina Kowalska, humilde religiosa que recibió un conocimiento profundísimo de la Misericordia que Dios ofrece al mundo y el Beato Juan Pablo II que canonizó a su compatriota y estableció la celebración en toda la Iglesia de esta gran Fiesta de hoy.
No se trata de una devoción más, teniendo como centro a Jesucristo. Al igual que sucede con la representación del Corazón de Jesús, la imagen de Jesús Misericordioso es ciertamente un icono de todo el Evangelio. Representa a Cristo tal como se apareció a los apóstoles en la escena de hoy: bendiciendo, es decir, dando su paz como saludo y mostrando las heridas de manos y corazón para que quede claro que es el mismo que había muerto colgado en la cruz.
(Siento mucho no ilustrar este post con la imagen de Jesús misericordioso, pero desde hace algún tiempo encuentro dificultades para subir las imágenes al servidor)
Como describe el evangelista San Juan, de Corazón traspasado salieron Sangre y Agua, Bautismo y Eucaristía. Son los dos rayos que parecen salir de la imagen que se pintó según indicaba Santa Faustina Kowalska. Hasta la frase que se sitúa a los pies y que dice: “Jesús, confío en ti” es como un espejo de Santo Tomás en el Evangelio de hoy, a los pies del Resucitado confesándolo como su Señor y su Dios. Cada uno de nosotros está llamado a vivir esa misma experiencia de fe y de confianza en Jesús Misericorioso y Resucitado.
Jesús, en el Evangelio de hoy, da a los apóstoles el poder de perdonar los pecados. Es muy claro: "Recibid el Espíritu Santo; a quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados." No es, pues, la confesión un invento de la Iglesia. Es una forma muy concreta y muy humana, a la vez que divina, de ofrecerse la Misericordia de Dios a cada hombre, con su historia personal, con sus pecados, inseguridades y faltas de esperanza.
La confesión es una experiencia personal, individual, íntima. No van con la lógica de la Misericordia ni el relegar el sacramento de la penitencia ni el presentarlo como una confesión colectiva. La frase del cuadro: "Jesús, confío en ti", viene en singular y no es por casualidad. Es una repuesta personal porque la oferta de misericordia es completamente original y única para cada persona. Todos necesitamos la misericordia de Dios, desde el Papa hasta el último (que ninguno es último) cristiano. El mundo necesita la Misericordia de Dios para encontrar la paz.
Jesús promete que quien se acoja a su Misericordia encontrará el perdón y la paz, como Tomás encontró la fe y la alegría en un encuentro con el Resucitado en el que nada fue reprensión y todo fue compasión. Y una vez experimentado el perdón y la paz uno no puede sino hacerse apóstol de la Divina Misericordia. Os lo digo por experiencia.
(Siento mucho no ilustrar este post con la imagen de Jesús misericordioso, pero desde hace algún tiempo encuentro dificultades para subir las imágenes al servidor)
Como describe el evangelista San Juan, de Corazón traspasado salieron Sangre y Agua, Bautismo y Eucaristía. Son los dos rayos que parecen salir de la imagen que se pintó según indicaba Santa Faustina Kowalska. Hasta la frase que se sitúa a los pies y que dice: “Jesús, confío en ti” es como un espejo de Santo Tomás en el Evangelio de hoy, a los pies del Resucitado confesándolo como su Señor y su Dios. Cada uno de nosotros está llamado a vivir esa misma experiencia de fe y de confianza en Jesús Misericorioso y Resucitado.
Jesús, en el Evangelio de hoy, da a los apóstoles el poder de perdonar los pecados. Es muy claro: "Recibid el Espíritu Santo; a quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados." No es, pues, la confesión un invento de la Iglesia. Es una forma muy concreta y muy humana, a la vez que divina, de ofrecerse la Misericordia de Dios a cada hombre, con su historia personal, con sus pecados, inseguridades y faltas de esperanza.
La confesión es una experiencia personal, individual, íntima. No van con la lógica de la Misericordia ni el relegar el sacramento de la penitencia ni el presentarlo como una confesión colectiva. La frase del cuadro: "Jesús, confío en ti", viene en singular y no es por casualidad. Es una repuesta personal porque la oferta de misericordia es completamente original y única para cada persona. Todos necesitamos la misericordia de Dios, desde el Papa hasta el último (que ninguno es último) cristiano. El mundo necesita la Misericordia de Dios para encontrar la paz.
Jesús promete que quien se acoja a su Misericordia encontrará el perdón y la paz, como Tomás encontró la fe y la alegría en un encuentro con el Resucitado en el que nada fue reprensión y todo fue compasión. Y una vez experimentado el perdón y la paz uno no puede sino hacerse apóstol de la Divina Misericordia. Os lo digo por experiencia.
P. Mario Ortega
Publicado en La Gaceta de la Iglesia
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