OPINIÓN
Matías González. Hace pocos días, tuvimos la oportunidad de ver la reacción de un grupo de abortistas en pleno Senado frente a una mujer que intentaba manifestar su postura pro-vida. Esta noticia, como es de suponer, no se vio reflejada en ninguno de los medios de alcance masivo de nuestro país. En cambio, cuando para la misma fecha se realizaba el XXIV Congreso Nacional de Mujeres en la ciudad de Paraná, ni Clarín ni La Nación se anduvieron con vueltas para achacarles a los pro-vida (más precisamente, en verdad, a la Iglesia Católica) los disturbios ocasionados en este evento y un supuesto ataque durante un taller. Ambas notas fueron circuladas el pasado lunes 11.
La Nación menciona sólo de pasada que la policía local debió vallar las iglesias para evitar ataques cristófobos durante la marcha que se realiza habitualmente al finalizar este Congreso. Y además, señala que fueron "manifestantes de la organización Pro Vida" quienes "se enfrentaron con participantes del Congreso", omitiendo que el Congreso no es, en la teoría, sólo habilitado para las pseudo-feministas, sino para todas las mujeres que quieran participar en él, sea cual fuere su postura. Amén de que decir que los pro-vida se enfrentaron con los participantes del Congreso contiene una carga valorativa muy negativa respecto de utilizar otra construcción, como "distintas facciones dentro del Congreso se enfrentaron entre sí".
Hacia el final del artículo, citan las palabras de Andrea D’Atri, dirigente de la agrupación Pan y Rosas, criticando a la postura de la Iglesia e indicando que “tuvo bastante rechazo de la población”. Pero en ningún momento se toman la molestia de “oír las dos campanas” y permitir la defensa de los católicos o, al menos, consultar cuál es la verdadera postura de la población.
En Clarín fue publicada una acusación por parte de una integrante de la “comisión organizadora”, Norma Alonso, según la cual unos hombres atacaron a las integrantes de la organización y a otras mujeres “rociándolas con gas pimienta y propinándoles patadas, empujones y golpes de todo tipo”. Lo curioso es cómo el documento de la denuncia menciona que se trata de “el violento accionar de sectores vinculados a la Iglesia Católica”. Esto, sin aportar pruebas de quiénes fueron los atacantes (peor aún, si el hecho fue verídico, ¿por qué no se encuentra documentado?) para aseverar de esta forma que están ligados a la Iglesia Católica. A más de que se relata una irrupción un tanto cinematográfica y no muy digna de verosimilitud.
Los dos portales web disienten en cuanto al número de participantes del congreso. Clarín menciona 25 mil en tanto que La Nación, sólo 10 mil. Resulta curioso, por otra parte, que estas dos fueron las únicas publicaciones que salieron el respecto de este evento. Ni siquiera el propagandístico medio Página\12 publica una referencia al tema. Y, a pesar de que el lunes debía darse a conocer el documento final con el resultado de los debates, tampoco este fue publicado en ningún medio; lo que da a suponer que, tal como sucedió el año pasado en Tucumán, la postura pro-vida prevaleció por sobre la orientación de la cultura de la muerte. Pero esto, no sería la primera vez que es acallado en los medios.
El Clarín del domingo publica una columna de opinión firmada por el escritor español Juan Goytisolo, confeso gay, en la cual pretende acusar a la Iglesia de discriminación a los homosexuales. Pero no sólo cae bajo al compararla con los regímenes soviéticos y nacionalsocialista y el islamismo radical, sino que no encuentra mejores argumentos que el burlarse de la doctrina católica y de las Sagradas Escrituras, tratándolas de “fábulas” (refiriéndose a la historia de Sodoma y Gomorra) que “hacen reír a quienes sabemos que dicha venganza diezmaría las filas del clero”, anunciando el fin de la Iglesia. Aún sin argumentos, indica muy erróneamente que las inclinaciones homosexuales son “parte intrínseca” de la naturaleza humana. Y comete su acto fallido más grosero al pisarse los propios talones. Sabemos muy bien cómo estos intelectuales de izquierdas pregonan que sus doctrinas son superiores porque tienen una base completamente racional, a diferencia de la fe -a la que catalogan erróneamente de irracional-. Pero se le termina de caer su argumentación cuando defiende “los deseos e impulsos”, lo cuales esta claro que son las antípodas de un acto racional.
Una vez más podemos observar la forma en que los medios silencian la defensa de la vida en pos del crimen y negocio del aborto; y cómo la pretensión de una sociedad laicista (en la que supuestamente no haya una “discriminación” hacia el que piensa diferente) constituye en realidad otra forma de discriminación por parte de un reducido sector de la población hacia los católicos y todas las personas con valores, los cuales aún constituyen la mayor parte de la sociedad.
La Nación menciona sólo de pasada que la policía local debió vallar las iglesias para evitar ataques cristófobos durante la marcha que se realiza habitualmente al finalizar este Congreso. Y además, señala que fueron "manifestantes de la organización Pro Vida" quienes "se enfrentaron con participantes del Congreso", omitiendo que el Congreso no es, en la teoría, sólo habilitado para las pseudo-feministas, sino para todas las mujeres que quieran participar en él, sea cual fuere su postura. Amén de que decir que los pro-vida se enfrentaron con los participantes del Congreso contiene una carga valorativa muy negativa respecto de utilizar otra construcción, como "distintas facciones dentro del Congreso se enfrentaron entre sí".
Hacia el final del artículo, citan las palabras de Andrea D’Atri, dirigente de la agrupación Pan y Rosas, criticando a la postura de la Iglesia e indicando que “tuvo bastante rechazo de la población”. Pero en ningún momento se toman la molestia de “oír las dos campanas” y permitir la defensa de los católicos o, al menos, consultar cuál es la verdadera postura de la población.
En Clarín fue publicada una acusación por parte de una integrante de la “comisión organizadora”, Norma Alonso, según la cual unos hombres atacaron a las integrantes de la organización y a otras mujeres “rociándolas con gas pimienta y propinándoles patadas, empujones y golpes de todo tipo”. Lo curioso es cómo el documento de la denuncia menciona que se trata de “el violento accionar de sectores vinculados a la Iglesia Católica”. Esto, sin aportar pruebas de quiénes fueron los atacantes (peor aún, si el hecho fue verídico, ¿por qué no se encuentra documentado?) para aseverar de esta forma que están ligados a la Iglesia Católica. A más de que se relata una irrupción un tanto cinematográfica y no muy digna de verosimilitud.
Los dos portales web disienten en cuanto al número de participantes del congreso. Clarín menciona 25 mil en tanto que La Nación, sólo 10 mil. Resulta curioso, por otra parte, que estas dos fueron las únicas publicaciones que salieron el respecto de este evento. Ni siquiera el propagandístico medio Página\12 publica una referencia al tema. Y, a pesar de que el lunes debía darse a conocer el documento final con el resultado de los debates, tampoco este fue publicado en ningún medio; lo que da a suponer que, tal como sucedió el año pasado en Tucumán, la postura pro-vida prevaleció por sobre la orientación de la cultura de la muerte. Pero esto, no sería la primera vez que es acallado en los medios.
El Clarín del domingo publica una columna de opinión firmada por el escritor español Juan Goytisolo, confeso gay, en la cual pretende acusar a la Iglesia de discriminación a los homosexuales. Pero no sólo cae bajo al compararla con los regímenes soviéticos y nacionalsocialista y el islamismo radical, sino que no encuentra mejores argumentos que el burlarse de la doctrina católica y de las Sagradas Escrituras, tratándolas de “fábulas” (refiriéndose a la historia de Sodoma y Gomorra) que “hacen reír a quienes sabemos que dicha venganza diezmaría las filas del clero”, anunciando el fin de la Iglesia. Aún sin argumentos, indica muy erróneamente que las inclinaciones homosexuales son “parte intrínseca” de la naturaleza humana. Y comete su acto fallido más grosero al pisarse los propios talones. Sabemos muy bien cómo estos intelectuales de izquierdas pregonan que sus doctrinas son superiores porque tienen una base completamente racional, a diferencia de la fe -a la que catalogan erróneamente de irracional-. Pero se le termina de caer su argumentación cuando defiende “los deseos e impulsos”, lo cuales esta claro que son las antípodas de un acto racional.
Una vez más podemos observar la forma en que los medios silencian la defensa de la vida en pos del crimen y negocio del aborto; y cómo la pretensión de una sociedad laicista (en la que supuestamente no haya una “discriminación” hacia el que piensa diferente) constituye en realidad otra forma de discriminación por parte de un reducido sector de la población hacia los católicos y todas las personas con valores, los cuales aún constituyen la mayor parte de la sociedad.
Matías González.
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EXCELENTE LA ACLARACION!!!! SERIA MUY IMPORTANTE TAMBIEN Q VEAMOS ESOS VIDEOS DE LOS CUALES ACLARA TODO EL MAL DE ALGUNA PARTE D ESTA SOCIEDAD Q QUIERE DESTRUIR...PARA Q?PARA CUANDO TENGAMOS Q ENFRENTARNOS EN CAPITAL SEA SOLAMENTE CON LA ORACION Y DEFENDIENDO A NUESTRA CATEDRAL EN UNA PALABRA A TODA LA IGLESIA
ResponderEliminarLa Iglesia catolica reza a favor de la VIDA. Gracias Padre Benedicto XVI.
ResponderEliminarEs cómico cuando nos tratan de violentos, abusivos y cuantas cosas estúpidas digan. Porque cuando llega la hora de mostrar las caras, se ve claramente quien lleva puesta la careta.
ResponderEliminar¿Quién es es mentiroso, violento y abusivo el que reza pacíficamente un rosario o el que agrede sin razón alguna?